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Seis años atrás.

En lugar de entrar, se quedó fuera, sentado en el diminuto escalón de la acera. Quería llorar, porque se le había olvidado algo tan importante como aquello: el cumpleaños de su mejor amiga. No se le había olvidado. En realidad llevaba meses preparando la sorpresa perfecta, pero nada le parecía bien. Era difícil preparar algo para alguien como ella. Se le escapó una lágrima por pensar aquello, y se sintió la peor persona del mundo.

Ella por el contrario, sí que lo había olvidado. Había olvidado su propio cumpleaños, pero ¿qué más daba? Pasaría un día como otro cualquiera con su mejor amigo. Quiso asomarse a la ventana y esperar allí a que su amigo llegase, pero no podía. Se levantó de la cama y empezó a andar por la habitación. Se acercó a la ventana y movió la cortina, pero la soltó. Que estupidez.

Él se levantó de repente, entró a la casa y subió a la habitación de su amiga en menos de un minuto. En cuanto cerró la puerta se puso a llorar.

-Lo siento -susurró en medio del llanto.

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