Delante suyo, se avistaba una cabaña que lucía más como una vieja choza que había estado deshabitada durante años. No se parecía ni un solo poco a la de su abuela; aquella estaba descuidada y franjas de lama verde crecían desde el suelo y subían por la madera, además de que era mucho más pequeña. Comprendió al ver al lobo acercarse hasta la puerta, que ese era su hogar.
KyungSoo había estado un poco asustado cuando luego de jugar durante un rato, el lobo se las arregló para que le siguiera, pero viendo a dónde lo había llevado sintió alivio. Aunque no sabía en qué sitio estaba, no pasaría la noche fuera.
La puerta se abrió cuando el lobo la empujó con el hocico. Entró primero y desde el interior, le dio una mirada a KyungSoo como invitándole a pasar. No tenía nada que perder, de hecho, si se quedaba ahí, lo más probable era que fuese a morir, si no de hipotermia, si comido por alguna criatura salvaje.
Se adentró al hogar de su nuevo amigo y cerró la puerta. El interior no lucía tan mal, no estaba empolvado como se lo imaginaba, pero no era más que un cuarto vacío, con excepción de un viejo y roto ropero de una puerta. Lo primero que notó fue la diminuta ventana sin vidrios en la contraparte de la entrada, tenía trozos de madera clavados que la cubrían; lo segundo, que ahí no había una cama, ni siquiera una manta en el piso dónde dormir, y KyungSoo sintió lástima. Siempre había soñado con tener un perro o en su defecto, un gato, le gustaban por igual. Pensaba que si sus padres se lo permitiesen, les prepararía una cama especial en su habitación, junto a él, pues su madre jamás aprobaría que durmiesen juntos.
Al echarse el lobo, el piso bajo sus pies rechinó. El niño se percató de que sus ojos amarillos que en la oscuridad parecían dos focos, no cesaban de mirarle, de observar los temblores de su cuerpo. Estaba ahí parado, sin despegarse de la puerta, y la preocupación había vuelto. ¿Qué les diría a sus padres? Seguramente estarían molestos con él, por haber sido tan descuidado. Jugaba con las manos, las frotaba una con la otra. Sin saber cómo había entendido, supo que el lobo le estaba llamando para acercarse a su lado.
Arrastró sus cortas piernas y se dejó caer de rodillas junto a él. Sentía ganas de llorar, por lo que abrazó al animal, tenía miedo, mas no de él. Justo en ese instante se acordó del pan que guardaba en su chamarra roja. Lo sacó, lo partió en dos y el trozo más grande se lo ofreció al lobo, quien lo miró y bajó la cabeza, haciéndole saber que no lo aceptaba, de modo que KyungSoo lo comió completo. Antes de decidir dormir, acarició el sedoso pelaje negro y recostó la cabeza en una de las patas del lobo. Él lo miró con algo de sorpresa, aunque KyungSoo no se dio cuenta, pero al ver que el pequeño cerraba los ojos y se aferraba con más fuerza a él, optó por dejarlo pasar.
Por las rendijas y grietas de la madera, y por los espacios desnudos de la ventana, entraba un viento gélido, sin embargo el cuerpo de aquella criatura del bosque le propinaba calor y protección.
XXX
Cuando abrió los ojos descubrió que estaba solo, aun así permanecía en el mismo sitio donde se había dormido. Apoyó las manos en el piso y se impulsó en ellas para ponerse de pie. Se frotó los ojos y le echo un vistazo a su entorno, examinando hasta el más remoto rincón, como si de algún recoveco fuese a salir el lobo que conoció la noche anterior y que lo había salvado.
Fue sorprendido por la manera tan repentina en que la puerta fue abierta por un par de manos humanas. Agachó la cabeza y se dedicó a esperar con expectación, henchido de miedo. Unos pies cubiertos en botas de piel café avanzaban al interior. Estaba asustado.
—Te traje algo para comer, debes alimentarte.
A pesar de que KyungSoo por ningún motivo se atrevió a levantar el rostro, no le quedaba duda de que se trataba de un hombre. Su voz tenía una tonalidad muy grave, ronca, la comparó con la de su padre, que era incluso chillona en ocasiones. Pero, ¿qué era lo que hacía ahí? Pensó que tal vez era un cazador, y de ser así, lo más probable era que hubiese ya asesinado al lobo. Temía que fuese un hombre malo y temía por lo que pudiera ocurrir.
—¿Estás bien? —El hombre se colocó en cuclillas a su altura, buscando capturar la mirada del niño. Al mirarlo, KyungSoo se encontró con unos ojos amarillos que manaban nobleza, a pesar de la ferocidad que mostraban a primera instancia.
Esos ojos ambarinos... por más extraño que resultara, le recordaban a los del lobo. Hasta podría jurar que eran los mismos, pero le parecía un hecho imposible. Aquél frente a él era un humano.
Su piel era morena, como si hubiese pasado horas bajo el sol hasta adquirir esa coloración; llevaba el cabello largo hasta los hombros, atado en varias trenzas gruesas. Vestía con lo que parecían ser pieles de animales: una camisa sin mangas color marrón y unos pantalones largos un poco más oscuros. Además tenía un aspecto joven.
—¿No tienes hambre? —preguntó, y él asintió lentamente.
Cuando el hombre se percató de la expresión adusta de KyungSoo, llena de desconfianza, ahí mismo, frente a sus ojos, se transformó en lobo.
La boca del niño se abrió en sorpresa.
El lobo atravesó la puerta y al alcanzarlo, KyungSoo se halló de nuevo con el hombre. Aunque lo encontraba extraño, comenzó a acostumbrarse rápidamente.
En el cielo apenas aparecían matices de luminosidad, el sol no había salido todavía. Frente a la cabaña había una fogata cuyas flamas danzaban y quemaban el cuerpo despellejado de algún animal incrustado a un palo inclinado hacia el fuego y clavado a la tierra.
KyungSoo divagó en sus recuerdos, sobre todo en las incontables historias de su padre. Recordaba que en muchos cuentos aparecían hombres lobo, pero jamás creyó que de verdad existiesen y que él estuviera frente a uno de ellos.
El hombre lo abrazó por debajo de los brazos para levantarlo del suelo y hacerle sentar en un tronco talado que había junto a la fogata. KyungSoo observó con atención e interés cuando retiró el palo con el animal de la lumbre y arrancó un hueso con bastante carne.
—Toma —le dijo sentándose a su lado, en la tierra. KyungSoo atinó a sujetar una parte del hueso y el mayor empezó a comer, demostrando su falta de modales. El niño le miraba con fijeza, pero luego bajó la cara—. ¿Sucede algo? ¿No quieres comerlo?
—Es que está caliente —murmuró con voz queda.
—Dame eso —El hombre, lobo o lo que fuese, le quitó de las manos la carne y comenzó a soplar sobre ella. Tras unos segundos de hacerlo, se la devolvió—. Ya está, ahora sí, come.
Un poco cohibido aún, le dio una mordida. No se había percatado de cuán hambriento estaba, hasta que se descubrió a sí mismo mordisqueando y tragando demasiado rápido. Si sus padres lo viesen comportándose de tal manera, se llevaría una reprimenda, estaba seguro. Volteó a ver al mayor y sus ojos se cruzaron. Ninguno de los dos fue capaz de aguantar una risotada.
—¿Tienes nombre? —preguntó KyungSoo, al tiempo que se limpiaba los bordes de la boca con la manga de su chamarra—, ¿o puedo ponerte uno?
Tenía una larga lista con posibles nombres para sus posibles mascotas. Incluso los había anotado en una libreta, pero en ese momento no la llevaba con él.
—Tengo nombre —respondió con una sonrisa—. Es Kai.
—Kai —pronunció, haciendo una extraña mueca—. Qué nombre tan raro, sólo lo he escuchado en animes —dijo. La verdad era que habría podido darle uno de sus nombres, pero aunque "Kai" era extraño, le gustaba—. Yo me llamo Do KyungSoo.
En ese momento hizo alarde de los buenos modales que había aprendido en casa y en su escuela privada. Hizo una reverencia de noventa grados, pero al ver que Kai no la respondía, le sujetó la mano y le dio una leve sacudida. Lo había visto en películas americanas.
—Gracias por cuidarme, Kai —expresó con sinceridad.
En los cuentos de su padre, recordaba, los hombres lobo, criaturas con aspecto humano que en luna llena se transformaban, eran seres horripilantes, malvados y feos. Sin embargo, en la vida real no era así. Kai era bueno, le había salvado y ahora le alimentaba. Observó su rostro. No, definitivamente Kai tampoco era feo.
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EL NIÑO Y EL LOBO / KaiSoo fanfic
FanfictionPara cualquier niño que llegara a perderse, el bosque era un sitio de sumo peligro. Por un descuido, a KyungSoo le ocurrió. Ya era de noche y no recordaba por dónde había venido, de modo que tampoco sabía cómo regresar. Fue una verdadera fortuna enc...