Extinct World

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Estaba confundido, no sabía si correr y dejar sola a la muchacha o enfrentar al tirano. Su supervivencia en un mundo tan salvaje había sido muy corta o sólo fue cosa de mala suerte, era claro que él quería seguir luchando por vivir. La enorme bestia abrió las fauces y corrió hacia el joven, lo único que hizo fue lanzarse hacia su derecha para evitar la mortífera mordida, intentó recuperarse lo más pronto posible para evitar un nuevo ataque, pero antes de empezar a correr nuevamente sintió un temblor y un ruidoso estruendo. La bestia había caído, un hombre alto de unos treinta años estaba parado junto al cuerpo de la bestia, que había sido cortada de la cabeza hasta la cola, llevaba una espada de dos hojas, que brillaba alrededor. Junto a Hana estaban dos mujeres, una le sostenía la cabeza y la otra atendía sus heridas.

— Hana ¿Te duele mucho?—. Preguntó Anders que al ver las heridas pensó que la muchacha debía estar retorciéndose de dolor.

— No duele nada— respondió calmada mientras tenía la mirada fija en el cuerpo de la enorme bestia como si aún no creyera lo que acababa de ocurrir. Se encontraba muy agradecida de que los salvaran y aun se preguntaba porqué lo habían hecho.

Después de esto hubo un breve silencio, mientras atendían sus heridas se podía oír el aleteo de los pájaros que se trasladaban entre los árboles y los grillos cantando de día. Anders y Hana no estaban acostumbrados a salir fuera de sus ciudades, por lo que una experiencia en la jungla les daba miedo, era muy difícil que tuvieran contacto con animales salvajes y aún más cuando ya estaban extintos. Era incluso descabellado pensar en hacerse heridas de tal magnitud tal y como Hana acababa de sufrir. La ciencia médica por aquella época había alcanzado un gran desarrollo tecnológico que hacía a los seres humanos prácticamente inmunes, pero aquí todo era distinto, como si hubieran viajado en el pasado unos trescientos años y a su ves no hubieran perdido sus conocimientos.

— Los golpes y las heridas en Extinct World no son dolorosos—, interrumpió el hombre que los había salvado, aún llevaba la espada en la mano izquierda y al girarse se le pudo ver dos cicatrices que bajaban desde su frente hasta su mejilla atravesando su ojo izquierdo, llevaba una gabardina en marrón oscuro que le quedaba pegada al torso, un pantalón con el diseño militar de inicios del milenio, su ropa no se había ensuciado en lo más mínimo y tenía la apariencia de un soldado aguerrido, pero sin tener los músculos exageradamente grandes.— No es momento para presentaciones, debemos irnos...

— Tann ya la podemos llevar—, interrumpió una de las mujeres que estaba atendiendo a Hana, miraba a los ojos al hombre con un rostro que reflejaba preocupación.

Hana se contagió con aquella mirada de la mujer, sentía una gran incertidumbre sobre quiénes eran aquellas personas, si estaban allí para ayudarlos o si tenían otras intenciones. Llamarón a Anders para que ayude a mover a Hana, la muchacha no sentía dolor, pero la trataban con mucho cuidado, aunque ella podía realizar movimientos con facilidad, podría abrirse las heridas y desangrarse con cualquier movimiento brusco. Sin hacer ruido alguno una nave con el mismo chasis perlado que habían visto antes, en el robot de Yusei, bajó de las copas de los árboles. Primero ingresaron a Hana, reclinarón un asiento sin dejarlo completamente plano y acostaron a la jóven. Anders pidió ir en el único asiento contiguo que había junto a Hana, no debían perder tiempo asi que se lo dieron. Las dos mujeres se sentaron detrás de ellos y por último el hombre se sentó en la parte delantera de la nave, junto a quien la pilotaba. El piloto era un hombre de tez bronceada con vestimenta idéntica al hombre de la cicatriz salvo por que su gabardina era negra. el interior de la cabina era extraña, había menos espacio del que aparentaba por fuera. Para Anders era muy extraño todo, no era el ritmo de vida al que estaban acostumbrados en la vida real, ahora entendían por qué era un delito levantar estos videojuegos en la actualidad, todo era confuso era difícil identificar los límites de la realidad y la ficción, no sabía que la vida podía llegar a ser más difícil que programar robots y máquinas que lo hagan todo por él, en ese momento deseó poder estar en su casa aprendiendo a cocinar o cultivando plantas.

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⏰ Última actualización: Oct 14, 2015 ⏰

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