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-Quiero una blusa transparente.- dijo Natalia mirando el techo de mi recámara.

-¿Cómo de plástico?- dije y una carcajada salió de su garganta.

-¡No seas tonta, Eliza!- me contestó con una sonrisa resplandeciendo en su cara.- Sabes a lo que me refiero.

-¿Por qué quieres una blusa así?- Natt se levantó de mi cama y se me quedó viendo fijamente, sonriendo. Hice una pausa para recordar cómo se respira.

Me estaba muriendo. Esa maldita sonrisa me estaba matando. Era Natalia, toda mi vida era Natalia. Mi endomoniadamente sexy mejor amiga que no tenía ni idea de que estaba cayendo profundamente por ella.

-De acuerdo, te lo diré.- se volvió a sentar a mi lado en la cama y continuó.- ¿Recuerdas las vacaciones pasadas que fui a quedarme un tiempo con mis tíos?- Por supuesto que me acuerdo, fue cuando me di cuenta de que te amo, idiota. Asentí.- Me hice un tatuaje.

Wow. ¡¿QUÉ?!

-¿E-en serioo? ¿De qué? ¿Dónde?- mis tartamudeos junto con mis estúpidas mejillas rojas no ayudaban a esconder mi pena/excitación. Natt estaba absolutamente consciente de que tenía algo por los tatuajes. Que no era sexual, para nada.

-En ésta parte.- dijo tocándose unos centímetros debajo de sus senos. Oh no. Dios mío, no.- Entonces quiero una blusa transparente para mostrarlo, pero de esas lindas, no una vulgar.- continuó arrugando su nariz tiernamente. Me levanté y caminé hacia mi guardarropa, sacando un par de chaquetas encontré lo que buscaba.

-¿Te sirve?- le dije mientras sostenía en mis manos una blusa de manga larga, verde con detalles azules, de una tela parecida al chiffón que pensé sería lo que ella buscaba.

-¡Oh por Dios, Eli! ¡Es perfecta!- caminó hacia mí y la tomó entre sus dedos.- ¿Puedo?- preguntó con ojos suplicantes, moví la cabeza afirmativamente y ella corrió al baño de mi recámara dejando la puerta entreabierta.

Un peso se instaló en mi estómago cuando la dejé de ver y lo reconocí como las terribles ganas de decirle cuánto la amaba. Me levanté sin una pizca de autocontrol y miré por la ranura de la puerta. Ahí estaban, en el reflejo del espejo. Debajo de su sostén se veían unos puntos azules con negro, y cuando me fijé bien me di cuenta que se trataban de manchas de leopardo. Una respiración entrecortada salió de mis labios al tiempo que regresaba a mi lugar en la cama.

-¿Y bien?- escuché que decía, levanté la mirada y la vi detenidamente. El lugar donde vivíamos era prácticamente un horno, así que ella tenía puestos unos shorts que resaltaban sus blancas y kilométricas piernas que no lograban pasarme aún así, mi blusa le quedaba un poco larga pero bastante bien, y lo que resaltaba a mis ojos eran esas fuertes sombras debajo de sus pechos. No supe que decir. Así que mis hormonas tomaron el control.

La vi fijamente a los ojos y me dirigí hacia ella sin romper el contacto visual. Mis dedos impacientes bajaron al dobladillo de la blusa y lo levantaron lentamente, dándole oportunidad de detenerme. No lo hizo. Seguí subiendo tocando su piel y con los pulgares empecé a acariciar esas manchas. Un pequeño gemido agudo salió de su boca.

-Eliza...-susurró contra mi oído.

-Dime.- contesté mientras tomaba su cintura con fuerza y la movía hasta mi cama, pero no hubo respuesta.

Cuando estaba completamente acostada, puse cada una de mis piernas al lado de las suyas, dobladas y aprisionándola. Tomé sus manos y las elevé por encima de su cabeza, aunque muy pronto las tuve enredadas en mi cabello. Alcé la blusa nuevamente y pude ver claramente su tatuaje, mientras algo se arremolinaba en mi abdomen. Me incliné dejando que mis respiraciones pesadas tocaran esos centímetros de piel pintada, y ella comenzó a ser unos sonidos que me hirvieron la sangre. De pronto, casi por puro impulso, le besé la piel, dulcemente, sin prisas ni restricciones; repartí besos y pequeñas mordidas que ella contestaba con más gemidos y jalones de cabello.

-E-eli.- suspiró. Me detuve pensando en lo que estaba haciendo. Pero no pude hacer mucho cuando Natalia jaló mi cara a la suya para besarme. Oh Dios. Natalia me estaba besando.

Muy pronto correspondí el beso, que rápidamente ella había profundizado. Todo era humedad: sus labios, su lengua, sus mordidas. Me estoy volviendo loca, fue lo que pensé. Pero después dijo algo que tambalearía aún más mi cordura.

-Te amo, Eliza.- inevitablemente sonreí. No dejé de besarla, continué por la línea de su mandíbula, su cuello, su clavícula. Soplé y obtuve el resultado deseado, Natt comenzó a reírse porque había dado justo en su punto débil: el hueso de su clavícula era especialmente sensible a las cosquillas. Me reí también, subiendo la cara hasta encontrarme con sus ojos.

-Yo también te amo, idiota.- susurré antes de comenzar con una pelea de besos y risas que esperaba durara una vida.


Out of timeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora