Parte 4

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- En qué quedamos -le dijo- ¿pagas o no pagas la cuarta parte de la música?

El fotógrafo ni siquiera levantó la cabeza para contestar.

- La música no sale en los retratos.

- Pero despierta en la gente las ganas de retratarse -replicó la abuela.

- Al contrario -dijo el fotógrafo-, les recuerda a los muertos, y luego salen en los

retratos con los ojos cerrados.

El director de la charanga intervino.

- Lo que hace cerrar los ojos no es la música -dijo-, son los relámpagos de

retratar de noche.

- Es la música -insistió el fotógrafo.

La abuela le puso término a la disputa. "No seas truñuño", le dijo al- fotógrafo.

"Fíjate lo bien que le va al senador Onésimo Sánchez, y es gracias a los

músicos que lleva." Luego, de un modo duro, concluyó:

- De modo que pagas la parte que te corresponde, o sigues solo con tu destino.

No es justo que esa pobre criatura lleve encima todo el peso de los gastos.

- Sigo solo mi destino -dijo el fotógrafo-. Al fin y al cabo, yo lo que soy es un

artista.

La abuela se encogió de hombros y se ocupó del músico. Le entregó un mazo

de billetes, de acuerdo con la cifra escrita en el cuaderno.

- Doscientos cincuenta y cuatro piezas -le dijo- a cincuenta centavos cada una,

más treinta y dos en domingos y días feriados, a sesenta centavos cada una,

son ciento cincuenta y seis con veinte.

El músico no recibió el dinero.

- Son ciento ochenta y dos con cuarenta -dijo-. Los valses son más caros, - ¿Y eso por qué?

- Porque son más tristes -dijo el músico.

La abuela lo obligó a que cogiera el dinero,

- Pues esta semana nos tocas dos piezas alegres por cada valse qué te debo, y

quedamos en paz.

El músico no entendió la lógica de la abuela, pero aceptó las cuentas mientras

desenredaba el enredo. En ese instante, el viento despavorido estuvo a punto de

desarraigar la carpa, y en el silencio que dejó a su paso se escuchó en el

exterior, nítido y lúgubre, el canto de la lechuza.

Eréndira no supo qué hacer para disimular su turbación. Cerró el arca del dinero

y la escondió debajo de la cama, pero la abuela le conoció el temor de la manó

cuando le entregó la llave. "No te asustes", -le dijo-. "Siempre hay lechuzas en

las noches de viento". Sin embargo no dio muestras de igual convicción cuando

vio salir al fotógrafo con la cámara a cuestas.

- Si quieres, quédate hasta mañana -le dijo-, la muerte anda suelta esta noche.

También el fotógrafo percibió el canto de la lechuza pero no cambió de parecer.

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⏰ Última actualización: Oct 06, 2015 ⏰

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La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora