Muertes sin respuestas

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Escucho pasos, cada vez mas cerca. Me encuentro sentada en un rincón, a oscuras, abrazada a mis rodillas mientras lloro. Tengo miedo.
El sonido de la puerta abrirse invade mis oídos, puedo ver como una tenue luz ilumina un poco la sala, aunque sigo sin poder verle la cara. Su espada va arrastrando por el suelo haciendo un ruido insoportable. Mis lágrimas cada vez salen mas rápido, agarro con fuerza la navaja y le observo en silencio.
Él sigue recorriendo cada rincón de la habitación, a penas lo veo, hay demasiados muebles por medio, pero sus pasos y su respiración agitada me indican que está muy cerca. Me aferro aun más a la navaja y espero su llegada. Cada segundo que pasa se me hace eterno, me sudan las manos, me tiembla el pulso, pero aun así no bajo la guardia, en cualquier momento me encontrará, y tengo que estar preparada.
Un fuerte golpe hace que me sobre salte, es él, frustrado tiró un mueble, y desgraciadamente yo estaba escondida tras él, con lo que ahora puedo verle mejor. Sus ojos azules brillante destacan ante tanta oscuridad, por un momento me hipnotizaron, pero no, no podía distraerme. Observe bien cada uno de sus movimientos. Levantó la espada en alto para a continuación bajarla con rapidez y agilidad. En un torpe movimiento me hecho hacia un lado esquivando aquel objeto afilado.
Él no se rindió y volvió a levantar la espada. Pude ver sus ojos llenos de furia y que extrañamente ahora eran de color rojo como el fuego. Bajó la espada, esta vez con mas fuerza, yo volví a rodar por el suelo aún con la navaja en mano. Sentí un punzante dolor en el brazo, lo rocé cuidadosamente y mi mano se llenó de sangre. Me había cortado, ahora apenas puedo mover el brazo.
Estaba bloqueada. No tenia escapatoria. No podía moverme, una vez mas era presa del miedo. Otra vez pude ver la espada sobre su cabeza, no tenía intención de hacer nada al respecto, pero vi la puerta a menos de dos metros, la luz del reflejo de la luna me hizo recordar el motivo por el cual estaba huyendo, mas bien el motivo por el cual me enfrenté a él.

-¡Alison baja por favor!- Gritó mi madre.
-¡Voy!- Respondí mientras bajaba corriendo las escaleras como de costumbre.- Dime.
-Sientate.- Me ordenó.
Cogí asiento en lo primero que vi ya que no me quería demorar mucho eligiendo un sitio cómodo, con lo que ahora me encontraba sentada en un taburete.
-Ten.- Me tendió su mano, en ella sostenía un extraño objeto, no sabría explicar su forma solo puedo decir que era metálico y que del tamaño de mi puño.
-¿Qué es?- Pregunté curiosa mientras lo cogía con cuidado.
-Pronto lo sabrás.- Respondió cuando un lágrima resbalo por su mejilla. En ese preciso momento llamaron al timbre.
-Alison vete a tu cuarto y no salgas de ahí, ¿me has entendido?
-Mamá...¿qué pasa?
-Por favor, hazlo.
-Pero...
-¡Corre!
En cuanto pronuncio aquella palabra la puerta principal calló abajo y dos hombres vestidos completamente de negro entraron. Corrí sin mirar atrás hasta que el grito ahogado de mi madre me paralizó. Gire mi cabeza y vi a mi madre sin vida en el suelo rodeada por un charco de sangre. Caí de rodillas sobre la alfombra que hay al final de las escaleras con la mirada fija en mi madre. Una mano se poso en mi hombro, era mi padre, me levanté y le abracé, se separo de mi y con una navaja en la mano se abalanzó sobre un de los asesinos. Uno, dos, tres... son las veces que le clavó la navaja en el pecho. Este cayó al suelo muerto. Mi sonrisa de satisfacción se formó en mi rostro, ha vengado la muerte mamá. Desgraciadamente eso no se acabó ahí...
-¡Papá a tus espaldas!- Grite lo mas fuerte y rápido que pude, pero fue demasiado tarde, el otro hombre le clavo la espada por detrás , atravesando su corazón.
Baje corriendo a pesar de que el asesino estaba ahí parado. Cogí la navaja de mi padre y le hice un pequeño corte en el costado pero apenas fue nada. Luego el se abalanzó sobre mi pero en un rápido movimiento salí corriendo hacia fuera, él me siguió por detrás.
Tras estar media hora corriendo llegué a un edificio abandonado, sin pensármelo dos veces entré. Y ahora me encuentro en una de las muchas salas.
¿Por qué mataron a mis padres? No lo sé. Ahora mismo solo pienso en como escapar antes de que él me mate.

Su espada esta a pocos centímetros de rozar mi hombro cuando me acorde de lo que me dio mi madre. Ruedo lo antes posible por el suelo, pero fue un poco tarde, su espada me ha hecho un profundo corte en el hombro. Ahogo un grito de dolor e intento no darle gran importancia, pero tal herida es difícil de ignorar. Saco el objeto metálico de mi bolsillo y empiezo a tocarlo por todas partes. Algo tiene que hacer esta maldita cosa.
Escucho un click y de repente todo se vuelve blanco. El hombre que estaba a punto de matarme no está. Solo estoy yo en medio de la nada. Oigo una voz susurrando, es la voz de mi madre. Unas lágrimas caen por mis mejillas al pensar que no la volveré a ver, o por lo menos no con vida, pero me intento concentrar en sus palabras.
-Tu puedes matarlo, confía en ti, busca el arma que llevas dentro.
-¿Cómo que el arma que llevo dentro?- Sollocé.
-Suelta tu rabia y odio acumulado, solo así lograras vencerlo...
Todo se desvaneció y volví a aparecer en aquella habitación, solo que ahora estaba en el rincón opuesto a él. Las palabras de mi madre hacen eco en mi cabeza. Me levanto y seco mis lágrimas. Él está mirándome como si lo que acababa de pasar fuese algo normal.
Corro hacia él con la navaja en alto y se la consigo clavar en el brazo. De un empujón me tira al suelo y mi navaja se queda incrustada en su piel, lejos de mi alcance.
"Busca el arma que llevas dentro"
"Suelta tu rabia y odio acumulado"
Esas palabras, las ultimas que escuché por parte de mi madre, no dejaba de susurrarlas. Mientras tanto, él intentaba sacarse la navaja con sumo cuidado para que le doliera lo mas mínimo.
Cerré los ojos con dicha fuerza, reuniendo cada segundo de lo sucedido este día, las lágrimas amenazaban con salir pero las convertí en un fuerte odio hacia la persona que tenia delante. Mis ojos verdes e hinchados se abrieron de repente, mi mirada estaba clavada en sus ojos, lentamente fui acercando me a él, mientras este se retorcía de dolor. Noté como algo descendía de mis mangas, eran espadas salidas de la nada, era extraño, como si estuvieran pegadas a mi piel, mas bien incrustadas en ella a pesar de no sentir dolor alguno. Ignore ese pequeño detalle, aunque de pequeño tenia poco, como he hecho con todo lo que ha pasado hasta ahora y seguí acercándome a él, con la mirada fría y pasos firmes. Lo tenía bien claro, esta noche solo saldrá una persona con vida de aquí, y esa voy a ser yo.
Cuando me encontraba a menos de un metro me paré. Las espadas crecidas de mis brazos llegaban hasta cerca de mis tobillos.
"Es hora de que esto acabe"- Susurré con un semblante serio.
Salté cerca de dos metros y mientras descendía le fui clavando una de mis espadas por el pecho, lo atravesó entero, saliendo por la espalda, mas a bajo, a la altura de su intestino. La retire bruscamente , él cayó de rodillas al suelo, en ese momento con mi otra espada atravesé su corazón. Deje mi arma un par de minutos incrustada en él. Miraba fijamente sus ojos que poco a poco fueron volviéndose negros. Saque la espada al igual que la anterior vez, bruscamente. Y en cuestión de segundos su cuerpo se convirtió en ceniza.
Caí rendida al suelo, las espadas desaparecieron, y yo simplemente me tumbe intentando controlar mi respiración.
Pasados diez minutos me levanté, mire a mi alrededor. Las cenizas de aquel asesino se desvanecieron y en su lugar quedo una tarjeta en la que se leía:
"Avenida de Madison - 133 - 4th A - New York"
Era una dirección no muy lejos de aquí. A pesar de que fuese tarde emprendí mi camino hacia allá.
Las calles estaba oscuras y hacia mucho frío, yo tan solo llevaba unos vaqueros largos y una camiseta de manga corta, puse mi largo pelo castaño sobre mis hombros para ver si así me calentaba algo, pero nada, el frío seguía siendo el mismo.
Me pare frente a un escaparte en donde se veía una televisión con las noticias puestas. Estaban anunciando la muerte de mis padre, estaban en mi casa. Me quede varios minutos observando a pesar de no oír nada, pero ver mi casa me hacia sentir como si nada de esto hubiera pasado, aunque, ¿a quien pretendo engañar? Todo esto era tan real como el frío que sentía ahora mismo.
No tenía reloj ni nada en donde mirar la hora pero a juzgar por la luna, la oscuridad y la poca gente que habitaban las frías calles supuse que eran las diez de la noche.
Con estos absurdos pensamientos rondando por mi cabeza llegue al edificio. Curiosamente la puerta de este estaba abierta pero obviamente no tendré la misma suerte con la puerta del apartamento.
Divise un pequeño árbol en un rincón del pasillo, arranque sus raíces y me acerque con el pensamiento de romper la puerta con él. Me dirigí hacia mi objetivo, pero antes de dar el primer golpe pensé con la cabeza. Haría demasiado ruido, además no creo que consiga abrirlo con un mini arbol. Descarte tal idea y me quede pensando un rato hasta que di con la solución. Quiten una de mis horquillas de mi pelo y la introduje en la cerradura. Con la oreja pegada a la puerta fui moviendo el objeto de un lado a otro hasta que al fin conseguí abrirla.
Entre con mucho cuidado, no sabia si se hallaba alguien dentro.
Cerré la puerta haciendo el menor ruido posible y a continuación me di una vuelta por la casa en busca de algún ser vivo, pero afortunadamente yo era la única. Ahora con mas normalidad me puse a revisar el apartamento. Empecé por el dormitorio. Lo puse patas arriba, busque por todas partes , pero nada. Si hay algo relacionado con la muerte de mis padres en este apartamento, no se encontraba en esta habitación. Me dirigí hacia otra sala cuando una corriente de aire me atravesó. Confundida gire mi cabeza hacia la procedencia de tal corriente. Extrañamente la puerta principal estaba abierta a pesar de yo haberla cerrado bien. Un escalofrío recorrió mi cuerpo de arriba abajo. Cogí lo primero que encontré. Una botella de cristal, y fui recorriendo cuarto por cuarto en busca de la persona que abrió la puerta. Muerta del miedo me introduje en la primera habitación, la que mas cerca se encontraba de mi. Entré y nada, no había nadie, era una simple sala de estudio. Escuche un ruido en el salón. Agarrando aun mas fuerte la botella, salí del cuarto y poco a poco me fui acercando al salón. Di un sonoro suspiro al ver un perro al lado de una lampara caída.
"No habría cerrado bien la puerta y el perro tan solo la empujo un poco y consiguió entrar"- Aclare en mi mente. Estaba a punto de abandonar la sala, cuando ese "inofensivo" perro fue tomando forma humana. No podía moverme y mucho menos gritar, estaba paralizada de miedo. Aquel hombre de ojos amarillos se encontraba a menos de medio metro con una sonrisa diabólica. En cuanto fui a levantar el brazo para lanzarle la botella él apretó un pequeño bote que tenia en la mano y caí inconsciente al suelo...

Ana Wolf

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