NECRÓLAMIA

1.5K 70 14
                                    

Siempre he sido un hombre de campo. Mi padre y el padre de mi padre; mi abuelo, conocieron estas tierras como la palma de su mano. Me enseñaron todo lo que sabían y pude conocerlo todo al igual que ellos, o al menos creí que era de esa forma. Los Mackenzie, dedicamos nuestra vida a la crianza de ovejas. Nuestra granja es una de las más grandes de Basingstoke en el condado de Hampshire. 40 son las hectáreas de las que se compone; entre árboles de manzano y algunos cultivos de trigo, mis ovejas, siempre han pastado todo el lugar, sin restricción alguna.

Es natural que con un rebaño tan grande como los que siempre hemos manejado en esta granja, una o dos ovejas se extravíen, ya sea porque ellas busquen otro lugar para pastar o simplemente lo hagan para explorar lejos del rebaño. Nunca me había preocupado eso, ya que siempre las encontrábamos o volvían al día siguiente, por su cuenta, puesto que todo el lugar está cercado. Pero hace un tiempo, comencé a notar que un número relevante había desaparecido, y supe que las que se perdían, ya no regresaban jamás.

Al principio pensé que se trataba de algún lobo que rondaba por los extremos de mi granja, que colinda con el bosque, así que para empezar evité que el rebaño se dirigiera a ese lugar a toda costa. Pero siempre había sido precavido y ordene a dos de mis ayudantes, que me acompañaran a reforzar esa parte de la cerca. Cuando llegamos allí noté algo raro -y en realidad era bastante raro-, la cerca estaba destruida, para ser más exacto, estaba totalmente calcinada. Como si un rayo con toda su ira, hubiera devastado la pequeña cerca rudimentaria y junto a los restos de madera quemada, había otros restos de lo que parecían ser, las patas y la piel de una de mis ovejas. Durante toda la tarde de ese día, reparamos la cerca y le empezamos a aumentar un metro más; siempre atentos a la parte donde iniciaba el bosque. Para nuestra desgracia -ya que nos faltaba muy poco para terminar-, empezó a caer el ocaso, y de pronto una ventisca de aire golpeó en mi olfato con olor a putrefacción, y supe que era la tromba de lamentos de mis ovejas, ya devoradas... Pero aquel aire traía consigo algo más, un nauseabundo olor a almizcle que casi me hizo vomitar. Nos apresuramos a terminar con la cerca pero fue inútil, les dije a mis ayudantes que terminaríamos al otro día a primera hora, puesto que había comenzado a oscurecer.

Al día siguiente no podíamos creer lo que estaba frente a nuestros ojos... la cerca que un día antes, estábamos casi por terminar, estaba en ruinas, reducida a no más que cenizas, lo mismo que había pasado antes

-¿Quien o que ha hecho esto? -dije con una voz angustiosa mientras contemplaba, aquella deplorable escena.

-Señor Mackenzie... -dijo Frederic, el más joven de mis ayudantes-. ¡Es una mala señal, cosas raras pasan en el interior de este bosque, la gente dice que...!

-¡Eso que dice la gente, son cuentos que ellos mismos se inventan al no tener nada que hacer!, son tonterías Fred -respondí casi al unísono, impidiéndole continuar al joven, ya agitado-. Vamos muchachos, tenemos que averiguar qué está pasando aquí.

Regresamos a la casa para dejar las herramientas de trabajo, en el camino Fred lucía muy nervioso, me di cuenta que lo que había visto allá lo había dejado inquieto. El muchacho era joven y siempre creía en las historias que contaban en el pueblo, era algo ingenuo todavía, pero era un buen chico. Siempre había sido aplicado en sus labores que yo le encomendada. Trate de explicarle que lo de la cerca, posiblemente era la pandilla de Hoffman haciendo destrozos de nuevo por todo el lugar, eso lo calmó un poco. Nunca he sido creyente de las cosas sobrenaturales, puesto que mi padre me enseño que debo fiarme por lo que ven mis ojos. Además esas historias de gente que ha perdido la razón tras entrar en aquel bosque, y los testimonios de algunos, que aseguran haber visto sombras amorfas de criaturas vagando allí dentro, siempre se me hizo de lo más infantil e incoherente. Pero estaba seguro de que algún animal salvaje, había entrado ya a mi granja, la misma noche que regresamos de construir la cerca. No les comente nada a mis ayudantes, pero escuche claramente al animal rondando por el establo dejando atrás ese fétido olor a almizcle, hasta que fue ahuyentado por los ladridos de mis perros. Esa cosa ya estaba aventurandose muy cerca de la granja, y todos podíamos estar en peligro, tenía que pararlo.

NECRÓLAMIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora