Desde luego no esperaba encontrarme con alguien así cuando hacia autostop. Creí que pararía un viejo baboso que me chantajeara a cambio de que me lleve, un matón, un secuestrador o alguien así, pero cuando abrí la puerta lo que me encontré no me lo esperaba ni en mis sueños.
A mi lado, sentado en el asiento del conductor había un chico de no más de veinticinco años, cabello revuelto castaño, unos alucinantes ojos azul eléctricos y un asomo de barba de dos días. Tenía una sonrisa de lado y una perfecta ceja oscura elevada hacia arriba con una mirada de interrogación. Se podía apreciar su perfecta musculatura bajo su camiseta negra, se notaba que ese cuerpo era ejercitado, pero no en exceso. En uno de sus brazos se veía un sin fin de líneas y garabatos negros cubriéndole la piel bronceada y en el otro solo le llegaban hasta el codo.
Creo que me olvidé de respirar en los últimos minutos de mi vida, porque cuando habló di un respingo y expulsé todo el aire que no sabía que había estado conteniendo.
-¿Qué hace una señorita como tú sola en medio de la carretera? -Pronunció esto con una grave y ronca voz que extrañamente combinaba con su fachada de hombre misterioso y seductor que traía consigo una sonrisa que anunciaba problemas.
-Yo... perdí mi autobús. -Conseguí decir.
Entornó los ojos y los clavó en los míos. Me revolví incómoda en el asiento. A pesar de que tuviera una fachada sexy no era para nada inocente y resultaba ser un completo extraño... y yo estaba en su auto.
-Ya lo veo. Soy Gabriel Wood y ahora dime ¿Hacia donde te diriges?
Buena pregunta. La verdad era que mi plan de ir a Bariloche ya no me resultaba tan tentador y en el caso de querer ir, desde luego que el tal Gabriel no se desviaría de su camino para hacer tan largo viaje sólo por mi.
-Al hotel mas cercano por favor.
Frunció el ceño de lo más confundido mostrando cuán perdido estaba pero no le pensaba contar mi vida a un completo extraño por más atractivo que fuera. No era tan estúpida para bajar a guardia en el auto de un extraño y permitir que me haga Dios sabe qué.
-Bien. ¿No me dirás tu nombre? - Preguntó volviendo la vista hacia la carretera y poniendo el Jeep en marcha. Dudé por un momento pero llegué a la conclusión que cuanto menos sepa sobre mi, mejor.
-No. ¿Quién sabe? Tal vez eres un secuestrador y quieres recolectar información sobre mi para luego pedir un rescate. Así que disculpa pero no, no te diré mi nombre.
Una risa grave y estruendosa resonó por todo el vehículo y sonreí para mis adentros. Me giré y lo vi doblarse de la risa mientras conducía con una mano. ¿Que le resultaba tan gracioso?
-Claro, tienes toda la razón, Esmeralda.
Pero ¿A este qué le pasa?
-¿Que es eso de "Esmeralda"? -Pregunté imitando fracasadamente su voz grave.
Y de nuevo resonó su risa por el auto.
-¿Podrías por favor dejar de reírte por cada cosa que digo?
Ya me estaba sacando de mis casillas. Desde luego hoy no había tenido un buen día, mis planes se fueron por la borda y ahora me encuentro en un auto con un perfecto extraño que, para mi mala suerte, no deja de molestarme.
-Lo siento, lo siento. Tranquilízate, Esmeralda. Para ser una mujer muy atractiva tienes mucho carácter.
Parece tonto, pero lo único que quedó resonando en mi cabeza fue atractiva.
-Yo... esto. Lo siento, ¿si? He tenido un pésimo día. - Admití relajando mis hombros y dejando caer mi cabeza contra el respaldo del asiento. -Espero no desviarte de tu camino. ¿A dónde vas tú? - Pregunté.
-Sólo Dios lo sabe - Dijo volteándose hacia mi y guiñándome un ojo.
De repente mi cuerpo estaba lleno de adrenalina y no conseguía mantenerme quieta. Le regalé un sonrisa algo torcida debido a mi nerviosismo pero él no lo noto y me sonrió aún más mostrando una perfecta y blanca dentadura enmarcada por unos carnosos labios rosados. Giré la cabeza hacia la ventanilla y vi pasar el mundo a toda velocidad y fue entonces cuando me di cuenta que estaba excediendo el límite de velocidad.
-Oye creo que te estás pasando el límite de velocidad -Dije duramente
-Ya lo creo que sí
¿Acaso no le preocupaba nada? Podía matarnos.
-Te puede parar la policía - Le recordé.
-No lo creo, Esmeralda.
Simplemente perfecto. En el caso en que él no fuera un secuestrador, moriría estampada contra un árbol o algo así porque este coche iba por lo menos a 180 km por hora y daba vértigo. Suspiré y apoyé mi cabeza contra el frío cristal de la ventana. Fuera ya estaba oscureciendo y se podían ver algunas estrellas.
-Mierda
Me sobresalto cuando oigo una voz maldecir. Estoy desorientada y tardo unos minutos en recordar que estoy en el Jeep de Gabriel y que en algún momento debí de quedarme dormida. Me volteo para verlo y... No está. Busco desesperada a través de los cristales y lo encuentro delante del capó.
Bajo del auto media dormida y estiro las piernas y los brazos antes de pararme frente a él. No me había dado cuenta que era tan alto, debe medir 1.80 y parado se le notan muchísimo más sus hombros anchos hasta terminar en una estrecha cadera y largas piernas.
-¿Qué pasa? -Pregunto
-No lo sé. Algo se estropeó. Maldito coche. - Dije con el ceño fruncido y dándole una patada al vehículo. Me sobresalto y él parece darse cuenta y suaviza su expresión. -Tendremos que caminar- Continúa diciendo levantando la cabeza hacia el ahora oscuro cielo de noche y las estrellas brillantes. No puedo evitar sonreír al levantar la vista, en la ciudad nada se parece a esto y a pesar de mi horrible día ahora me encuentro en paz y sonrío. Siento una mirada posada sobre mi y me volteo, sorprendida de encontrar a Gabriel mirándome con un asomo de sonrisa, pero al darse cuenta que lo descubrí cambia a su postura de chico rudo.
-Bien, caminemos -Digo para aliviar la tensión que de repente hay flotando en el aire. No me apetece nada caminar ya que llevo sin comer desde el almuerzo y tengo mucha hambre y no creo que pueda aguantar mucho más sin agua, pero Gabriel viene a mi lado -manteniendo cierta distancia- y comienza a caminar, así que lo sigo por la oscura ruta.
Camina demasiado rápido o yo camino demasiado despacio pero lo único que sé es que no puedo seguirlo muy de cerca y se voltea cuando se da cuenta de lo lejos que estoy de él.
- ¿Que pasa, Esmeralda? ¿Ya te has cansado? - Pregunta con una sonrisa burlona
-No es eso, es solo que no como nada desde el almuerzo y no tengo muchas energías para caminar.
Cuando acabo la frase me muerdo la lengua. Idiota, me digo a mi misma. ¿Es que no sabes quedarte callada? De inmediato obligo a mi cuerpo a caminar más rápido y pronto llego a su lado, lo que hace que me regale una sonrisa de lado.
-Ya encontraremos algún lugar donde comer y dormir.
¿Dormir? Mierda. Había pasado por alto el pequeño detalle de que tendremos que irnos a un motel a pasar la noche nosotros dos solos y no me entusiasma mucho la idea porque a pesar de que hasta ahora se haya comportado bien, todavía no confío en él. Aunque si quisiera hacerme daño, ya lo habría hecho. No bajes la guardia, me recuerdo.
La cabeza me da vueltas y mis piernas son dos gelatinas que no pueden mantenerme en pié. Me balanceo hacia atrás pero una fuerte mano me agarra por el brazo impidiéndome caer.
-¿Estás bien? -Pregunta con los ojos muy abiertos examinándome muy de cerca. Solo consigo asentir con la cabeza, pero de repente todo se nubla y lo último que veo antes de caer en sus fuertes brazos es el cielo estrellado.
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Hacia el final del recorrido
RandomKatherine es una chica ordinaria de Mar Del Plata con dieciocho años de edad que decide romper con las rutinas diarias y lanzarse a una aventura y emprender un viaje sin fecha de retorno. En este viaje Katherine se encontrará a si misma y conocerá a...