Prólogo

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Despierto de golpe debido al sonido tan violento que ejerce la lluvia contra el ventanal de la habitación, mis ojos se abren justo para ver como un trueno retumba por todo mi apartamento e ilumina de manera breve mostrando los pocos muebles con los que tengo decorado el lugar al que llevo llamando hogar durante los últimos par de meses.

Mi corazón bombea con fuerza dentro de mi pecho, y se retuerce aún más cuando alargo mi mano temblorosa para intentar encender la luz de mi mesita de noche, pero no lo consigo y un sudo frío recorre mi columna vertebral.

- Estoy a salvo - me susurro a mi misma.

No soy fan de las tormentas y mucho menos de la oscuridad, no poder ver lo que hay a mi alrededor me genera la ansiedad suficiente como para que todos mis miedos más escondidos afloraran para romper la paz que había conseguido en estas últimas semanas.

Con la linterna de mi móvil encendida, salgo de la cama apuntando a cada esquina de la habitación. Vivir en una casa que no tenía paredes, salvo en el baño, tenía sus ventajas, y una de ellas era que no había mucho sitio donde esconderse, por lo que podía ver con rapidez que todos mis miedos seguían escondidos dentro de mi cabeza.

Tras la puerta de la entrada consigo alcanzar a ver que los fusibles que me dan luz se han bajado, por lo que me armo de valor para cruzar el salón-comedor que quedaba a dos pasos de mi cama y subir ese interruptor, el cual vuelve a darme la luz que necesito para que mi cuerpo deje de temblar.

Todas las luces se encienden, escucho el sonido que emite la alarma avisando de que vuelve a haber corriente en mi hogar y observo como todo está en paz, que nadie ha entrado para hacerme daño, que sigo estando a salvo una noche más y puedo seguir siendo Alanna.

- Soy Alanna y estoy a salvo - me digo con apenas un hilo de voz a mi misma antes de intentar dormir durante lo que resta de noche.

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