Black Hunters: Vampiro 1

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Vampiro1

La noche helada golpeaba la gran ciudad de Londres con sus gélidos vientos. En una de aquellas calles repletas de casas y autos lujosos, con gente rica y ambiciosa, que descansaba y reían en sus comodidades; un grito de muerte es ahogado por la oscura noche.

Una joven de cabello tan obscuro como aquella noche, corre desesperada por la tétrica calle, hasta llegar a una enorme y majestuosa mansión que ha perdido todo al ser consumida por el fuego. De los hermosos y enormes ojos azules de la joven brotaron lágrimas, y sin saber por qué, sintió un fuerte instinto asesino dentro de aquel edificio chamuscado; aun así la joven no se detuvo y entró a la mansión. Mientras que se adentraba más en ese terrible lugar que poco a poco se convertía en simples ruinas llenas de escombro,
la inquietud y presión en el pecho se volvían más fuertes; la joven
avanzaba con dificultad esquivando piedras, maderas y todo objeto que le obstruyera el paso. Se cubría la cabeza, pues muchas piezas estaban cayendo; el lugar se estaba desplomando. No quedaba mucho tiempo o más bien el tiempo se había agotado ya hace mucho.

Después de haber esquivado varios obstáculos, se encontró con lo que más había temido. En el centro de aquel escenario tan aterrador se encontraba una pequeña montaña de cadáveres que poco a poco se iban volviendo polvo.

La joven, aterrada, dio unos pasos hacia atrás con las manos en la cabeza y los ojos bien abiertos, se dejó caer de rodillas y con la cabeza echada hacia atrás lanzó un fuerte grito. Estaba perdida, su familia había desaparecido; se habían vuelto polvo y el viento se los
llevaba. Una gélida presencia apareció detrás de la indefensa joven, tenía sus labios cerca de ella y ésta podía sentir su aliento, un aliento que era realmente intimidante. La pobre chica quería creer que era un sueño, una pesadilla de esas que aparentan ser reales; sabiendo que a la mañana siguiente despertarías y todo seguiría bien, ella
quería creer que su familia seguiría ahí, sonriente en el comedor, esperando por ella para poder desayunar. Aunque era un fuerte deseo de la joven, sabía que era solo eso, "un deseo" y nada más, todo lo que estaba pasando era real, tan real como el miedo que crecía, cada vez más, dentro de ella. Estaba totalmente paralizada; no podía moverse en absoluto. Luego, una risilla juguetona resonó por el lugar.

—Vaya que te ves apetitosa—. Dijo la presencia, mientras tomaba a la aterrada joven por la barbilla de manera brusca haciendo que mirara a los ojos al dueño de aquella voz tan extrañamente atractiva. La joven había cruzado sus ojos azules con unos verdes, tan serios y profundos que la habían hipnotizado haciendo que ésta se dejara llevar por aquel misterioso y atractivo hombre de ojos verdes y un cabello rubio tan brillante y hermoso que caía como una cascada dorada por su espalda. El joven sonreía y poco a poco se acercaba al cuello pálido de la joven, el cuello de su víctima" y al estar lo suficientemente cerca, un par de puntiagudos y blanquísimos colmillos se asomaron de su boca y lentamente
penetraron la delicada y pálida piel del cuello de la muchacha, la cual echó un gemido de dolor; aquel vampiro succionaba con placer la deliciosa y roja sangre, pero antes de acabar con la pobre chica algo atrajo su atención; sacó sus colmillos del cuello de la joven, ya pálida a causa de la falta de sangre y el miedo. El joven vampiro deformó sus labios en una tétrica sonrisa; parecía divertido. Tomó a
la muchacha moribunda por un brazo, echó una risilla y dijo:

—Vaya que eres rápido, no me dejaste acabar mi comida y eso sí que es molesto—. Pero no hubo respuesta, solo se escuchó un crujido. El joven rubio amplió su sonrisa. -¿No vas a salir? Bien, entonces veremos qué hacen los recién nacidos con ella.

El vampiro rubio tomó con más fuerza a la joven y la lanzó por los aires provocando que cayera sobre las cenizas y prendas pertenecientes a lo que una vez fue su familia. La muchacha, con las pocas fuerzas que aún conservaba, comenzó a arrastrarse hacia la entrada tratando de huir de ese horrible sitio que alguna vez pudo llamar "hogar". Antes de poder llegar a la puerta, el joven rubio hizo un chasquido de dedos que resonó por todo el lugar. Hubo unos segundos de silencio que fueron destrozados por unos sonidos guturales; de la obscuridad, muchísimas personas salieron abalanzándose sobre la pobre chica moribunda, comenzaron a morderla, rasguñarla, arrancarle la piel, la ropa, el cabello. La pobre chica gritaba desesperada, la estaban matando, iba a morir de aquella manera tan cruel. Un sujeto la tomó por el cuello de la camisa que estaba roto y rojo por la sangre de la pelinegra; el hombre desgarró de nuevo la piel del cuello de la joven, la cual comenzó a gritar con más intensidad. Su esperanza se había esfumado, estaba muerta o mejor dicho en menos de unos segundos lo estaría, pero antes de que eso sucediera el sonido de un disparo resonó en el destrozado lugar. Un sujeto, no muy lejos de ella, había caído muerto pero no solo él, a varios de ellos les sucedió lo mismo. El hombre que sujetaba a la joven asustada, de un brinco se alejó de ahí para irse a una esquina con ella todavía en brazos. El hombre, al alejarse, pudo observar que no solo era un sujeto enemigo si no dos, se trataba de una bella y voluptuosa mujer de cabello rizado y castaño; sus ojos eran hermosos y tenían un color miel, aparentaba tener no más de veintisiete años, llevaba una camisa blanca con un corseé negro por encima de la camisa junto con unos pantalones del mismo color, ajustados y unas botas cafés que llegaban debajo de la rodilla. Junto a ella se encontraba un hombre viejo de cabello blanco y largo hasta la espalda, usaba lentes y llevaba una gabardina negra muy larga también. Los "recién nacidos" los miraban asustados sin que esto les quitara el odio que se plasmaba en sus ojos. Con un grito se abalanzaron sobre los dos individuos; antes de siquiera tocarlos, ambos sujetos se movieron rápidamente y sacaron sus armas, la mujer sacó un par de cuchillas de su cinturón y se lanzó sobre los "recién nacidos" y con una increíble precisión cortó a sus adversarios de manera limpia mientras que el viejo había sacado una escopeta y con ella comenzó a disparar a todos los enemigos, matando a varios en pocos minutos. El hombre que tenía a la chica prisionera con su brazo veía aterrado la escena, estaban destrozando a los demás. Asustado y apurado, volvió a morder el cuello de la
joven la cual estaba ya tan débil que ya no podía ni siquiera gritar, solo esperar la muerte en silencio, solo eso. Justo antes de acabarla, el hombre se detuvo, sacó sus dientes del cuello de la joven y puso una cara de agonía mientras gemía de dolor. Dejó caer a la joven, la cual se asombró al ver que el vientre de aquel hombre había sido atravesado por una mano humana y tenía a alguien prensado a su cuello; lo mordía de manera muy agresiva. Le estaba chupando la sangre. El "recién nacido", asustado, logró zafarse de su atacante, estaba aterrado pero no apartó su mirada de la chica, quiso lanzarse sobre la joven que yacía en el suelo tan débil y acabada; antes de tocarla, el cañón de una pequeña pistola plateada se acercó a la cabeza del sujeto y entonces sonó un disparo, el sujeto cayó muerto junto a la joven, sus ojos se habían quedado fijos en ella, se veían aterrados. Minutos después el hombre se comenzó a convertir en polvo y el viento se lo llevó como lo había hecho con su familia.  La joven se enderezó con mucho esfuerzo, solo para poder mirar el rostro de su salvador y encontrarse con un par de ojos verdes igual de hermosos, profundos e hipnóticos que los de su atacante. Quiso decir algo pero comenzó a sentir un ardor terrible en la garganta, sentía como si se le estuviera quemando; la sensación comenzó a esparcirse por todo su cuerpo ¿Qué le estaba pasando? Era un dolor insoportable, peor que las mordidas de aquellas bestias que alguna vez fueron personas.

El joven rubio echó una risilla.

—Tiempo sin verte, Sammuel...Hemelryck—. El joven pelirrojo lo miró con infinito desprecio pero no dijo nada, se limitó a mirarlo. El joven de cabello largo y rubio amplió su sonrisa de manera burlona y entonces desapareció entre los escombros y el humo. Sammuel se volvió de nuevo con la joven que estaba
convulsionándose en el piso de dolor. Se posó de rodillas junto a ella y la ayudó a enderezarse un poco. La analizó y encontró en su boca un par de blancos y filosos colmillos que comenzaban a salir, se había convertido en una "recién nacida". Sammuel maldijo por los bajos y se acercó a la chica.

—Joven Sammuel ¿Qué ocurre?—preguntó el anciano que ya había acabado con el resto de los recién nacidos junto a la mujer.

—No es nada, sólo que esta chica ha perdido mucha sangre y se ha vuelto una recién nacida.

—¿Y qué haremos?- preguntó la mujer, preocupada.

Sammuel acercó su mano a la joven, la cual reaccionó al olor y se levantó para tratar de morderlo, Sammuel posó una mano en la mejilla de la joven y acercó su rostro al del ella después de mirarla
por unos segundos acercó el rostro de la chica a su cuello.

—Bebe lo necesario y vivirás—. La joven sin control alguno se abalanzó sobre Sammuel y clavó sus nuevos colmillos en el cuello de él. Sammuel gimió de dolor y después de unos minutos de succionar con placer la sangre de él, con un golpe en el cuello, Sammuel puso a dormir a la chica. La levantó y la cargó en su hombro.

—Vámonos—. Ordenó.

Los tres vampiros caminaron por los escombros y el fuego de aquella mansión hasta perderse en la obscuridad de la noche.

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⏰ Última actualización: Nov 24, 2017 ⏰

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