El Jacarandá

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Allí iba, paseando plácidamente de la mano, una pareja de recién casados en su pequeña y lujosa luna de miel. Paseaban por las costas de la playa y se internaban en el bosque para observar las especies mas particulares de aves. A bella le encantaban las aves, los animales terrestres tanto como los acuáticos. Pero tenia un particular amor hacia los arboles. Sobre todo al jacarandá. Y mientras paseaba de la mano de su esposo pensaba en un bello atardecer bajo un jacarandá, junto a el, mientras las pequeñas flores lilas los bañaban. Tomo la iniciativa y se acerco a su marido para señalarle el bello paisaje que había imaginado, que al parecer existía ante sus ojos, y su ansiado sueño se cumplió. Bajo las ramas del.jacarandá el sol cayo, frente a los dos amados que disfrutaban, de aquel bello atardecer. Pero el árbol no desprendía flores, en vez de eso, unos amargos frutos prendían de sus ramas, bella bufó y aun así no dudo en que ese simple echo arruinara su día perfecto, tomo uno de los frutos y se lo guardo en el bolsillo para, algún día plantar uno también.
Amaneció en el hotel de estos enamorados, y como se había prometido, bella fue directamente hacia su escritorio a abrir el fruto. Dejo a este sobre la mesa y busco entre los equipajes la navaja que había interceptado de su marido "es para protegerte" decía este pero ella no le creyó. Tomo la afilada navaja y se la paso por la yema de el dedo indice, una pequeña tajada se formo y una gota de espesa sangre resbalo por su mano "perfecto" murmuro al comprobar que estaba afilada. No tardo mucho en clavar el objeto en el fruto. Un liquido resbalo de el corte, tal cual había echo la sangre en el corte de bella. Corto varias rodajas y las alejo para examinar la semilla, simétricamente expendida. Se encinto la herida, para cuando llego su esposo este casi cae al suelo "porque te cortaste" Ruben podía ser muy exagerado aveces, tomo la mano de su esposa y la beso para luego besarla a ella también en los labios "no lo vuelvas a hacer" le advirtió y esta lo ignoro. Bella estaba enferma, cada tres días, esta debía inyectarse en el antebrazo, para poder continuar con su día. Entro la mucama con una jeringa y una pastilla para disolver. Mientras bella saludaba a la mucama, esta dejo los objetos en el escritorio. Charlaron animadamente hasta que llego la hora de la medicina, para la cual esta había venido. Bella se marcho a mirar por el balcón mientras la mucama preparaba todo, le daba miedo que su enfermedad acabara con su vida, no seria capas de abandonarlo. Miro el horizonte apoyada en el balcón, melancólicamente, recordando aquella tarde debajo del jacarandá. Se escucharon los gritos de la mucama al llamarla y bella no tardo en llegar a la cocina para su inyección. La mucama había terminado de disolver la pastilla y meter el brebaje en la jeringa. Tomo el antebrazo de la muchacha e inyecto el liquido. Se limpio la gotita de sangre saliente de la pinchadura, la cual era mas grande de lo normal, lo cual preocupo a la mujer, pero se quedo callada. Bella se aventuro al escritorio para observar la semilla que ya no estaba. Busco hasta que anocheció, agotada, se recostó junto a su marido y se durmió inmediatamente. Al día siguiente bella no quiso salir a nadar. Un día después no quiso salir de excurción. Paso días del.mes que no se movía de la cama. Preocupado Ruben la consoló, mientras lo médicos la revisaban. Esta sentía punzantes dolores en el pecho. Los doctores se excusaron de no tener los aparatos para revisarla, que no podían hacer nada. Con el paso de los días bella empeoro. Ruben estaba desesperado, nadie sabia que le pasaba a su esposa. La beso, la consoló, pero no sirvió de nada. Su pecho parecía a punto de reventar, y Ruben no sabía porque. Este se había mudado a otra habitación para no molestarla mientras se "componía".
Se levanto desanimado, pero aun con esperanzas de que su esposa mejorase. Abrió la puerta junto a la mucama. Ambos palidecieron, la mucama dejo escapar un grito ahogado y luego se tapo la boca con las manos, las cuales se empaparon de lagrimas. Ruben estaba petrificado, cubierto de un sudor frió, no movió los ojos del tieso cuerpo de su esposa. El pecho destrozado de la joven abría paso a una nueva vida, un árbol de jacarandá, que, con sus primeros brotes y flores bañaba el cuerpo sin vida de la joven recíen casada, las raízes salientes de su pecho recorrían su estomago hasta el cuello, y un tallo, verde salio del pecho de la muchacha bañado de la sangre de la misma, fortaleciéndose con su cuerpo ya libre de vida, con pequeñas violacias flores en las delgadas primeras ramas, tan finas como los dedos de la joven que sostenían su pecho ya cubierto de sangre.


Aroma a Rosas [Gore]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora