Capítulo 4

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                                                                                 Cap. 4: The shadow.

Mi cuerpo temblaba, no asimilaba nada y mis manos estaban manchadas con la sangre de mis propios amigos. Al ha pasado Jason, perdiste la cabeza. Creo que hay una fuerza mayor que está apoderándose de mi, como si otra persona viviera en mi cuerpo y quisiera salir. Álter ego. Me quedé viendo los cuerpos de Tyler y Kevin, que habían fallecido gracias a mi. Eres un asesino, siempre lo has sido ¿Recuerdas a la Esposa de Frederick? Linda mujer, pero un asco de persona. No te mientas a ti mismo, Jey, adoras la justicia, pero a tu manera. Analítico por naturaleza, no debes conocer a las personas para ya saber como son, deberías llamarlo un don. Pero a veces simplemente pierdes el control.

Flashback:

Kevin no paraba de sacarme cosas en cara, que todo lo que estaba ocurriendo era mi culpa y que no había manera de solucionarlo. Tyler, mierda. Tyler no paraba de decirme que me metía con perras odiosas y que probablemente Nía era otra de ellas.

— ¡Es mejor que te calles!—Le grité a Tyler.

— ¿Qué? ¿Vas a matarnos por una perra? No me sorprendería. —Dijo con ironía.

Eso fue el colmo, la botella de cerveza que tenía en mi mano, la rompí golpeando esta contra la mesa que tenía en la sala principal de mi casa. Ellos me miraron alarmados. Reí de forma casi siniestra.

— ¿Tienen miedo?

— Hermano, relajate. —Murmuró.

— ¿Relajarme? ¡Ustedes comenzaron! ¿Quieren que me relaje? ¡Son unos malditos cobardes!

— Herman... — No deje que Tyler hablara.

— ¡No te atrevas a llamarme hermano!

Él estaba a unos escasos metros de mi, no fue difícil clavar el vidrio de la botella en su cuello. Calló al suelo, presionando la profunda herida, respirando con dificultad. No se salvaría de esto, ya tenía destinado morir. Kevin estaba blanco del miedo, buscó con torpeza su arma dentro de el pantalón que llevaba puesto. Me apuntó con ella.

— Dale, hazlo.

Le quitó el seguro.

— Si eres tan hombre, lo harás. —Continúe.

Apretó el gatillo, disparó cinco veces. Tres balas perpetraron mi abdomen y las otras dos mi pecho.

— Bien hecho. — Dije con jadeando de dolor, mi cuerpo calló al suelo y escuché como corría al baño. Probablemente a vomitar por una crisis de pánico, él nunca había matado a alguien. Aunque conmigo era imposible.

Me arrastre hasta la cocina, mis heridas iban a cicatrizar y no quería quedar con balas dentro de mi. Busqué un tenedor, estirando mi mano hasta el cajón abierto. Al encontrarlo, busqué las balas en mis heridas en este, la forma que tenía era perfecta para hacer una especie de palanca y sacarlas. Lo hice justo a tiempo, las heridas desaparecieron al igual que el dolor. Tomé un cuchillo, el más grande y peligroso que había.

Caminé hasta en baño, abrí la puerta de golpe, Kevin me vio por el reflejo del espejo mientras lavaba su rostro, su reacción fue como si hubiera visto un fantasma, literal. No se movió, ni si quiera al verme avanzar, antes que dijera algo palabra, apuñalé su cuello. Calló al suelo, sin signos vitales. ¿Te sientes mejor ahora, Jason?

Arrastré los cuerpos envueltos en bolsas negras de basura, hasta el garaje, para meterlos en el maletero de mi auto, debía deshacerme de los cuerpo y pronto, debería hacer un largo viaje nocturno hasta la playa. El mar se llevara el rastro de mis pecados, pero siempre seré culpable de ellos.

Ambos bultos cayeron por el risco, cuando los empujé. Que ganas de lanzarme en estos momentos, pero intentar morir; era una perdida de tiempo.

Cuando llegué a casa, eran las 10:30, día sábado. Sería extraño no abrir mi estudio. Entré a mi casa, como si ver sangre fuera de lo más normal, una ducha y una café me despertarían.

No me podía la cabeza, menos parpados, despertaba asustado cada 5 minutos sobre mi mesón. Nadie entraba por la puerta del local, hasta que una figura conocida apareció a través de esta.

— ¿Nía? — Pregunté incrédulo de lo que mis ojos veían.

— Hola, Jas. — Dijo con timidez.

— Hola ¿Vienes por otro tatuaje o...

— No, no, no. —Negó varias veces con su cabeza.

— ¿Entonces?

— Vengo a pagarte.

— Te dije que era un regalo.

— Mi hermano dijo que era lo correcto.— No aceptaré tu dinero.

— Por favor. — Suplicó.

— Mhm.

— Me regañará.

— Podríamos hacer otra cosa con ese dinero. — Le sonreí.

Mordió su labio dudosa, sin saber que responder, hasta que finalmente hablo.

— Okey, ¿Cómo qué?

— ¿Conoces el club "The shadow"? —Ella negó con su cabeza. — Bueno, iremos y tu invitas los tragos.

— Pero, Jason...

— Ya he dicho, te espero, bonita. — Le hice un guiño, ganándome el rubor de sus mejillas.

Ella se fue, sin antes verme de reojo por última vez y salir por la puerta de mi local. Cada detalle de ella me encantaba cada vez más, debía admitirlo, estaba más que claro.

Las horas se pasaron volando para mi, era de noche y ya debía ir por Nía.

Mis ojos engañaban o algo, pero ella estaba aquí, conmigo, radiante como siempre. Llevaba un vestido azul y mi chaqueta de cuero negra, que combinaba con sus zapatos de tacón. Sus labios rojo vino, tentadores, una mirada dulce y a la vez profunda de sus ojos celestes. Le ofrecí mi mano, no podía perderle de vista, ni de mi lado, por ella y porque se lo prometí a su hermano, George.

— Te ves hermosa.—Dije antes de entrar al club.

Carcajeó nerviosa, evitando mi mirada que estaba fija en sus ojos.

— Ehm, gracias.

— Nía.

— ¿Si?

— No me niegues la mirada.

— Es sólo que...

— ¿Qué?

— Eres una incógnita que tengo miedo de descifrar.

— Que mis ojos no te engañen, pequeña.

Dudo por unos segundos, analizando mis palabras hasta que apretó mi mano en señal que ya estaba lista asintió, intentando sostener la mirada con seguridad, sabía que de alguna manera la intimidaba, no era mi culpa tener esta cicatriz. Finalmente entramos a aquel club. Este tenía una frase y si no mal recuerdo era: El mal es sólo una sombra.



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Espero que este cambio no haya sido molesto.






Evil is but a shadow «j.b» [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora