Cinco años y un febrero

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Era algo difícil de describir ciertamente. El día en que ella se dio cuenta que José Antonio Jiménez le hacía falta en realidad sintió un gran vacío en el pecho. Y no era para menos, debido a que habían transcurrido alrededor de cinco largos años sin verlo. Fue uno de esos momentos en los que pierdes el sentido de la realidad y tu mente divaga en la biblioteca de los recuerdos. Allá devuelta en la J, guardados en las reservas. 'What I need to know is if you love me...' Definitivamente necesitaba saber. Pero cómo. La verdad es que pasaba tiempo pensando en él, largas jornadas enteras dedicadas a leer una y otra vez entre línea lo que la máquina de la memoria le permitía gozar del corto tiempo que estuvieron juntos...porque aunque había sido largo, las constantes discusiones no habían dejado que disfrutaran del maravilloso amor que se tenían. La vida tiene una forma bastante cruel de hacerte ver las cosas. Amanda Margarita Cuevas lo sabía mejor que nadie. 'You can stay with me for ever... now' La canción sonaba en su mente todos los días al son de la misma imagen. La de él partiendo. Huyendo. De todo. De ella.

Sus caprichos tan inoportunos que llenaban el día a día, los berrinches de él, los ojos de cordero degollado y las bromas que la hacían sentirse viva. Que hacían que su corazón marcara el tiempo incluso más rápido que el segundero, en contraste con la fría actitud de él hacia ella todos los domingos tan fiel como que salía el sol. Porque ese era la única oportunidad que ella tuvo de verlo los meses siguientes, tan imponente, tan descuidado. Tan él.

Después de todo lo que había pasado ella se sentía incluso más sola que antes. Que antes de tenerlo ahí para ella. Nunca había pensado que las cosas se desbordarían de esa manera. 'Im in love now... Kiss me like you wanna be loved' cuantas veces estando a su lado no habai rogado que lo hiciera. Que la besara hasta dejarla sin sentido, que la mirara a los ojos y que sus anhelos 'your lips press in my neck.. I'm in love now' hasta esa noche. La brisa era fría, como siempre lo es cerca al mar; y todavía más cuando se dormía a la interperie. Con su camiseta de la universidad y la chaqueta de Italia 'will your mouth still remeber the taste of my love?'. Claro que si lo recordaba. Desde esa precisa noche mirando a la estrellas, sentada en el borde de eso que los demás llamaban choza. Pensaba y volvía a pensar en la actitud de él frente a lo demás, la desconcertaba y fascinaba al mismo tiempo. Luego de pasar una tarde entera riendo de todo y de nada. Acostados en el colchón de Santiago, aun cuando Kamie estaba al lado, ellos preferían hablar en inglés. Su cabeza estaba apoyada en el abdomen de ella, y todo se sentía tan íntimo, tan correcto.

Amanda miraba hacia las estrellas, como buscando que de alguna manera respondieran a la necesidad que su pecho pedía a gritos cuando una mano se posó en su espalda y José se sentó a su lado mirándola y a la vez no. El mismo tampoco sabía cómo describirlo. Le había dicho tantas cosas a esa joven que estaba sentada su lado. Se lo había dicho todo. Cuanto la amaba, cuan loco lo volvía. Había sido un infierno la última vez que habían discutido porque había pensado en ella todo el tiempo. Y es que ella era perfecta, tan terca y cabezota. Tan cantaletera y tan intensa, pero a la vez tan dulce como la miel y de un corazón tan grande que todos se daban cuenta menos ella y eso lo que la hacía todavía más perfecta. La miró a los ojos. A sus entrañables ojos color café. 'Can't help falling with you' no, no puedo mi cielo. Decía él. Cuanto más la necesitaba. Ahora y para siempre. Sus lágrimas mientras ella hablaba de lo mal que estaban las cosas con Don Julián y con Doña Catalina, sus padres, de lo desconsiderado que se volvía ese hermano menor que tantas canas le había sacado a los tres. Y es que se veía más hermosa cuando sus increíbles ojos eran adornados por centelitas brillantes. Paso sus dedos delicadamente por ello para ahuyenta a esas lagrimas cobardes. La rodeó suavemente hasta que el torso de ella estuviera apoyado en su regazo y ella volvió a fijar su vista en el cielo nocturno. Cuanta paz y a la vez cuanto dolo reflejaba su mirada. Ella hablaba de lo fría que estaba la noche, de que no era correcto que estuviesen allí, alimentando las malas lenguas de las decenas de personas que dormían profundamente a su alrededor. Que te estés tranquila, que no pasa nada. No estamos haciendo nada malo. Que sí, José. Que deberías irte a dormir. Estate tranquila mi cielo, no dejaré que nada te pase. Ella seguía hablando de todo, de sus pensamientos en ese tono soñador que siempre usaba cuando hablaba desde el alama cuando sintió que el presionaba los labios en su cuello y dejaba un reguero de besos dulces cuya terminación ocurrió en la parte baja de su espalda cubierta por la chaqueta del equipo nacional italiano. Que me estás haciendo cosquillas José. Déjate de bobadas y no seas tan niña, no estamos haciendo nada malo. Los corazones a punto de explotar y el baile de miradas, de caricias, de inspiraciones. Las gardenias impregnadas en la piel de ella no le daban tregua a los sentidos enardecidos de José. Joder, era tan bella. Pero que se había vuelto loco. Que no Amanda. Cállate y disfruta que tal vez el aroma a playa lo ha emborrachado. Su parte racional le decía que se levantara y se fuera, aunque la parte que se moría por saber lo que pensaba la tenia fija allí, en primera base, sin mover ni un musculo. Hasta que ya no pudo soportarlo más y se incorporó lo volvió a mira a los ojos que brillaban a la luz de la luna. Casi no se veía por su piel morena. Su perfume, que siempre olía a él y que en cualquier lugar donde estuviera y alguien más lo llevara se volvía a buscarlo entre la multitud hacia que se le hiciera agua la boca. Que estás haciendo, este no eres tú. Deja de llorar mi amor, decía el en su tono tan habitual, con su sonrisa reflejo de la suya. Ándale y vete a dormir. No hasta que me digas que sucede contigo. Nada Amanda. No sucede nada. Junto con un beso muy cerca de la boca del lado derecho, con la cara entre sus manos. Luego otro del lado contrario. Luego frente con frente. Que está sucediendo José. Las respiraciones un poco más pesadas esta vez. Algo que debía de haber hecho de la manera correcta. Centímetros más alejados de repente. Esto no está bien. Doña Catalina y Don Julián se molestaran si sigo. Y si sigues qué, decía ella con esa sonrisa tan inocente. No me tientes Amanda, esto no debe ocurrir ahora. Y ella no decía nada, solo la miraba. Él había apartado su mirada de ella, y se concentraba en la oscuridad frente a ellos, en las formas de sus cuerpos, sentados uno al lado del otro, iluminados por el proyector de atrás. Ella no hizo más que apoyar su cabeza en su hombro. Todo era un desastre, pensó con abatimiento. Cuando sintió los dedos de la mano izquierda de el en su mejilla derecha levantar su cara y luego, después de dos latidos sus labios dulces en los suyos, tentando, probando. Dos novatos en esto. Pues él tenía tiempo esperando por ese momento y ella supo lo que era el amor en ese instante y descubrió que todos los besos que había dado antes no se podían comparar con nada. Y se terminó de enamorar irremediablemente en ese segundo.

Una vez. Otra y otra y así. Ella no quitó sus manos de su brazo en lo que duró esa conexión infinitesimal. Tan suave. Tan dulce y tan perfecta antes que la consciencia de lo que ambos habían hecho cayera sobre ellos de forma brusca y repentina. Nada de lamentos, aunque en la mirada de él estaba el remordimiento que fue como un puñetazo para Amanda. Quien ese instante lo había colocado ya en la lista de los recuerdos más preciados para atesorar. 


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⏰ Última actualización: Sep 27, 2015 ⏰

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