CAPÍTULO 2

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AMOR DE HERMANOS

Al salir del edificio noté cómo el panel había cambiado de color y el Sol se encontraba en una posición diferente, dejando a la ciudad con una luz más tenue.

Empecé a andar por la calle principal para llegar a la estación de autobuses mientras seguía pensando en los documentos y en la relación que tenía el ejército con ellos. Me resultaba extraño lo que había ocurrido. ¿Está el gobierno involucrado en esas muertes? ¿Quién mandó al ejército al DICC? ¿Es peligroso lo que estoy haciendo? Demasiadas preguntas para tan pocas respuestas.

Seguí pensando, mirando al infinito hasta que escuché el claxon de un coche a veinte centímetros de mí y acto seguido pude percibir la velocidad a la que iba por el polvo que levantó. Involuntariamente mi cuerpo dio dos pasos atrás a la misma vez que intentaba frenar el pulso del corazón. Un susto como aquel no se vivía todos los días. Estuve a punto de cruzar la calle principal con el semáforo en rojo.

— Dejemos de pensar en ese tema hasta que lleguemos a casa Boris — me decía a mí mismo.

Veintidós minutos después estaba montado en el autobús que ni mucho menos era tan suave como el coche de Sonia. Aquella maldita chatarra de raíles era una cafetera a motor. Tenía las paredes pintadas con grafitis y los asientos de plástico tenían roto, la mayoría, las esquinas de los mismos. La ciudad había avanzado muchísimo pero ciertos transportes públicos se habían quedado atrasados, sin reformas ni cambios de máquinas.

A mitad del trayecto, cuando ya me iba acostumbrando al chirrido continuo en cada curva por la que pasaba sonó el altavoz en su interior inicializando el mensaje con un pequeño fragmento del himno estadounidense, aunque algo distinto.

— Señores y señoras, nos informan que la línea treinta y dos está cortada en la avenida Míchigan. Les avisamos que la última parada es en la estación A-12. Gracias por su atención y disfruten del viaje.

Con aquel último mensaje siempre me pregunté si el que lo grabó, una de dos, o no se había montado nunca en un autobús o había sido irónico en la realización del comunicado.

La parada A-12 tampoco estaba muy lejos de nuestro piso pero eso suponía que tenía que pasar por las calles donde más atascos había y donde más se congregaba la gente para hacer nada. Todos tan ricos y bien vestidos, siempre mirando por encima del hombro y con sus diminutos perros metidos dentro del bolso de la mujer. Qué desequilibrio había entre los ricos y los pobres y nadie se quejaba.

Cuando estaba a punto de entrar en pura aglomeración uno de los rascacielos empezó a emitir un comunicado del gobernador en uno de sus pantallones. Normalmente todos se paran para escucharlo y yo sigo andando como si no ocurriese nada pero esta vez me detuve para ver, o más bien oír, cuántas mentiras contaba.

— Queridos ciudadanos y ciudadanas, debo daros las gracias a todos los que me habéis apoyado en las últimas elecciones. Estos días más que nunca nos estamos esforzando al máximo toda la jefatura para hacer la vida de nuestros compatriotas lo más cómoda posible. Hemos mejorado en infraestructuras y el comercio está en auge de nuevo. La delincuencia ha bajado un veinticinco por ciento en las últimas semanas gracias a nuestras autoridades, que lo están haciendo magníficamente. Por desgracia, la radioactividad sigue teniendo un porcentaje muy alto, muy por encima de lo que nuestra especie soportaría pero me atrevo a decir que nuestras vidas en este espacio son inclusive mejor a la anterior. Por último debo anunciaros nuestro nuevo proyecto social, un sistema de redes ferroviarias que conectarán nuestra ciudad con otras de igual importancia. Pronto dejaremos de estar incomunicados. Todos estos proyectos son gracias a vosotros. Muchas gracias a todos, os dejo con el himno de nuestro tan apreciado país.

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