15 años, sin casa, sin familiares, sin amigos, apenas con algo de dinero, el trabajo lo abandoné una semana después por que me pagaban la quincena. Ahora debía pensar en como hacerle para sobrevivir, durmiendo en aceras, atrás de gasolineras, comiendo sopas instantáneas y café. Pasé así año y medio, mi cumpleaños número 17 se acercaba, y yo seguía viviendo de limosnas, me sentía patético. La cara de las personas, que al verme tan joven y en tal situación, dibujaban una mueca de extrañeza y siempre me sermoneaban, buenos consejos pero prefería ignorarlos, dos veces llamaron a la policía para que me recogieran y me llevaran a un albergue, pero siempre me les escapaba trepando por las escaleras de emergencia, odiaba vivir en la calle pero no lo odiaba tanto como el saber que mi destino dependía de la decisión de otra persona a la que sólo le interesa ser remunerado a fin de mes.
En la calle donde me quedaba siempre noté que un tipo con chamarra y lentes, haya sol o no, llegaba y se paraba en la esquina a mi derecha por unas 2 o 3 horas diario. Cuando llegaba y se recargaba en el poste de madera de la esquina, sacaba su celular de su bolsillo en la chamarra y tardaba hablando menos de un minuto, después en 10 minutos empezaban a saludarlo gente y parecía darse algo uno al otro, también vehículos en total discreción a los cuales se les acercaba a la ventana y regresaba a su sitio en segundos. Una semana después de ver su modus operandi, observé como se le caían de su bolsillo unos billetes enrollados con una liga el cual recogió viendo a todas partes y volvió a meterlos en su pantalón, ahí fue cuando me di cuenta de que él vendía algo, y algo no muy barato pero con demanda, mucha gente acudía a él y terminaba con los bolsillos llenos de dinero. Me propuse mirar más de cerca con tal de enterarme de su trabajo, no tenía otra cosa que hacer vaya. Un día después hizo lo mismo de todos los días, pero ésta vez se le acercó un vehículo que no conocía hasta ahora, una camioneta lujosa azul obscuro con vidrios polarizados, se orilló lentamente y bajo el vidrio a mitad, de dentro salió una mano indicando al tipo que se acercase, obedece y charlan un rato, el tipo asiente con la cabeza y retiran por su lado.
No le di importancia en un principio, regresé a mi callejón preferido y me comí una barra de granola y a dormir entre contenedores de basura y agua. La noche era fría y lloviznaba, una frazada que encontré en la basura me cubría del viento gélido. El estómago me rugía todo el tiempo como era costumbre desde la muerte de mi madre, no podía dejar de pensar en ella, a la vez me daban ataques de furia que apaciguaba gritando contra la pared, claro nadie me podría escuchar por que era una zona de negocios totalmente sola en la noche.Todos mis pensamientos cansaban mi mente hasta dormir.
Ya en la mañana siguiente, un claxon de automóvil me despierta rotundamente y recuerdo muy bien haberme golpeado la ceja contra el contenedor de basura en el que me recargué mientras dormía. Me paré y estiré, calculé que eran las 8 de la mañana ya que había mucho movimiento en los negocios de enfrente. Saludé a la adorable señora Emery, como olvidarle a esa dulce viejecita que me veía el hambre en la mirada, siempre me regalaba un par de dólares de su monedero para poderme comprar mi café o un sándwich, no quería parecer dependiente de ella, pero el hambre me ganaba. Nunca me ha gustado aparentar debilidad o dependencia a alguien, la única persona con la que aceptaba ser dependiente era mi madre, pero ella ya se había ido.
Me despedí de la dulce señora Emery y caminé de nuevo hasta la gasolinera para comprar mi café, los del establecimiento siempre se alegraban de verme, no estoy seguro del porqué, puede que sea la "alegría" de saber que no morí durante dormía la noche anterior, me deseaban siempre un buen día, y aunque yo supiera que todo era una mierda les daba las gracias, al menos aún había alguien que pensara en mí. Una vez pagado mi café americano con azúcar, me dispuse a beberlo lentamente mientras veía a través del ventanal que da a la calle, puse mi mirada en el lugar donde habitualmente aquel extraño se iba a parar y esperaba para vender "su producto", normalmente llegaba a ésa hora, pero aquel día no fue así, no llegaba. En la media hora en que me terminé mi café para disfrutar cada sorbo, nunca apareció aquel extraño por el que yo disfrutaba pasar la tarde admirando su labor. Salí de la gasolinera, hacía un frío increíble, ése día fue más helado que otros que yo recuerde de mi vida en Chicago. Caminé por la acera hasta llegar al lugar donde el extraño solía pararse, me paré en la esquina y miré a los lados esperando verlo, pero nada conseguía observar.
Recuerdo haber me dicho ami mismo: "seguramente se quedó dormido". Decidí irme a sentar en la acera de enfrente, pegado al negocio de flores, y esperar a su llegada. De detrás mío apareció un señor de tez negra con mandil y guantes: -Eh chico, ¿no deberías de estar en la escuela? -La verdad es que sí, pero éso a usted no le importa, ¿o sí? -Me importa poco lo que hagas, pero tu edad y situación me intriga, ¿qué esperas de la vida? -Que se deje de estupideces, pero hoy no pienso en eso, hoy espero a alguien. -¿A quién? -Oiga hace muchas preguntas, señor... .-Brooks chico -completó el florero mientras señalaba con el dedo el letrero de su local "Brooks's Flowers" -Eso que dijo, y no le importa de nuevo señor...Brooks.
En eso, a lo lejos por la calle atisbé una silueta trotando con una mochila en la espalda, la sudadera la reconocí al instante, era el extraño al que acostumbraba ver todos los días. Pegué un brinco cuando lo vi acercarse, pero se le veía extraño, con preocupación, se pasaba la mano por la boca y veía con miedo en todas direcciones. Deduje que se escondía de alguien.
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En la Mira y fuera de Control
AdventureRobert Donson Parks, Rob para los amigos, 25 años, narcomenudista desde los 18 años. Su vida ha dado tumbos en gran parte por su culpa, abandonó la escuela a los 15 y vivió en la calle a los 17. Ambicioso y atrevido, su definición de la felicidad es...