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Ahora soy yo la que no puede respirar. Tengo los nervios a flor de piel.

Corro de prisa en busca de ayuda. La ambulancia tardará un par de minutos en llegar ya que el hospital no está tan cerca como nos gustaría que estuviera, por lo que un poco de ayuda no estaría mal. No sé hacer muy bien RCP, nos lo enseñarán a termino de semestre en la escuela pero creo que después de éste suceso, lo aprenderé por mi cuenta.

—Madison, no podemos esperar más. Tenemos que hacer algo, ahora y rápido —Todo cayó sobre mí, ¿la vida de ese hombre estaba en mis manos?

—Muy bien, veamos —No tenía ni idea de lo que hacía. A pesar de eso, en verano había hecho un curso en línea que dejé después de dos días, pero podía recordar algunos de los primeros pasos de reanimación cardiopulmonar. Miré a uno de los chicos al azar y lo llamé—. Perfecto, Aaron ayúdame a recostarlo de manera que quede con los pies hacía ti —él lo hizo—. Ahora, colócate aquí y le harás compresiones torácicas justo después de que le abra las vías respiratorias —Aaron asintió.

Se arrodilló junto al hombre y colocando las manos entrelazadas sobre el pecho, empezó a hacer las compresiones. Veía al hombre recostado y pensaba que no íbamos a lograr salvarlo, que quizás mi poco conocimiento no sería suficiente.

—Creo que ahora es el momento en que lo "besas" —comentó Aaron sin dejar de hacer lo que estaba haciendo, se le veía cansado.

No había pensando en esa parte todavía, pero no tenía otra opción.

—No es un beso.

—Son varios —dijo interrumpiéndome.

—¡Claro que no! —exclamé. Ya me sentía bastante angustiada—. Se llaman insuflaciones.

Me preparé para hacer respiración boca a boca. Me coloqué de rodillas y me incliné posando mis labios en los suyos, comencé a traspasar oxígeno hacia su interior y de pronto su pecho se empezó a inflar y desinflar, como debía ser.

Aaron siguió con las compresiones, y pocos minutos después, el hombre abría los ojos y se encontraba tumbado tratando de descansar y asimilar la situación.

—Muchísimas gracias —dijo mientras los paramédicos lo trasladaban a la ambulancia en una camilla—. No estaría aquí si no fuese por ustedes.

Sonreí.

—No es nada, ¡cuídese! —grité y antes de que cerrarán las puertas, alcancé a ver cómo levantaba sus pulgares.

Subíamos por el ascensor y no había nada que hiciera mi sonrisa esfumarse. Caminamos a lo largo del pasillo, y saludamos a una pequeña niña que iba con un perro a su lado.

—¿Saben? —dije deteniéndome a mitad de pasillo, haciéndolos parar también—. Hoy salvamos una vida —digo—, una vida —reitero y me doy un media vuelta para poder mirarlos a todos mucho mejor—. ¿Qué merecemos después de eso? Vamos, díganlo.

Me quedan mirando, esperando a que yo les diga la respuesta.

—¡Pizza! —exclamé sintiéndome vigorosa. No hay nada más que me haga sentir tan feliz como un trozo de pizza con queso derretido cayéndose por los lados.

—¡Oh, sí! —concordó Matthew acercándose y extendiendo la mano para que las chocáramos—. Así se habla, nena.

Tres de los chicos se encargaron de comprar cuatro pizzas de las más grandes que habían, con muchísimo queso riquísimo y bastante pepperoni delicioso. Estaba contenta, sumándole que ya habíamos terminado de ordenar mi apartamento con los seis chicos restantes.

Magcon Girl {madison beer}; en EdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora