A la mañana siguiente, Azucena se preparó para la quedada con Mirto. Y allí, ella, le comentó lo que Ciprés le había comentado a la noche.
- Si tu corazón no lo desea, no podrás encontrarme... - dijo Mirto pensativo en lo que se quería referir Ciprés al respecto - ¿Has pensado que a lo mejor es alguien que siempre esta contigo y no sabes que es él porque no lo sientes?
- Ahora mismo el único amigo que tengo más cercano eres tú - avisó Azucena.
- Y yo no soy - siguió pensativo Mirto -. Con lo cual... Vas a tener que desearle... Querer saber de él... No queda otra.
- ¿Pero cómo hago eso? Quiero encontrarle para que me quite aquel deseo incorrecto que pedí, pero con más que quiero no lo consigo.
- No lo sé... Pero, sí de veras te quiere, querrá ser correspondido, Azu.
Azucena se quedo pensativa, ¿Ciprés quería que le quisiera? Lo vería normal si era así, pero ella no sentía nada por él, no podía querer encontrarle en esos momentos por otra cosa que no fuera por corregir aquel deseo.
- Azu - la llamó Mirto - ¿Le has conocido bien para ello?
- Él a mí, según, me conoce perfectamente - explicó Azucena -, pero, yo no sé nada de él, y cuando le conocí me hizo eso... Es normal que no le quiera. Es normal que no quiera buscarle en realidad.
- Ese es el problema - sonrió Mirto dulcemente. Azucena al verle sintió que aquella sonrisa ya la había visto antes, pero no recordaba donde -. Deberás querer verle en realidad, si lo haces así, seguro que le ves.
- No sé cómo lo haré.
- Yo te ayudaré. No sé cómo, pero lo haré.
Azucena abrazó al joven y él se sorprendió de ello. Él la abrazó dulcemente con una sonrisa, podía sentir la alegría de ella y el cariño que ella empezaba a sentir por él, y no le desagradaba, pues él quería que ella sintiera eso por él.
- Azu - la llamó -, tengo que hacer unas cositas, ahora en una hora te llamo y nos vemos. ¿Vale?
Ella le afirmó y le soltó, el joven se fue, ella se quedo ahí parada, en el parque mirándole marchar, hasta que desapareció.
- No le has dejado de mirar en ningún momento - se oyó la voz de Ciprés en su oreja. Azucena miro hacia atrás y le vio a su lado.
- ¿Has estado escuchando nuestra conversación? - se alteró Azucena.
- Claro - afirmó Ciprés -, ya te dije que siempre estaba al lado tuyo.
- Pues no me gusta que estés siempre cotilleándome.
- Sólo es por tu bien, no quiero que te suceda algo que no pueda evitar - Azucena le dio la espalda -. Además, él te gusta.
- ¿Cómo puedes...?
- Se te nota en tus ojos, en tu mirada - Ciprés sonrió débilmente, ella se sorprendió pero sintió calidez en esa sonrisa, había algo en ella que la resultaba familiar, pero no caía en qué.
- Con él me siento como si le conociera de toda la vida.
- Si sólo buscas no encontrarás, pero si encuentras lo buscado, será tu felicidad.
- ¿A qué te refieres?
- Eso lo deberías saber ya... Ya que te falta sólo dos semanas y media. Y aún no me encontraste. Quizá esté más cerca de lo que piensas.
- ¿No seré yo misma?
- Tú te quieres a ti misma, pero no, a mí las personas como verás me pueden ver. Pero ¿Vas cayendo en lo que quiero decirte de cómo buscar?
- La verdad, es que no... Lo dije por decir.
- Azu... Sé que lo conseguirás, aunque sea en el último momento. He de dejarte. Te estaré observando, aunque no quieras.
- Espera Ciprés... - antes de que pudiera decir nada más, Ciprés desapareció -. Quería conocerte, y saber porque tu sonrisa me suena tanto...
Azucena se dio una vuelta y aprovechó a visitar a una amiga en su trabajo. Visitó a una que trabajaba en un bar, le hablo del chico que había conocido, Mirto. Su amiga le dio ánimos para que consiguiera conquistar al chico. Con los ánimos de su amiga, se fue al parque donde solía estar con él, pues, empezó a llenarse el bar y tuvo que dejarla trabajar. En el parque se sentó en un banco esperando verle en cualquier momento. Por un momento se olvidó de Ciprés, pero al ir pasando la tarde y las horas, se dio cuenta de que si no encontraba a Ciprés, Mirto moriría, con lo que le empezó a dar miedo. No quería perder a Mirto, para nada, sobre todo a él, y deseó con todas sus fuerzas poder encontrar a Ciprés, pero una llamada de teléfono móvil hizo que su pensamiento desapareciera, era Mirto. ¡Le estaba llamando!
- Azu - la llamó - ¿Dónde estas?
- Estoy en el parque, donde siempre - le dijo Azucena.
- Espérame ahí, yo ahora voy.
- Vale - nada más terminar la palabra colgó el teléfono móvil y lo guardo.
Esperó unos minutos y le vio aparecer, él le saludó y se sentó al lado de ella. Ésta le comentó lo que Ciprés le había dicho cuando él se había ido, pero no todo, no le comento el momento en el que decía que a Azucena le gustaba Mirto.
- "Si sólo buscas no encontraras, pero si encuentras lo buscado será tu felicidad" - repitió Mirto las palabras que le dijo Azucena de Ciprés -. Creo que te esta dando una pista Por mi entender, y por todo lo que me has contado, pienso que quiere que le encuentres y esta haciendo todo lo posible para ello.
- Pues yo no me entero - se quejó Azucena.
- Azu... - Mirto le sonrió dulcemente, ella se sintió, nuevamente, que esa sonrisa la conocía, pero no caía del por qué -. No pasa nada. Buscaremos por todas partes, aunque si pudiera hablarle sería más fácil...
- Es verdad - pensó ella en alto -. Él no aparece cuando estas tú - la cara de Mirto se iluminó, parecía que algo en él parecía que iba a explotar de alegría, pero cuando continuo Azucena -, será que te tiene celos - la cara de Mirto se volvió a apagar y empezó a reír, y con él, ella.
- Un demonio celoso de mí - rió Mirto -, eso tengo que verlo.
- Hablaré esta noche con él, a ver si quiere verte.
Los dos jóvenes salieron del parque y emprendieron la búsqueda por los recreativos, bares y lugares donde veían que había gente. Aunque más de buscar, parecía que paseaban. A la noche Mirto la acompañó a casa, allí entre risas, los dos se miraron fijamente a los ojos y dejaron las risas. Los ojos marrones de Mirto brillaban más que las estrellas aquella noche, Azucena los miraba nerviosa, pues, aquellos ojos la miraban dulcemente y cariñosamente.
Mirto tardó en poder pronunciar palabra, pero al final se despidió con un gesto de la mano, el mismo gesto que hacia Ciprés, pero ella estaba tan embobada que ni se había dado cuenta. Subió a su casa y fue a la terraza a hablar con las estrellas esperando, que esta vez, Ciprés le volviera a hablar, pero no fue así, Ciprés no apareció, y le dejo extrañada, se quedó un buen rato a ver si tenía noticias de él, pero no obtuvo nada. Era extraño, pero le estaba echando de menos. Al pasar un rato al ver que no pasaba, se fue a dormir apenada, y ahí espero a que la mañana apareciera en algún momento.
Al día siguiente quedó con Mirto, le comentó que no había podido localizarle, y esperaba a ver si hoy podía. Pero fue inútil, aquel día Ciprés tampoco apareció, y cada vez se iba poniendo peor la cosa, todos los consejos de Ciprés no la llevaban a nada, no entendía nada, ¿cómo lograría encontrarle si ni siquiera le veía?
Fueron pasando los días, la amistad de Mirto y Azucena iba en aumento, los dos empezaban a sentir algo el uno por el otro, pero Azucena estaba nerviosa y atemorizada. No conseguía ver a Ciprés, y no quería que Mirto desapareciera de su vida.
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Un deseo a la noche.
FantasyCuando las personas nos cabreamos, solemos hacer o decir cosas que realmente no deseamos. Eso es lo que le paso a nuestra protagonista, Azucena, que al cabrearse pidió un deseo a las estrellas y éstas quisieron conceder. Ahora se verá en un lío por...