Parte 1

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 Los humanos, aquellos seres que por naturaleza tienen el sentido de la maldad, ese sentido que no sólo mata por supervivencia, sino, por mero placer. El ser humano es el animal que no teme a matarte para seguir vivo él, que viola a los más débiles para su propio placer. Es aquella bestia que todos temen, incluso, se teme a sí mismo, pero es la criatura que tiene más temores que ningún otro animal. Pero en el fondo, también pueden ser cariñosos y bondadosos, pero como esas personas quedan muy poco, pues, las que quedan, suelen estar muy escondidas para que nadie les utilice... Y así es la humanidad, una panda de personas egoístas e hipócritas a las cuales, muchas personas de las que existen, no deberían vivir... O al menos eso es lo que piensa una muchacha de una ciudad algo tranquila, sus calles estaban abarrotadas por personas que vendían droga o emprendían la prostitución. Ella por suerte, vivía en la zona más tranquila de la ciudad, donde no solía haber ningún tipo de ruido. Aquella chica, no tenía ningún problema en casa, no tenía nada que le hiciera daño, pero ella veía el daño en los demás. Veía en la televisión como las guerras mataban a niños y personas inocentes, como personas mataban a otras por placer... Ella estaba asqueada con el mundo, todo lo que veía le resultaba asquerosamente horroroso.

  Vivía en un piso, en lo más alto, en el ático, donde tenía una terraza enorme donde muchas veces se quedaba mirando las estrellas, aquellas estrellas que tanto admiraba porque era lo único que parecía estar en paz. La noche le resultaba el mejor momento, para ella, aquella oscuridad, esa su amor, se lo contaba todo a la oscuridad, y ésta le escuchaba sin decir nada a cambio. Ella era una chica de estatura baja, delgada, con el cabello castaño suelto y ondulado, tenía ojos marrones brillantes, con una sonrisa dulce, que solo dedicada para las estrellas, pues pensaba que aquel hombre que la amaba estaría por ahí, en algún lugar entre las estrellas.

   Una de tantas noches, una en especial, cuando ella tenía sus 21 años, pudo ver nuevamente por televisión lo mal que estaba el mundo con las guerras, decidió ir a la terraza enfadada, y miró abajo, vio por primera vez en su calle como mataban a un crío por no darle dinero a un hombre. Por aquel desbarate deseó a las estrellas la desaparición de la humanidad ante todo el mundo.

  Una estrella cayó del cielo en ese mismo momento que pidió el deseo, la chica, que había cerrado los ojos fuertemente, sitió un temblor en el suelo. Los abrió rápidamente y pudo ver como todo se había paralizado. Fue a sus padres e intentó ver si la contestaban o al menos despertarles, pero era inútil.

          - ¡Papá! – gritaba desesperada sollozando.

          - Ellos no pueden oírte – le dijo alguien detrás de ella, ésta se dio media vuelta y vio a un joven bastante bello, pero parecía inhumano, sus cabellos blancos lisos con volumen hacían que taparan un ojo del joven, los ojos del chico eran violetas, y vestía con ropas ajustadas y anchas negras. Estaba apoyando en la puerta de cristal de la terraza mirándola fijamente.

          - ¿Quién eres? – quiso saber ella.

          - Me ofende que no sepas quien soy... - se enfadó el joven al escucharla -. Soy aquel que ha estado todas esas noches escuchando tus problemas, soy aquel que te ha estado mirando cada noche cuando no estabas en tu casa, soy aquel que siempre as confiado tus secretos.

         - ¡¿Qué?! – se sorprendió ella -. Yo no le he dicho a nadie ningún secreto mío. Y mucho menos a ti.

         - Azucena – la llamó el joven acercándose a ella lentamente -, eres inocente y majestuosa, cualquier hombre se rendiría ante ti si te lo propusieras -. El joven le toco la cara con la mano, ella asustada le miro y pudo ver que era un chico muy atractivo -. Pregúntame lo que quieras – se separó de ella y alzó los brazos mientras andaba hacia la terraza -, yo te responderé a todo lo que quieras.

        - ¿Por qué mis padres están así? – quiso saber Azucena.

        - Es simple – se dio la vuelta el chico y la miró -, pediste un deseo, que haré realidad en poco tiempo.

       - Un deseo... - pensó ella, y se acordó de aquel momento – Pero no quería decir eso... Yo...

       - Un deseo es un deseo, y yo estoy para cumplirlo – explicó el joven sentándose en la vaya de la terraza..

      - ¿Eres como un hada de los deseos? – se extrañó Azucena.

      - ¡No! Para nada parecido a eso – negó el joven indignado -. Tampoco soy una estrella, pero soy un ser al que te ha escuchado desde que hablaste con ellas. No soy humano, pero no soy un extraterrestre. Algunas personas me pueden llamar ángel, otras, demonio, según les da.

      - ¿Y por qué vas a hacer mi deseo realidad?

      - Porque al escucharte me enamoré de ti, y es raro en mí que me enamore de una humana como tú. Y por eso te haré feliz.

      - Pero yo no quiero que mis padres ni mis amigos desaparezcan... ¿Qué pasará de aquellos que son buenas personas?

      - ¿De veras crees que la humanidad tiene algo bueno? Todas las personas, incluso tú, tenéis una maldad interna, no hay maldad sin bondad, al igual que bondad sin maldad.

      - Pero yo no quiero que desaparezca toda la humanidad.

      - Eso lo debiste pensar antes de formular tu deseo.

      - Pero si me amas podrías hacerme ese favor.

      - Por desgracia no puedo... Formulé las palabras concretas para que la humanidad desapareciera. Pero amor... No te preocupes, tardará unos días en desaparecer.

      - ¿Qué podría hacer para que no murieran? Sé que lo sabes.

      - Es fácil, sólo es encontrarme de nuevo y romperé el deseo, pero una cosa te diré, no es lo mismo que yo te encuentre a que tú me encuentres, pues siempre estaré contigo y podré visitarte cuando quiera, pero si tienes suerte de encontrarme podrás romper el deseo y pedir otro.

      - ¿Cuántos días me das?

      - Contando que pronto será de día... Un mes. Pero nunca se sabe como hará la humanidad para que se acabe antes este deseo.

      - ¿Cómo podré encontrarte?

      - Solo tu corazón, si lo quiere de verdad, me encontrará - sonrió alegremente -. Que mal educado que soy – bajo de la vaya y se acercó a ella, Azucena se había acercado a la terraza en ese momento – me llamo Ciprés, para las plantas significa dolor y muerte, quizá por eso no me importe exterminar a la humanidad... Pero bueno. Amor – le volvió a agarrar la cara y se le acercó a la suya -. No me mires con esos ojos de rabia, tú misma lo deseaste – Ciprés la besó y luego se apartó hacia atrás –. El final estará pronto, recuerda, si me encuentras te dejaré que pidas otro deseo y éste se romperá.

      - No sé como lo haré, pero te encontraré y cambiaré todo.

     - Eso es lo que espero, porque no me gustaría verte triste en un mundo en el que vivirías como única humana entre los que son igual a mí.

Ciprés llegó a la vaya y allí se despidió con un gesto de mano y desapareció, al desaparecer todo volvió a la normalidad, y sus padres volvían a moverse. Ella decidió ir a la habitación y echarse en la cama para pensar en donde buscar al día siguiente.


Un deseo a la noche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora