Sonrisas

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Una vez conocí a una persona, no importa el lugar ni hace cuánto fue, ni siquiera importa si la llegué a amar. Podía quedarme horas observando su perfil, con sus lentes cuadrados y cabello negro ordenado. Estábamos convencidos de que era la criatura más hermosa del mundo, con su forma de hablar y de reír, su forma de soñar. Tenía esa pequeña línea en el entrecejo cuando algo le preocupada, una mirada en blanco cuando algo le molestaba, y miles de sonrisas.

Pero había una que nos dejaba clavados en el suelo y hacía que la gravedad fuera un mito viejo. Parecía un reflejo, un doblez y casi un milagro. La sonrisa del cómplice, la del secreto.

En medio segundo pasaba y en tres noches se nos iba el efecto; y era fría pero cálida, y era suave pero cruel. Y te hacía sentir amado, pero en abandono.

Al final, terminé por desconocer a esa persona. Dicen que lo bueno no dura, entonces tenía sentido que lo perfecto se fuera más rápido que agua en coladera.

Al menos me quedó esa torcedura, ese doblez, ese milagro.

Out of timeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora