Capítulo 1

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Mar del Plata, 15 de Octubre del 2014

Estoy harta, siempre la misma rutina: Levantarse,comer,estudiar,trabajar,dormir. Ese patrón nunca se termina y no quiero estar atada a un lugar y vivir muerta. Necesito la gran aventura de mi vida, salir de este lugar estructurado donde todos hacemos lo mismo cada día de nuestra vida. No me hace feliz, quiero salir al mundo y vivir mi vida, tomar un colectivo y no saber que me esperará el siguiente día. Por eso es que estoy en la terminal a las 08:00 am esperando que salga el colectivo que me llevará a Bariloche. No se que haré allí, tal vez recorra el lugar y luego tomaré otro colectivo, o quién sabe, tal vez un avión y vaya hacia otro lado, pero por ahora solo viajaré por la carretera sin preocuparme por el mañana. A mi padre no le gustó mucho la idea pero ya tengo dieciocho años y tuvo que aceptar que ya no soy una niña y puedo hacer lo que quiera, aunque me costó mucho dejarlo, ya que solo me tiene a mí luego que que mi madre lo abandonara cuando yo apenas tenía dos años y me entristeció dejarlo solo, pero sé que si no me iba rápido iba a terminar aplastada por el mundo y sus reglas.

Miro el reloj: 08:20, estoy impaciente por irme y dejar todo atrás pero para mi mala suerte todavía faltan diez minutos para que llegue el colectivo. Luego de tres uñas comidas, llega el micro y no puedo evitar sonreír y pensar: ya casi lo logro. Tomo mi maleta con ruedas y me dirijo a la puerta del micro para darle el papel a un hombre alto y fornido, de cabello oscuro y ojos color miel con un impecable traje, supongo que es el conductor. Me regala una sonrisa no del todo inocente cuando le entrego el papel e intento devolvérsela pero estoy segura que pareció más una mueca de horror que una sonrisa.

Hago la fila para guardar mi maleta y cuando llego otro hombre con traje - este de pelo color negro y ojos verdes - toma mi equipaje y lo lanza sin mucho cuidado. Por lo menos no me lanzó una sonrisa pienso mientras hago fila para entrar al micro. La fila avanza más lento de lo que me gustaría pero me contengo .Pronto no estaré aquí. Repito esto mentalmente hasta que por fin llega mi turno y me encuentro otra vez con el hombre fornido que me hace subir al micro, no sin antes lanzarme una mirada que hace que me sienta sucia. No soy fea pero tampoco hay mucho que admirar. Tengo el cabello largo y negro como el abismo y ojos verdes.Mi piel es demasiado pálida y mido 1.70. Soy delgada pero al mismo tiempo curvilínea. En fin, no soy bonita pero hay mejores.

El autobús es color azul y los asientos resultan reconfortantes. Me siento el en asiento al lado de la ventanilla con la intención de llamar la menor atención posible y me acomodo en el cómodo asiento que hay en el segundo piso del micro.

Cuando arranca no puedo evitar sonreír y pensar: Lo logre, salí de esta ciudad y nadie sabrá que será de mí mañana. Miro por la ventanilla y luego de un buen rato decido ponerme a leer un rato, ya que el viaje durará alrededor de 23 horas. Abro mi ejemplar de Orgullo y Prejuicio de Jane Austen y comienzo a leer.

A las doce del mediodía bajamos en una estación de servicio para comprar algo que podamos comer y lo agradezco ya que mis piernas están duras de tantas horas sentada. El aire cálido de Octubre golpea mi cara y respiro profundamente notando que a los alrededores sólo hay césped y carretera. Entro al lavabo y luego de lavarme la cara me compro una hamburguesa y un refresco y me siento debajo de un árbol a almozar. No muy lejos de mí hay una pareja de no más de treinta años, una chica rubia sentada comiendo sola, el conductor fornido que camina de un lado a otro para lo que creo que es estirar sus piernas, y más gente dispersada comiendo por ahí.

A la una nos hacen volver al micro y me encuentro otra vez sentada en mi cómodo asiento y como ya me he acabado mi novela decido dormir un rato.

Cuando me despierto pasan las cuatro de la tarde y no puedo creer que haya dormido tanto. Anuncian que a las cinco haremos una parada y me alegro de haberme despertado.

Mientras espero la próxima parada pienso en poder hacer algún amigo, ya que en Mar del Plata sólo tenía una amiga de verdad, Avril la cual no entiende mi lema de vida: " No sigas a la manada de pájaros, ve y se una paloma libre " y más o menos por eso es por lo que me encuentro hoy aquí en un asiento de autobús rumbo a Bariloche y luego quién sabe donde, ya que no me gusta la idea de saber lo que el mundo y el destino tienen para mí y yo quiero controlar mi propia vida. Voy a echar de menos a Avril, pero en cierto modo me alegro de haber dejado todo atrás y no tener que darle explicaciones a nadie. Soy un espíritu libre con poco peso a mis espaldas, sólo lo necesario.

En medio de mi monólogo interno el autobús se detiene y las personas se apresuran a bajar los pocos escalones y salir del micro para ir a una tienda en medio de la nada y rodeados de vacas. No tengo idea de donde estaremos pero sé que aún queda un largo viaje. No tengo hambre así que sólo voy al lavabo y salgo a caminar hasta que tengamos que volver a subir.

Todo a mi alrededor es verde y mas allá de una cerca hay vacas comiendo. Paseo por el campo y me permito disfrutar de mi primera experiencia siendo libre y me alegro de haber tomado esta decisión y llevar a cabo este viaje ya que podré tener tiempo para mí misma y no tener que darle explicaciones a nadie.

Cuando volteo me sobresalto al descubrir que me aleje bastante y que las personas ya están haciendo fila para entrar al micro. Me desespero y comienzo a correr por el cesped lo más rápido que mis piernas me lo permiten.

-¡Esperen! -Grito justo cuando la última persona está subiendo al autobús y se cierran las puertas. Estoy demasiado lejos para que me escuchen pero no pueden dejarme, ¿Cierto? Deben contar las personas antes de subir y recuerdo que en la última parada nadie nos contó.

Continúo corriendo con el corazón palpitándome en el pecho cuando me tropiezo con mis propios pies y caigo de cara al suelo justo cuando el micro comienza a avanzar sin mí. Mierda. Mierda. Mierda y más mierda. ¿Qué se supone que voy a hacer? este viaje ya no me parece tan buena idea sin ningún medio de transporte ni valija. Mierda, mi valija.¡¡Ahí tenia todo mi dinero y mi ropa!!

Me levanto del suelo hecha una furia y me sacudo mis jeans azules que ahora están cubiertos de cesped y barro, mi musculosa blanca toda manchada y mi cabello lleno de hojas y ramas.

No te desesperes, me digo a mi misma, camina hacia la ruta.

a la vista, por lo que tendré que caminar bastante si quiero llegar a algún lugar sin dinero, donde buscaría un teléfono público y llamaría a alguien. No, no podría llamar a nadie sin que me recordaran que esto era una mala idea y me echen todo en cara. Ya me las arreglaré yo sola.

Cada paso me resulta más doloroso, no se cuanto tiempo llevo caminando pero hasta ahora no he visto ningún cartel o señal y ya estoy cansada. Además pronto oscurecerá y no tendré donde dormir y no me gusta la idea de dormir sola en el medio del campo junto a la carretera.

Cuando creo que ya no aguantaré ni un solo paso más sin agua ni comida veo que un jeep wrangler se está acercando y no pienso antes de ponerme en una esquina de la ruta y hacer autostop. Prefiero morir intentándolo que quedarme aquí sola en medio de la nada sin comida, agua ni dinero. El vehículo para a unos metros y me apresuro a caminar y tomar una gran bocada de aire antes de abrir la puerta del copiloto porque no se con qué me encontraré cuando abra esa puerta.


Hacia el final del recorridoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora