El sol descendía lentamente. Le tomaba aproximadamente media hora desde que se lo veía sin levantar mucho la cabeza, pegado a la pared del cielo, no al techo, a la pared, hasta que el astro bebé se escondía en las faldas de su madre, el océano. Cuando llegaba a las tres cuartas partes su trayecto hacia el horizonte, en el mar se reflejaba como un hilo transversal blanco brillante.
Naomi contaba, ¿cuántos son los segundos que se demora desde que aparece el hilo blanco, desaparece y se esconde el sol?, uno, dos, tres... No se extinguía de una sola vez, había que tener paciencia y procurar que, diez, once, doce, los sentidos no la engañen porque eso de andar mirando fijamente a un reflejo luminoso, veinte, veintiuno, veintidós, daba lugar a invenciones del cerebro, luces que no están, movimientos inventados, qué-sé-yo. No eran segundos, a ver, cincuenta y ocho, cincuenta y nueve, ya va un minuto.
Los números seguían la secuencia de un ruido ajeno que no se puede controlar, uno, dos, tres, el golpeteo del agua cayendo incansable desde el cielo sobre un charco, diez, once, doce, un ruido que se puede identificar y del que se puede elaborar toda una serie de conjeturas, veinte, veintiuno, veintidós, de mucho interés para una comunidad física, treinta, treinta y uno, treinta y dos, científica...o literata, cuarenta, cuarenta y uno, cuarenta y dos, pero que no se puede silenciar, dos minutos. Para Naomi, los números se sucedían uno tras otro, uno, dos, tres, hasta que finalmente cesaban gracias a otros ruidos, diez, once, doce, como una mirada demandante, una voz quejumbrosa o incluso el ruido de los quehaceres pendientes, viente, veintiuno, veintidós.Rafa no tenía más opción que quedarse esperando la interminable caída del sol, la pérdida de tiempo más grande entre las cosas en las que se puede perder el tiempo. Era increíble. Naomi podía estar casi una hora sin hablar mirando a un punto fijo. Qué estupidez. No le quedaba más que esperar porque si regresaba solo a casa su madre los regañaría a él y a su hermana.
- Pobre de ustedes que regresen el uno sin el otro. -había dicho. Y una amenaza como esa, proveniente de su madre, era cosa seria.
Ya a estas horas estaría bañado y listo para ir a jugar. Eran dos horas perdidas esperando la media hora de la caída del sol, los veinte minutos de camino a casa, los cincuenta minutos entre el baño, las palabrerías de Don Roberto, las prohibiciones de su mamá, la voz de papá recordándole la juventud a mamá, Don Roberto asintiendo descaradamente, la merienda y los veinte minutos de camino hasta la cancha. Era de preocuparse. Si llegaba tarde, sus amigos o a) lo pondrían a jugar de arquero o b) lo molestarían hasta el cansancio por ser un hijo de mami. Ni la idea de jugar de arquero ni ser un hijo de mami lo seducían.
El sol llegaba a esconderse y era cuestión de tiempo, ¡ah sí, tiempo!, uno, dos, tres, hasta que todo quedara totalmente a oscuras, diez, once, doce. En ocasiones, Naomi esperaba la oscuridad total, contando, veinte, veintiuno, veintidós, pero bastaba una mirada malgeniada de Rafa, treinta, treinta y uno, treinta y dos, para que abortara la importantísima misión de contar el tiempo y comenzara a caminar, cuatro minutos; además, caminar a oscuras era exponerse a tropezones, embarradas de mierda de gato o de perro, pisar vidrios, etc.
Rafa bruto, uno, dos, tres, ¿por qué no puedes quedarte callado y disfrutar del sol yéndose a pique des-pa-ci-to, diez, once, doce y del último bocado de luz?, veinte, veintiuno, veintidós. No sabes apreciar la naturaleza, veintitrés, veinticuatro, no sabes callar tu mundo, veinticinco, veintiséis, y tus pensamientos, veintisiete, veintiocho, por un rato. Pobre niño inmaduro, veintinueve, treinta, pensaba, y le acariciaba el cabello mientras, treinta y uno, treinta y dos, seguía contando, cuatro minutos con treinta y cuatro segundos.
Rafa fingía una sonrisa hasta convertirla en mueca.Hogo Náutico
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Rafa y Naomi
Short StoryRafa no tenía más opción que quedarse mirando la interminable caída del sol, la pérdida de tiempo más grande entre las cosas en las que se puede perder el tiempo.