Cuando Chris y Thomas desaparecieron, dieron paso a John Hijo, que era primogénito de John Padre y que tenía cinco años (mentales, por suspuesto. Su cuerpo no cambió en absoluto).
-¿QUÉ HAGO AQUÍ? ¡AY, DIOS MÍO, QUE ME HAN SECUESTRADO!
-Thomas, Thomas, tranquilízate, soy la madre de Pamela-dijo la madre de ésta.
-¿Thomas? No, yo soy John Hijo, pero me llaman Johnny, y vivo en Elm Street, pero mi papá evita que Freddie Krueger me mate, porque yo soy especial y de mayor será un astronauta cantante y bai... bai... ¿cómo era? ¡Ah, claro! Bailante. Un astronauta cantante y bailante. ¡Pero dejadme! Yo no tengo dinero y mi padre tampoco. ¡¡¡SOLO QUIERO IRME A MI CASA!!! Buah... sniff...buah... buah... sniff.. buah...-contestó John, sollozando.
-Chris, por Dios. No hace ninguna gracia, para ya y compórtate como antes. ¡Lo estabas haciendo muy bien!-susurró Pam, exasperada, al oïdo de Johnny.
-¡NO! Te acabo de decir que no soy ni Thomas ni Chris. Soy Johnyyyyy!!!!!!!!!-gritó el niño/adulto, estallando una vez más en llanto deseperado.
-¡Pamela! Ya vale de trerte sujetos raros a casa. ¡Sal ahora mismo! Y no queremos que vuelvas hasta que encuentres a alguien normal-gritó el padre de Pam, mientras ésta salía por la puerta tamblando de indignación.
-¡Y llévate esto!-gritó su madre, señalando a John, que seguía llorando y gritando desde un rincón.
-Ven aquí embustero... Te voy a... Te voy a... Aggggrrrr, no sé lo que te voy a hacer-cuchicheó Pamela, clavando las uñas en el brazo de John y obligándole a salir de la propiedad de sus padres bruscamente.
-¡Déjame! Eres una bruja... ¡Y me voy a escapar!-exclamó John Hijo, soltándose de Pam y echando a correr por la calle.
Johnny no se dio cuenta de que la gente de la calle se paraba y le miraba con curiosidad. Claro, un hombre de trenta y pico años corriendo por la calle, llorando, moqueando y gritando que quería a su mamá y su papá, llamaba la atención.
Poco a poco, John se fue calmando y dejó de correr y de llorar. Después de haber echado tantas lágrimas se sentía extenuado, y decidió sentarse en un banco para descansar. Se durmió.
Al despertar, sintió frío y emprendió un trote lento para calentarse un poco. Para ser un niño de cinco años tenía recursos. Claro que no tenía cinco años... Y además tenía una expriencia inmensa, porque había nacido junto con Joseph, con Chris y con todos los demás... ¿Y no ha crecido? Os preguntaréis. No, no ha crecido. Desde que tiene uso de razón ha tenido cinco años. Por eso, sus padres pensaron que era superdotado, porque claro, cuando era un bebé de once meses y se ponía decir trabalenguas... Impresionaba. Pero claro, cuando cumplió trece y seguía llorando por todo y buscando a su mamá... No parecía tan listo.
Bueno, ahora que he comenzado este pequeño paréntesis, voy a explicar un poco la vida de nuestro enfermo. Uno de los motivos de que éste fuera esquizofrénico, era que su madre era amnésica. Su padre estaba sano, pero murió cuando Joseph/Chris/John/Martha tenía dieciocho años. Su madre intentó ocuparse de él (o ellos), pero puesto que también estaba enferma, acabaron intenrnándola en un hospital sin percatarse de que su hijo tenía otro trastorno mental grave. De ésta manera, nuestro protagonista, fue creciendo hasta que consiguió un trabajo (del que se ocupaba otra personalidad) y pudo pagarse una casa. Sigamos:
El caso es que John empezó a trotar y a trotar hasta que llegó, por arte de birlibirloque, a la estación de trenes. Tenía un vago recuerdo de que para ir a su casa debía coger el tren, así que sin reflexionar lo más mínimo se subió. Se puso a mirar por la ventana y así pasó un rato hasta que alguien carraspeó discretamente. John miró a la mujer que había carraspeado y le dedicó una sonrisa infantil. Al poco tiempo, la mujer dijo:
-Disculpa, ¿te importaría dejar de cantar? O al menos, baja el volumen...
John se tapó la boca de un modo muy gracioso y se echó a reir suavemente. No había caído en la cuenta hasta ahora de que había estado todo el viaje cantando la canción de los Héroes Tururú, una serie de dibujos animados que John siempre veía cuando estaba en su casa.
El tiempo pasó y el tren siguió su camino. Pero John no se bajó en la parada que le correspondía. Para él era sencillo; el tren pararía justo delante de su casa, como debía ser. Pero no fue así.
Cuando llegaron los vagones a la última parada, John fue hacia la cabina del conductor y, mirándole con los ojos muy abiertos preguntó.
-Disculpe, señor conductor. ¿Y mi casa?
A lo que el conductor contestó:
-No lo sé, señor. ¿Usted sabe dónde está mi mujer?
-No.
-Genial. Yo tampoco. Como ve, todos tenemos problemas. Si no le importa, baje del tren, por favor.
Johnny se enfadó mucho e hizo pucheritos, pero vio que el conductor hacía señas a unos hombres muy grandes que estaban por ahí cerca y decidió bajarse. Al fin y al cabo, él era un niño listo. Seguro que encontraría su casa. De manera que echó a andar por la calle, lanzando sonrisas a diestro y siniestro, y dando pequeños saltitos que captaban la atención de todos.
Después de lo que le pareció una eternidad, John llegó a una plaza muy grande llena de palomas. Empezó a jugar con ellas y, cuando se dio cuenta, eran casi las seis y se había quedado él solo (la gente se había asustado y había huido). John se sentó en un banco y se puso a jugar al veo veo consigo mismo. Y dieron las campanadas.
Y John dejó de ser John.
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Memorias de un Hombre con Múltiple Personalidad (PARADA)
Humor¿Qué pasaría si fueras una persona distinta según la hora del día? Eso es lo que le sucede a Joseph Loud. Y a Chris Lioners, a Martha Anderson... Gente muy diferente dentro de un mismo cuerpo. ¿Qué podría pasar si una chica desconocida se le acercas...