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Seis años atrás.

Él no dudaba un segundo en decidir lo que hacer si tenía un momento libre. Apenas terminase de hacer su tarea y ayudar a su madre con el mantenimiento de la casa, gritaba y salía. Se demoraba máximo un minuto en sacar su bicicleta del garaje y pedalear calle abajo. Primero a la derecha y todo recto hasta la rotonda. Tercera salida. Le costó tres semanas aprenderse el camino de memoria. Antes su madre le acompañaba corriendo. Antes.

Dejó la bicicleta tirada sobre el césped y se apresuró a llamar al timbre. El tiempo era algo muy preciado que no debía malgastarse en aparcar correctamente una bicicleta.

Su madre le abrió, tan sonriente como de costumbre. Le dejó pasar y él le entregó uno de los paquetes con galletas que traía en la mano. Agradecida, se retiró a la cocina. Él subió los 19 escalones sin perder un segundo más. Golpeó la puerta al final del pasillo y esperó en la penumbra del mismo. Ella abrió, le empujó dentro y cerró antes de que demasiada luz se filtrase en el interior de la habitación.

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