Hace mucho, mucho tiempo, cuando el mundo aún existía, un señor mayor se iba a jubilar. Como regalo para sus antiguos compañeros el señor Gandolfo les regaló una maceta con tierra. Pero no una simple maceta con tierra. Era una maceta que en su interior guardaba tapado con tierra un precioso tomate rojo y redondito. Los compañeros regaban el tomate con mucho cariño y amor. Al cabo de un mes, el tomate era ya el orgulloso papá de una preciosa planta de ocho redondos tomatitos rojos.
La gente que pasaba al lado de la planta se paraba para mirarla y decir:
-¡Que planta tan bonita!
Se paraban a mirar como crecía y se estiraba, y brillaban sus hojas con el sol. Pero cada vez había más y más gente quieta, parada, petrificada por la bonita planta; hasta que todo el mundo la miraba embelesado.
FINEPÍLOGO: Pasaron muchos, muchos años sin que nadie se moviese. La planta creció, pero se aburrió de que la mirasen. Como el mundo se aburría también; desapareció.
😀