Parte única.

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Ella estaba allí. Observando al que, quizás, sería el amor de su vida.

Mientras él, miraba al hombre al que, seguramente, siempre le guardaría su corazón.

Y, ahora, mientras miraban aquella tumba rodeada de flores, casi parecía que las cosas podrían irles bien aunque sea un segundo. Porque, al menos al ver aquél cajón negro rodeado de tantos colores, tenían la esperanza de que aquella oscuridad que los rodeaba, por fuera tuviera color.

Y es que sus vidas siempre habían sido lúgubres y monótonas, hasta que él había mezclado su camino con los suyos. Haciendo que una chica conociera lo que era el amor, y que un chico, se conociera a él mismo, incluso aunque los sentimientos que tenía no eran correspondidos, no importaba, porque él tenía un amigo. Y en eso, ambos coincidían, porque aquél hombre que tanto amaban, y extrañaban, más allá de todo, era su mejor amigo.

Ambos buscaron el consuelo en el otro, y se abrazaron en busca del calor que habían perdido en su corazón. Sentían sus venas frías, sus ojos secos de tanto llorar y los brazos cansados de tanto buscar el amor de otros brazos, que ahora estaban perdidos.

Y, ¿qué se podía esperar más que otra desilusión? Aquella mujer no era él, y aquél hombre tampoco, ninguno de los dos lo era. Y ahora, casi parecía que su cadáver contenía más calor que sus propios cuerpos.

Y esta vez, lloraron hasta sentir que el dolor que los cubría se guardaba en su interior, como una caja que cierras con llave para que nadie vea lo que hay dentro.

Y el dolor, los recuerdos, las caricias, los te quiero... todo se guardó allí, como su tesoro. Pues él siempre sería su pequeño secreto.

Y quizás, en unos años, cuando sus vidas hubieran llegado a su fin, sus caminos volverían a encontrarse.

Almas vacías. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora