'Una jaula de cristal'

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Simple, común, desapercibida.

Ese tipo de palabras eran las perfectas para describirme.

Era una chica normal.

Aquella a la que mencionan en una conversación y nadie reconoce.

Al igual que yo, mi vida también era normal.

Hace a penas 16 años, una pareja muy joven tuvo un bebé.
Tenía el cabello rubio oscuro y unos grandes ojos verdes.

La llamaron Ariel.

Sí, como era de suponer mis padres eran esa pareja.

Más tarde, se casaron y yo era hija única.

Me tuvieron muy jóvenes, y tras el gran choque emocional que fue para ellos el ser padres adolescentes, ya no quisieron más hijos.

Los 3 vivíamos juntos en una casita blanca, en un pequeño barrio residencial de Portland, EEUU.

Todo parecía perfecto, la familia ideal.

Mi padre trabajaba en una empresa de informática y mi madre pasaba las tardes descubriendo nuevas recetas de cocina, y haciendo pasteles para nosotros y para sus amigas del club del té .

El club del té, fue creado para establecer vínculos entre las vecinas y opinar sobre distintos tipos de esta bebida.

Todo eso era una excusa, obiamente.

En realidad, tan solo es una pequeña asociación en la que se reunen todas las amas de casa, cansadas de sus matrimonios para cotillear sobre los demás y consolarse mutuamente.
Además de tomar también té y pasteles.

Todas las noches a las 7 pm
en punto, mis padres y yo cenamos juntos.
Es el único momento en el que los tres nos vemos a la vez y podemos hablar como una familia de verdad.

Ni os imaginais cuantas veces intenté hablar con mi padre sobre mi gran pasión.

Pintar.

Lo adoro, me siento libre y me olvido de todos los problemas y frustaciones.

Pero para él tan solo es una perdida de tiempo.

Cada vez que intento contarle algo sobre el tema, él niega con la cabeza y me responde :

"Ahora no, Ariel"

Mi madre hace lo mismo.
Me hace señas con la cabeza para que me calle, mientras me sirve más sopa de pollo.

Odio la sopa de pollo.

Tras una cena incómoda, en la que mi madre no paraba de hablar de sus recetas, mientras mi padre hojeaba el periódico, ignorándola como siempre, me fuí enfadada a mi habitación.

Mi vida estaba perfectamente planificada.

Seguiría con mis maravillosas calificaciones, iría a una prestigiosa universidad y sería abogada.

Todo ello para más tarde acabar casada con un hombre, perfecto para mí, segun mis padres, que con el paso de los años dejaría de amarme.
Y yo intentaría olvidarlo haciendo estúpidos pastelitos.

Yo no quería esa vida.

Me moría por escapar, hacer cosas que no estaban bien vistas y ser libre.

Deseaba emoción en mi vida.

Quería vivir de verdad.

No soportaba esta jaula de cristal en la que estaba encerrada.

Pero eso era demasiado,
no podía cambiarlo.
Las lagrimas caían por mis mejillas.
Las cosas debían seguir así,
era lo mejor, aunque doliera.

Miré una vez más la luna y contemplé su resplandor.

Deseé con todas mis fuerzas que mi vida cambiara, y poco a poco, me quedé profundamente dormida.

"Ven aquí y no me sueltes"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora