Primera vez.

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Cansada de sentirse indefensa y vulnerable agarro esa navaja por primera vez y la paso por sus piernas, sus lágrimas no paraban y los sollozos ya se escuchaban. Hubiera preferido que mamá o papá entraran a rescatarla, pero no había nadie, nadie.

Minutos después, cuando la sangre estaba seca su corazón sintió algo que ni con letras podía explicarse, arrepentimiento, asco, remordimiento mezclado en un solo sentimiento que la hacían creer que podría morir en cualquier momento.

Sus labios secos y sus ojos rojos se podían ver a kilómetros, pero aun así nadie lo noto, porque a ella nadie la notaba.

Con la luna en su cabeza caminaba por la fría noche en esa vieja y asquerosa ciudad, cuando por fin sintió algo de paz recordó que mañana todo seria como siempre, y ella ya estaba demasiado cansada de la misma rutina.

Pero lo que en verdad la dejo fría esa noche fue ese disparo inesperado que desde la esquina de la calle llego a su cráneo, y ahí recordó que en la vida real nunca había un mañana, si no un presente.

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