- Y aquí tienes la escoba y la fregona.
- Estúpido colegio...- maldijo por lo bajo.
Aquel castigo era injusto. Limpiar todas las clases del piso, unas diez tirando por lo bajo. No entendía cuál era el problema de la jefa de estudios. No es que fuese la alumna modélica, pero los únicos líos en los que se mentía era por culpa de su vena charlatana. Nunca se había metido en peleas físicas, no copiaba en los exámenes y tenía todos los deberes y trabajos al día.
Apenas llevaba un cuarto de hora cuando apareció una niña debajo del marco de la puerta. Tendría unos diez o doce años. Su pelo era rubio oscuro, recogido en dos coletas con graciosos ricitos en las puntas. Sus ojos vivarachos y alegres, de un tono esmeralda, denotaban que estaba emocionada por algo, como si hubiese descubierto algo bastante importante.
- Alexis. - se presentó.
- No, me llamo Seraffine.
- Que yo soy Alexis. - aclaró.
- Ah, eso ya lo sé.
- ¿Y eso?
- Porque mi primo vive enfrente tuya.
- ¿Matt? - desde luego, no se parecían en nada, tan distintos como el sol y la luna.
- Sí, Matt - respondió impacientemente.- ¿Piensas seguir haciendo de chacha o prefieres venir conmigo?
No le dió tiempo a responder, la cogió de la mano y la arrastró hacia una esquina. Sacó una bolsita y desparramó su contenido encima de la mesa. Eran pequeños colgantes plateados de diversas formas.
- Tienes que escoger una piedra, un animal y una flor.
- ¿Por qué me los das? ¿De dónde los has sacado?
- Eh... es que es un secreto, pero cuando elijas te lo cuento. - bueno, no pasaría nada por continuar el juego que Seraffine había inventado.- Escoge bien, es importante. - añadió con seriedad.
A Alexis le llamó la atención una piedra de aspecto nacarado. La luz incidía de tal forma que despedía destellos brillantes.
- Muy bien, muy bien.
Miró las figuras con forma de animal. Un búfalo, un castor, un ciervo... pero se encaprichó con la pantera.
- Solo falta uno, vamos.
En el instante que la reconoció la escogió de entre todas. La flor de naranjo le traía buenos recuerdos, crecía en casa de sus abuelos.
- El trato está cerrado.
- ¿De qué trato estás hablando? - se estaba empezando a asustar.
- Es que era un secreto, te lo he explicado antes.
- Qué bien - exclamó sarcásticamente.
- No te pongas así, es un gran honor. La Luz me encargó que os buscase.
- ¿Qué luz?
- La Luz. Primero déjame hablar, no me interrumpas.- Alexis asentió, confusa.- Bien, a ver cómo te lo explico... Pues mira, que existe otro mundo aparte del humano y has sido elegida para protegerlo. ¿Alguna pregunta?
- Sí, tengo una. ¿De qué manicomio te has escapado?
- Entonces, listilla, ¿qué es esto?
Chasqueó lo dedos y de la planta del pasillo salieron unas raíces que se enroscaron alrededor de la boca de Alexis, para que no pudiese gritar. La muchacha no podía creer lo que estaba pasando, eso no era algo que se viese normalmente.
- ¿Me crees ahora?- Negó con la cabeza, todavía en estado de schock.- ¡Estúpidos humanos! ¡Sois todos unos incrédulos! -gritó enfadada.
La planta se aflojó y Alexis se la apartó de la cara lentamente, con miedo de que volviese a moverse. Seraffine parecía muy triste, pero teniendo en cuenta que ella estaba al borde de la histeria, no le importó mucho.
- Tienes que creerme.- suplicó arrodillándose a su lado.
- Vale.- respondió con un hilillo de voz, sorprendida de que pudiese hablar después de lo que había visto.- Supongamos que es cierto lo que dices.
- Suposiciones, pff.
- Entonces, ¿qué eres? ¿Un hada?
- Un hada... me estás comparando con un hada.- repitió con tono de burla.
- Eh, lo siento, no era mi intención herirte.
- Claro que no lo era, pero los humanos sois tontos. ¿Un hada? ¡Venga ya! ¡Yo soy un elfo!- suspiró y cerró los ojos.- Hace mucho tiempo los humanos decidisteis poblar el Antiguo Mundo. Hicieron falta muchísimos años para que la Tierra recobrase el color y la vida.
- ¿Qué pasó?- desde luego, si era una mentira, estaba muy bien pensada.
- No se sabe exactamente, se dice que cayó una estrella del cielo.
- ¿Una estrella?
- Sí, según el Pergamino, "un astro brillante atravesó los negros cielos, arrebatando la vida a todo aquello que el Antiguo Mundo poblaba, cubriéndolo con un manto de llanto y cenizas".
- Muy... poético.
- ¿Poético? Es historia pura y dura. Quizás lo adornaron un poco... pero, ¿qué esperabas? Nadie ha visto jamás el Primer Pergamino.
- Ahora resulta que hay más de uno...
- Calla y escuha. Según vuestros cientri... cienti...
- ¿Científicos?
- Eso. Según esos, cayo un meteorito, ¿te suena? Pues como ese pero antes.
- E-eso tuvo que haber pasado hace millones de años.
- Pues claro, ¿qué esperabas? ¿Que el Antiguo Mundo se recuperase en un día? Hizo falta mucho tiempo para que volviese a ser el mismo y, aún así, los humanos os las habéis ingeniado para destruirlo todo.
A Alexis le dieron ganas de darse con la mesa en la cabeza. ¿Cuándo había empezado a creer a esa mocosa? Desde luego, después de esto nadie la ganaría a boba del año.
- Pero bueno, eso no importa ahora. Los Centinelas deben ser encontrados, hace tiempo que las cosas van de mal en peor.
- Sabes, seremos inútiles, pero los humanos tenemos algo que se llama internet, y así es más fácil encontrar personas.
- Pues ya te estás dando prisa, no vamos sobradas de tiempo precisamente.
- Y esa luz, ¿te dió una lista? - dijo Alexis en un tono de burla.
- Sí, espera un momento.
Revolvió en un bolsito de seda plateada fina y suave. Alexis abrió los ojos como platos, ¡tenía medio brazo metido! Y sacaba objetos de lo más estrafalarios. Una especie de brújula plateada, un botecito llene de una sustancia verde que parecía pegajosa, un sombrero de tela azul y dorada, una vara de madera blanca...
- Aquí está.
Le tendió un pergamino rugoso. La caligrafía era firme y delicada, pero lo que más le sorprendió fue que solo su nombre figuraba en la extraña lista. Ahí, en medio de un papel en blanco, "Alexis Woolf" escrito en letra clara y grande. Levantó la vista y dirigió a Seraffine una mirada escéptica.
- Yo soy la centinela Elfo. Como ves, mi nombre no figura. Eso es porque ya he sido encontrada y he firmado el trato. Tú debes hacer lo mismo para que otro nombre aparezca y así encontrar al siguiente compañero.
Firmó al lado con una pluma que le tendió su nueva amiga. Poco a poco el pergamino absorvió la tinta, dejándolo completamente en blanco. Pero después, casi inmediatamente, surgió otro nombre. Y este lo conocía.
- Thomas Johnson.
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Iniciación (Libro 1 de las Crónicas del Último Amanecer)
FantasySer una de los Centinelas, protegiendo mundos tan distintos entre sí, cambiaría todo lo que conocía hasta ahora Alexis. Junto a doce compañeros de razas tan extrañas para ella como elfos, phookas y níveos, se embarcará en una aventura de la que espe...