John Padre

62 5 2
                                    

Cuando John Hijo se fue por dónde había venido, apareció su progenitor: John Padre.

Era un hombre grande (en realidad, tenía el mismo tamaño que su hijo, pero la actitud varía mucho la apariencia) y fuerte, con cara de bruto. En cuanto vio lo lejos que estaba su casa y comprendió que tendría que correr mucho para llegar a tiempo de ver su programa favorito, se enfadó consigo mismo. O con su hijo. Claro que John Padre no tenía ni idea de la existencia de John hijo. O a lo mejor sí sabía algo pero no quería darle mayor importancia, o tal vez... En realidad, da lo mismo. Dejémoslo.

Total, que John Padre echó a correr en dirección a la estación, dando golpes y haciendo tambalear a toda la gente que se interponía en su camino. Lo hizo tantas veces sin pedir perdón ni una sola que, al final, empujó a un hombre y, cuando se hubo alejado de él un poco, oyó a sus espaldas:

-¡Eh! ¡Qué es lo que te pasa, animal!

-¿Y ti qué? ¡Tengo prisa! ¿Acaso quieres pelea?-preguntó John mientras se giraba. Era consciente de su podería físico y sabía que era improbable que hubiera topado con alguien más fuerte que él. Pero cuando se giró, comprobó que sí, que era algo improbable, pero que no era imposible; un hombre de casi dos metros con unas espaldas como armarios le miraba desde el otro lado de la calle con los brazos cruzados.

-¡No, no quiero pelea! ¡Pero tú la estás pidiendo a gritos!-vociferó el hombre. John puso una mueca feroz y gruñó. Luego, hizo una cara arrepentida y dijo:

-Perdona, amigo. No te he visto pasar. Tengo que irme. Adiós... ¡Por Dios! ¡Tenga cuidado, señora!¡Mire por dónde va!

Y echó a correr otra vez hacia la estación de trenes.

Cuando por fin llegó, pagó un billete y se subió al tren que le correspondía. No había sitios libres, de manera que se agarró a una barra y allí se quedó, mirando por la ventana hasta que llegó a su destino. Cuando estuvo allí, se bajó del tren y empezó a correr de nuevo hacia su casa, pero luego pensó que estaba demasiado cansado y que, de todas maneras, no le apetecía ver la televisión hoy.

Cuando llegó a su finca, entró y se tiró en el sillón rojo. Se quitó los zapatos distraïdamente y cerró los ojos. Pero los volvió a abrir molesto; una mosca se había posado en su frente. Se dio a sí mismo un manotazo, pero no mató a la mosca. Únicamente consiguió dejarse la piel roja y sentir un asomo de ridículo al pensar que la mosca podía estar riéndose de él. Agitó el puño furiosamente y en silencio. De repente, su vista se posó en la mesa y vio la libreta que descansaba ahí. Se levantó pesadamente y leyó lo que rezaba escrito en ella : "Escribir lo que he hecho hoy". Le sorprendió ver que estaba llena de una letra muy parecida a la suya, quizás más pequeña y ordenada. Leyó lo que había y se quedó sin palabras.

-¿Quién hay allí? ¡Esto no lo he escrito yo! Os lo advierto, no tengo nada de valor, de manera que si no queréis que os dé una paliza, salid por donde habéis venido-gritó. Al ver que nadie respondía, añadió- A la de tres llamo a la policía. Uno... Dos... y... ¡Tres!

Nadie le respondió, de manera que John Padre cogió un martillo y recorrió toda la casa en busca de algún intruso. Pese a su entusiasmo, no encontró nada. Llamó a la policía.

-Señor, la cerradura no está forzada. Tampoco hay ningún signo de saqueo, y no hay ningún testigo que haya visto a nadie entrar aquí-le dijo el policía cuando hubieron llegado y terminaron de inspeccionar la casa- ¿Ha echado algún objeto de valor en falta?

-No, no tengo nada que puedan robarme... ¡Pero sé que han entrado! Oiga, agente, ¿no podrían tomar huellas? Le aseguro que ha entrado alguien-exclamó John, llevándose las manos a la cabeza.

-Lo lamento, pero no funciona así. Temo que usted ve demasiada televisión...-murmuró el policía, suspirando- Oh, se me olvidaba... ¿Qué le ha hecho sospechar que alguien ha entrado aquí?

-¡La libreta!-dijo John, triunfalmente, como si fuera la prueba que necesitaba para que el policía lo tomase en serio. Buscó afanosamente por todo el salón, pero la libreta se había deslizado por detrás de un mueble, y no fue capaz de encontrarla. El policía suspiró otra vez y se despidió suavemente de John. Ordenó a los demás policías que salieran, y dirigió un saludo al hombre desde el coche patrulla, ignorando las protestas y las amenazas de John.

En ese momento, John Padre se fue, y dejó paso a otra persona muy diferente.

Memorias de un Hombre con Múltiple Personalidad (PARADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora