No he parado de llorar.... Ni de fumar.

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Acabe aceptando el trabajo de doña Luisa. La gente que vio el reportaje en Barcelona debe pensar que yo también he muerto, y me da igual. El trabajo en la chocolatería era un poco duro y más si no conocías este pueblo. Yo realizo los encargos mientras ella atiende en el mostrador. Llevo las tartas y los bombones a las puertas de las casas y en cuanto a mí ya tenia donde pasar las frías y feas noches, aunque nunca consideraré ese lugar mi hogar. Resulta que doña Luisa tiene una granja y el granero tiene una cama. A mi me basta con eso. La primera noche los grillos no me dejaron dormir, pero no pasa nada. Tampoco pude dormir otros días, siempre tenía el mismo sueño: Veía el coche de mi padre a lo lejos a punto de estrellarse, pero por mucho que lo intentaba no podía moverme ni apartar la vista y en un instante ¡Pum! La explosión que me lo arrebató y en mi cabeza su voz repetía "Por tu culpa, todo por tu culpa."
Me costaba respirar siempre que me despertaba y siempre sabía que no sería la última vez.
Tengo que llevar unos encargos así que empiezo a caminar por la calle. Ya solo me queda entregar una caja de bombones y una tarta para un cumpleaños. Está anocheciendo en el pueblo, las casas están de un tono naranja oscuro, como dando paso a la noche. Veo niños a los que sus padres llaman para entrar en casa a cenar. La palabra casa produce algo dentro de mí. Echo de menos muchas cosas. Desde que llegué no ha parado de hacer frío, he comprado un par de sudaderas con lo poco que me puede pagar doña Luisa, no me había vuelto a poner la que tenía cuando llegué aquí.
Las cosas cambian de la noche a la mañana, de ser un niño a ser un adulto. Solo tengo 15 años pero cumpliré 16 dentro de poco y ya me estoy buscando la vida como puedo: Madrugo, trabajo, ahorro y pienso en el futuro. Pero no sé que futuro puede esperar a alguien como yo. Sigo mi camino y llego a la primera casa, o eso pone en mi libreta de direcciones. Toco la puerta y no hace falta mucho para que una mujer regordeta me abra la puerta. Le digo que aquí tiene sus bombones, ella me paga y cierra la puerta. Nisiquiera da las gracias.

Ya es de noche y agradezco tener puesta mi sudadera y también agradezco que no llueva. Miro hacia arriba y me doy cuenta de que lo que decian de las estrellas en los pueblos era verdad, se veían mejor desde ahí. Cada madrugada que las miraba pensaba en papá, en Paula, en Ángel, en Tommy y en todo lo que había dejado atrás. Nisiquiera me hacia pensar, ya que mis amigos pensarán que estoy muerto. Sin alguien como yo están mejor, soy una mala persona y lo peor es que no puedo hacer nada para remediarlo.
Llego por fin a la última dirección, está en las afueras. Es una casa grande, exactamente de dos pisos, con un jardín precioso lleno de flores. Por un lado un pequeño estanque, la puerta tiene forma de arco.
Me tomo un momento antes de tocar la puerta, oigo una voz muy familiar que dice "Ya voy yo abuelo."
-Hombre por fin llega su tarta cuanto va a... -El chico del puerto no acaba su frase antes de reconocerme, pasé una vez por aquí pero no estaba seguro de que fuera su casa y no me fijé en como era, nisiquiera miré.
-Eres el chico del otro día -Me saludó.
-Supongo que sí.- Digo yo.- Son trece con cincuenta. -Quiero que me pague e irme de aquí.
-Llevo viéndote mucho tiempo por aquí, supongo que te has mudado. ¿Vas al instituto?
-No.- Me limito a decir.
-¿Solo trabajas? -Parece que no quiere que me vaya.
-Sí, por el momento sí ¿Me vas a pagar ya? Tengo que irme.
-Es el cumpleaños de mi abuelo. ¿Te apetece pasar?
-Definitivamente este tío no se entera. Respiro hondo y mientras me apoyo en la valla del jardín con el paquete, con la tarta en mis manos.
-Quiero que me pagues para irme.- Antes de que hable oigo unos ladridos, un pequeño cachorro sale de la casa y se apoya con las patas delanteras en mis rodillas. Lo reconozco.
-¿Rainey? -Digo mientras lo acaricio. -Se llama Lucas. -Me corrige él.-Pero parece que el nombre que le has puesto tú le gusta más.- Me fijo más en el chico. Lleva una camiseta de manga larga, unos vaqueros ajustados y un colgante en forma de bala que me llama la atención.
-Me gusta tu sudadera. -Dice. Yo voy con una sudadera blanca y unos pantalones azules.
-A mi me gusta tu colgante.- Me mira unos segundos y sonríe.- Aquí tienes.- Dice sacando el dinero del bolsillo. Le doy su encargo y me voy.
-Me llamo Izan. -Dice antes de que llegue a la puerta.
-Buenas noches, Izan.- Digo sin darme la vuelta si quiera.

Cuando llego a la casa de doña Luisa me entrega la parte que me corresponde. -¿Ha ido todo bien hoy? -Me pregunta con una sonrisa.
-Podría haber ido mejor. -Digo yo.
-Mañana supongo que te irá mejor.-Asegura ella.
-¿Y como sabes eso?
-Porque siempre es así.
Me sonríe.
-Hace tiempo que dejé de creer en eso. Buenas noches Luisa.

Una vez en el granero me desvisto y me acuesto en la cama con unos boxers y una camiseta gris muy fina. Se que esta noche tampoco podré dormir así que ni lo intento. No cierro los ojos. En lugar de eso saco de debajo de la cama un paquete de cigarrillos y una caja de cerillas, me meto uno en la boca y lo enciendo expulsando el humo después de tragármelo. Este se diluye en la luz de la luna que accede por la ventana, doy dos caladas más y empiezan a brotar las lágrimas. Pienso en papá, en su muerte y en qué desde que llegue aquí no he parado de llorar... Ni de fumar.

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⏰ Última actualización: Oct 04, 2015 ⏰

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