Gemelas al borde.

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La muchacha mira ceñuda a la gota de agua que tiene como hermana frente a ella. Pelear contigo mismo es algo complicado.

Hace nada que su padre se marchó con prisas diciendo que Raquel había llamado y que necesitaba que su prometido regresará pronto para escoger las flores.

Sí, mi padre se casaba. Y para mejorar la situación, la mujer me detestaba. ¿Cómo iba a vivir con ellos si la prometida de mi padre querría asesinarme cada cinco minutos?

Mamá y él habían discutido antes de que papá se marchara. No había podido contenerme y se me habían saltado las lagrimas. Puede que mi padre fuese descuidado, distraído y olvidadizo, pero llevaba viviendo solo con él doce años. Mi hermana y mi madre se habían convertido en extrañas para mi. Y ahora mi padre, mi único familiar durante años, me dejaba con desconocidas.

Cuando mi madre me había visto llorando le había gritado que esa arpía, como ella había llamado a Raquel, estaba haciéndolo abandonar a su propia hija. Mi padre le había dicho que era asunto suyo qué hacía. Y que solo serían unos días. Mamá lo había mirado mal y le había tirado la puerta en la cara. Papá se había ido enfurruñado y había arrancado el auto a toda marcha. Ni siquiera había dicho adiós.

De eso hace ya veinte minutos. Y desde ese momento mamá había subido a su habitación afirmando que necesitaba dormir un poco. Ni siquiera había podido mirarme. Yo había quedado de pie frente a la puerta principal con el ceño fruncido y mis maletas a mi alrededor.

Brooke estaba repantingada en el sofá mirándome de brazos cruzados y con una ceja enarcada. Como cuestionándose si dejarme ahí plantada un rato más o invitarme a sentar.

- ¿Podrías decir algo y dejar de mirarme fijamente por favor? - gruñí arrojándome en uno de los sillones que estaba cerca mío. Su ceja se elevó aún más. Juro que esa ceja hacia acrobacias sobre sí misma. Puse los ojos y observe todo a mi alrededor.

A decir verdad, esto era más de lo que creía que ellas tenían. Era como su propia pequeña mansión. La sala estaba decorada de forma sutil, elegante y vintage. Unos mullidos sillones de cuero café estaban colocados alrededor de una mesilla rectangular de vidrio con pequeñas patas de madera en la que reposaba un largo jarrón con forma de tubo. Eran dos, para ser más precisos. Uno del lado derecho y otro del lado izquierdo, que era en el que me encontraba sentada yo y el más cercano a la puerta principal.

Frente a la mesilla se ubicaba el sofá en el que Brooke estaba repantingada. Estaba recostada con la cabeza apoyada en uno de los brazos del sofá, tenía los brazos cruzados y un libro reposaba perezoso en su estómago. Elevándose y descendiendo con cada respiración que tomaba mi gemela.

En la pared frente a la mesilla había una chimenea y sobre está un cuadro que me sonaba bastante reposaba tranquilo sobre la pared. Rodeando el borde de la chimenea habían una gran cantidad de discos de música y revistas. Tras el sillón que se encontraba a la derecha de la mesita de centro había un enorme estante que ocupaba toda la mesa. Estaba repleto de libros de todo tamaño, grosor y color.

Y detrás del sillón en el que me encontraba yo había un enorme ventanal que iba desde la mitad de la pared hasta un poco más abajo del límite de la pared. Un murillo acomodado con cojines hacia de sillón.

El suelo de madera brillaba limpio y una alfombra persa descansaba debajo de la mesilla, los bordes de esta rozando los mullidos sillones.

Todo bastante bonito y ostentoso pero de una forma que no se veía... Presumida.

- Te sorprende nuestra casa. ¿Esperabas algo menos lujoso? - preguntó Brooke lanzándome una mirada ponzoñosa mientras tomaba su libro y comenzaba a leer.

- Sí, lo esperaba. Debo  admitir que tienen buenos gustos, aunque Raquel tiene mejores - le solté a mi hermana con malicia para picarla.

- Me alegra que te lleves bien con ella, gemeli. Después de todo es tu nueva madre - la voz de Brooke sonaba plana e indiferente. Como si aquello no le afectara en lo más mínimo. La mire mal y me levante del sillón. En dos zancadas estuve frente a ella y le arrebate el libro de las manos. Arrojándolo lejos a algún lugar de la estancia.

Brooke me miro sin inmutarse y se colocó en pie como un gato desperezándose. Aunque éramos gemelas mi hermana me llevaba un par de centímetros más.

- Tus rabietas infantiles no servirán de nada, Chloe. Tendrás que quedarte aquí hasta que papá regrese. No quiero que mamá lo pase mal por ti. Así que mantente al margen y trata de preocuparte por alguien más que tú misma por una vez - me soltó con brusquedad mi hermana. Se apartó de mí y tomo el libro de donde había caído.

- Él no volverá. Y tú lo sabes - susurré con los ojos encharcados. Iba a echar mucho de menos a mis amigas. Ni siquiera había podido despedirme.
Papá me había hecho recoger toda la ropa. ¿Porqué sería?

- Escucha, el sujeto es un imbécil. Al menos, para mí lo es. Pero dudo mucho que vaya a dejarte tirada aquí y ni siquiera te lo diga - suspiró Brooke restregándose el rostro con cansancio y colocando un par de mechones sueltos tras su oreja.

- Él no volverá, Brooke. No trates de engañarme. Somos gemelas, sé cuando mientes - bufé alisando las arrugas inexistentes en mi blusa negra de The 3 Doors.

- Bien. ¿Quieres la verdad? No, no va a volver. Mamá debe estar en este momento hablando con el director de mi instituto para que permita inscribirte a mitad de curso. Papá te dejo con nosotras para estar con su noviecita y no le importo en lo más mínimo como puedas sentirte. Esa es la verdad - soltó mi hermana con pesadez poniendo cara de pocos amigos.

Mis ojos se humedecieron y lleve mi mano a mis labios temblorosos. No podía creer que mi propia hermana me hubiese dicho aquello. 

- Me alegra saber que al menos puedes ser sincera conmigo. ¿Debo compartir habitación contigo? - pregunte de forma seca mientras limpiaba las lagrimas que empañaban mis ojos pero se negaban a caer. No iba a derrumbarme frente a ella.

- No, hermanita. Tendrás tu propia habitación. Bienvenida a casa - ironizó mi gemela girándose sobre sus talones y saliendo de la sala. Suspiré con pesadez y me arrojé al sofá frustrada.

Éramos gemelas al borde. Ella al borde del desprecio y yo al borde de la desesperación.

Smile Chloe.(pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora