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No fue hasta entrar a la escuela que James y yo comenzamos a entablar conversaciones más largas; en vez de un "hola" y un "adiós", ahora me acompañaba cada día a mi salón de clases, y luego, al terminar la jornada, caminábamos juntos hacia nuestros hogares, hablando sobre lo que más nos apasionaba a ambos; la música.

Gracias a mamá, quién ahora es una muy buena amiga de Cynthia, pude saber el por qué de la especial personalidad que James poseía. Su padre había abandonado a su familia hace ya dos años, dejando a una mujer con dos hijos a su suerte; un tremendo cobarde que James debía despreciar con toda su alma.

Además, pertenecían a la religión de ciencia cristiana, donde creen en que Dios les curará de todas las enfermedades y cosas así; es por eso que James me comentó que no asistía los Martes a clases de ciencias, ya que según su familia no era necesario aprender sobre eso, y que Dios era la cura ante todo; vaya religión. Sabía que él no estaba del todo comprometido con las creencias de su madre, pero aún así debía seguir su ideología.

Debido a sus creencias, James debía soportar las burlas de sus otros compañeros. Por eso le veía solo la mayoría del tiempo antes de que fuésemos amigos.

Ya llevaba tres meses en la escuela; al principio se podría decir que tenía varios amigos, pero al pasar el tiempo comencé a notar que todos ellos querían alejarme de James. "¿Por qué te juntas con ese rarito?", "Viste como un vagabundo", por qué querrían separarme de él?.

Ambos caminábamos en silencio al compás por el largo y amplio corredor de la escuela. Llevaba los libros apoyados contra mi pecho y una mochila mezclilla colgando de mi espalda mientras que James cargaba un simple bolso negro en su hombro derecho. Nuestros pasos se dirigieron hacia el campus, dónde usualmente almorzábamos los dos. 

Nos sentamos bajo un árbol y sacamos nuestras loncheras. James observó con expresión neutra lo que se encontraba dentro de la cajita metálica para luego cerrarla de golpe y lanzarla a un lado.

"¿Qué ocurre?" Pregunté mientras daba un mordisco a mi sándwich.

James no respondió.

Alargué mi brazo y tomé la lonchera. Al abrirla, observé una pequeña nota escrita en un papel arrugado.

"Gracias por el sándwich, hippie de mierda."

No es primera véz que esto ocurre.

De mi mochila saqué otro sándwich que mamá había preparado en caso que me diese más hambre, y se lo entregué a James. "Ya no tengo hambre, gracias." Dijo con cierto desgano en su voz mientras tenía la mirada clavada en el pasto y sus rodillas pegadas a su pecho.

Tomé su mano izquierda de golpe y le entregué el sándwich. "Come" Me miró de reojo y soltó un suspiro para luego cruzarse de piernas y darle un mordisco.

Al haber acabado mi almuerzo, guardé la lonchera en mi mochila y me dispuse a esperar a James.

El silencio que nos invadía fue interrumpido por un grito. "¡Cuidado!" Miré hacia la derecha para ver cómo un balón de fútbol se dirigía justo hacia mi rostro. En menos de dos segundos cubrí mi cabeza entre mis piernas mientras las rodeaba junto a mi pecho, para luego sentir el ya inevitable y doloroso impacto de la pelota con mi brazo y hombro derecho.

"¡Jordy, lo siento!" Dijo una suave y masculina voz que ya conocía bastante bien y que se iba acercando poco a poco.

Alcé mi vista y me encontré con esos penetrantes ojos verdes que me cautivaron desde el primer día de escuela.

No Leaf CloverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora