Londres, 2015
08:00 AM
La bruma esa mañana es espesa. No se puede distinguir apenas nada. Los faros de los coches aparecen y desaparecen como fugaces manchas borrosas. La noche anterior Sophie estuvo hasta bien avanzada la madrugada leyendo una novela de terror en la que un Consejo de brujos sacrificaba a otros de su especie si estos no cumplían firmemente con sus normas y órdenes. En verdad no deberían asustarle escenas así, ya que ha perdido la cuenta de cuántos libros de misterio y terror ha leído a lo largo de los últimos años. Pero a veces un libro no es lo qué cuenta sino cómo está contado. Y Sophie no puede evitar sentir un escalofrío cuando llega a la librería de viejo en la que lleva trabajando los últimos meses y ve a un hombre esperando en la puerta y apoyado contra ella mientras da una calada a un cigarrillo. Hasta que está a pocos pasos de él no lo puede ver bien. Pero con solo un vistazo, sabe que se trata del típico hombre que hace suspirar a mujeres del mundo entero. Cosa que odia con todas sus fuerzas y que no logra entender a pesar de intentarlo. Va vestido con una chupa de cuero y unos pantalones desgastados que no pueden más que destacar ante el abrigo rojo de ella y el elegante vestido negro de encaje que ha escogido esa mañana después de haber vaciado prácticamente el vestidor entero. Pero lo que más destaca, y sin duda alguna, es su completa y molesta indiferencia. Sophie busca y rebusca en el bolso las llaves de la librería. Se pone nerviosa porque en parte él está ocupando parte de su espacio, y se agobia, no piensa y se pone más nerviosa aún. Y en esos momentos desearía que fuera una de esas mañanas soleadas londinenses y poco habituales en las que Louis la acompañaba hasta allí y tomaban el primer café del día juntos. Una pequeña rutina que ambos llevan con gusto desde que una de las hermanas pequeñas de Louis, Lottie, los presentó el verano pasado y que a pesar de no compartir ni edad ni ciertos gustos y aficiones, congeniaron al instante sabiendo de antemano que lo suyo sería una gran amistad.
Ese hombre, a pesar de su cercanía, no la ha saludado tan siquiera. Aunque... Bueno. Ella tampoco. Y a su jefa no le haría ni pizca de gracia. Pero no parece el clásico y típico cliente de la librería. ¡Por fin! Las llaves. La persiana metálica de la puerta chirría en cuanto Sophie la impulsa y sin perder ni un segundo entra en la librería. Deja un montón de libros en el mostrador y va a la parte de atrás a encender las luces para que todo esté listo cuando lleguen los primeros y agradables clientes. Cuando regresa de nuevo a la tienda, se topa de frente con el hombre. Que vuelve a mostrarse indiferente y distante con ella. Por su parte, ella lo empieza a juzgar sin motivo alguno y le molesta ese comportamiento que no es para nada suyo, pero si ha entrado es un cliente. Y eso quiere decir que debe de ser amable y ayudarle en todo lo que le sea posible y esté en su mano.
- Hola, buenos días. ¿Le puedo ayudar en algo? Hoy tenemos algunos libr...
El hombre, que no roza más de los 35 años, la interrumpe de mala manera y no la deja continuar con lo que fuera que iba a decir.
- Quería saber si puedo encontrar libros de fotografía -dice con voz seca y cortante y sin mirarla tan siquiera.-
- Tenemos alguno, aunque no sé si exactamente lo que busca. Están en esa sección de allí
Sophie señala hacia una de las muchas estanterías que llenan la estancia de izquierda a derecha y desde el suelo hasta el techo.-
Cuando el hombre se encamina hacia donde le ha indicado, ella se pone al lío de cada día y del que tanto disfruta. Le encanta estar rodeada de libros. Le encanta cogerlos, olerlos y manosearlos. Pero más le gusta recomendarlos a los clientes más indecisos o acompañar a jóvenes escritores en las presentaciones de sus obras. Va de aquí para allá y en una de esas no puede evitar mirar al extraño cliente. Porque finalmente ha resultado ser un extraño cliente. Sigue en la sección que ella le ha indicado, pero parece exasperado. Cruza las manos por detrás del cuello y se balance ligeramente. Sophie suspira y se acerca mientras se da cuenta de que las manos le empiezan a sudar debido al respeto que infunda ese hombre.
- Quizá le pueda ayudar a encontrar lo que busca -el tono de voz es de completa exasperación.-
Sophie quiere acabar cuanto antes con él. Aún no han dado las nueve de la mañana y no ha tomado ni un mililitro de café que la ponga en marcha.
El hombre al escucharla se sobresalta y por primera vez la observa. Después de aterrizar nuevamente en la librería. La vuelve a observar. De arriba a abajo. No intenta disimular su descaro. Parece que vaya a decir algo, porque abre ligeramente la boca, pero luego niega con la cabeza para si mismo y se va por donde ha venido y con el mismo misterio rodeándolo.
Todo es muy extraño, piensa Sophie. Va a regresar a donde se encontraba antes de esta locura matutina que casi la ha despertado más que la cafeína, pero la vista se le va a la repisa más baja de la estantería que tiene delante y donde hay un libro abierto justamente por una fotografía en blanco y negro y a dos páginas que muestra al grupo One Direction de espaldas que miran al infinito y que cuya fotografía está tomada y firmada por Martina Bernardi.
ESTÁS LEYENDO
Infinity
FanfictionUn día alguien te va a abrazar tan fuerte, que todas tus partes rotas se juntarán de nuevo.