El comienzo.

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Rusia.1999.
Hay algo más frío y enigmático en los pasos de un hombre caminando de noche en el primer mes del año que el descenso de aquellas gotas que terminaban, congeladas, cayendo para amontonarse bajo los pies del transeúnte. Nunca nadie hubiera podido adivinar si se dirigía al más humilde de los fines o al más ruin. Sus pasos tenían un ritmo; sus andares, un deje que le hacían parecer mayor. Aquella noche ningún alma enfrebecida por el alcohol vagaba buscando el sentido de la vida en un susurro del aire, los vagabundos habían encontrado mejor refugio que una acera y, los gatos podrían haber sido los únicos testigos de que no estaban solos si no hubieran estado ocupados en la búsqueda de comida. También se habrían dado cuenta de la presencia de aquel segundo hombre que esperaba en la oscuridad que aporta una esquina pasada la media noche con cuchillo en mano. Quizás lo único que podria haber llamado la atención de la escena fuera la barba color teja que tenía el segundo hombre, puesto que un arma, en un barrio como aquel, no era algo que pudiera dejar con la boca abierta ni al más inocente.
Quince minutos fue el tiempo que ambos hombres tardaron en cruzar sus miradas; quince minutos fue el tiempo que aquel hombre necesitó para terminar de tomar una decisión más de las tantas que ya había ejecutado; quince minutos tardó en que mis constantes vitales cesaran, en que mi vista quedara fija en algo que quedaba muy lejos de mis posibilidades de visión; solo quince minutos para morir. No tardó más en matarme.

Kazan. Año 3000.
Empezar a narrar tu historia no es como un cuento popular, no tienes una estructura que poder tergiversar a tu manera puesto que cada detalle omitido puede hacer que el lector pierda una información que es necesaria.
Comenzaré diciendo que...
Yo nací en Kazam, capital de una de las ocho ciudades más grandes de Rusia hará un tiempo. Mi nacimiento no fue algo célebre puesto que mis padres eran unos campesinos pobres ya ocupados en alimentar a otras tres bocas más sin contar con la suya, aunque pese a esto siempre me han tratado con todo el amor que pueden dar unos padres que pasan las horas desde el amanecer hasta la caída del Sol trabajando.
Apenas recuerdo algo de mi infancia, de hecho, no recuerdo nada. Todo aquello que sé me ha venido de los "nítidos recuerdos" que poseen mis padres y hermanos. Lo único que sé desde que nací es que tengo una mancha. Podría haberse confundido con una de esas marcas de antojos -pues a esto lo achaca mi madre- y, sin embargo, si fuera debido a esto, debió de ser uno muy grande puesto que mi pie se ve envuelto de ese color café: desde la falange distal del dedo gordo hasta lo que comúnmente llamamos tobillo. Cabe aclarar, que no es como si tuviera todo el pie de un color más oscuro que el resto de mi piel solamente, no, es como una especie de serpertina que lo rodea 7 veces antes de desaparecer. Nadie, exceptuando a mi familia, sabe que existe. Es algo de lo que a lo largo de mis 20 años de vida me he encargado de esconder a todos mis compañeros de clase, vecinos, y un gran etc.
Quizás no exista un porqué más allá del de que no es algo muy estético de lo que poder presumir.
"¿Es esto una buena forma de comenzar un diario?" Apenas había escrito una página, solo una tenía tinta en su blancuzca cara y ya dudaba de si lo estaba haciendo bien. No pensaba que nunca nadie fuera a leerlo pero, ¿y si ocurría? La extraña naturaleza que tiene el ser humano de complicarse la vida pensando en los "y si..." es una de las cosas más comunes que se pueden encontrar, así que dudaba, pero finalmente decidí dejarlo como estaba. Dentro de lo que cabe era un inexperto, pero eso no importaba demasiado cuando las cosas que iba a contar eran mucho más dificiles de creer que mi falta de capacidad de expresión.

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