Prólogo

337 15 5
                                    

-Te ayudaré a salir de aquí - le dice él con dolor y frustración en su voz, pero con una ternura increible. Ella lo que más deseaba era creer en él, pero tantas veces le mintió, tanta veces le hizo pensar que la amaba, ya no podía confiar en ese chico. Todo el amor que sentía se fue desvaneciendo como arena entre los dedos con el pasar de los días.

-Ya... Solo dejame morir en paz Rick, es lo único que quiero- susurró, débil por todos los golpes que le habían propiciado los demás secuestradores, sentía sus costillas fracturadas, sus pies estaban tan agrietados debido a la resequedad de su piel, tiritaba por el frío que se le calaba hasta los huesos, sentía su cabeza a punto de estallar por no poder conciliar el sueño, pero lo que más le dolía, lo que más estaba destrozando su alma, su mente, su corazón, su cuerpo, sus sentidos, era que él formaba parte de ese grupo que estaba acabando con su vida, por más que intentaba olvidar el papel que jugaban ellos dos, las cadenas en sus tobillos siempre se lo recordaban.

-Pau, por favor...- vaciló en tocar su mejilla por miedo a ser rechazado, cosa que se hizo realidad cuando posó su mano sobre el rostro de Paula y ella con esfuerzo estiró su brazo para apartarlo.

-Dejame- tartamudeó encogiéndose en la esquina de aquella habitación desierta donde solo se escuchaban las cadenas arrastrarse en el sucio suelo. Paula quería llorar pero sus ojos ya no soltaban ni una lágrima más, se sentía seca por dentro y consumida por fuera.

Era su día 32 en aquel lugar, ya había pasado un mes y dos días sin ver un rayo de sol, un mes y dos días sin comer lo suficiente, sin beber lo suficiente, un mes y dos días sin saber de su familia, la cual pensaba se habían olvidado de ella, un mes y dos días siendo golpeada, un mes y dos días sin entender el por qué estaba allí, un mes con la esperanza de salir en libertad y dos días sin ella.

Al segundo encerrada, cuando creyó que la matarían, apareció su héroe sin capa, quien desde ese momento tocó la puerta de su corazón y ella simplemente lo dejó entrar sin saber lo que hacía.

Para Rick, controlar sus sentimientos fue el reto más difícil al que se sometió y no superó. Ahí estaba él, amando aquella chica castaña, frágil, delgada, pálida, tan hermosa por fuera como por dentro, que no merecía estar en ese hueco. Sin saber lo importante que se convertiría, la que traería luz a su vida, la que se entregaría en cuerpo y alma, él aceptó secuestrarla. Cuando quiso dar marcha atrás, ya era demasiado tarde, sus "amigos" le dieron dos opciones, seguir adelante con lo propuesto o darle paso a la muerte, pero decidió otra, otra opción que nadie en aquel lugar podía enterarse que la había tomado.

Huir junto a ella, la luz de sus ojos...






Nota de Autora:

Vengo con esta nueva propuesta basada en el síndrome de Estocolmo y una historia de amor

Comenten.

Los amo.

Entre CadenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora