GIBRAN KHALIL GIBRAN - Ninfas del valle

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GIBRÁN KHALIL GIBRÁN

NINFAS DEL VALLE

(1948)

MARTA

I

El padre de la niña murió cuando Marta estaba todavía en la cuna y su madre falleció antes de que la niña cumpliera diez años de edad. Fue a vivir sus años de orfandad en la casa de un pobre vecino, que con su mujer y sus hijos, vivía de los frutos de la tierra en una pequeña y. aislada aldea, en uno de los hermosos valles del Líbano.

Al morir el padre de Marta, por toda herencia le dejó su nombre y una pobre cabaña HYPERLINK http://que.se que se alzaba entre nogales y álamos. De su madre sólo había hererado lágrimas de dolor y su orfandad total. Vivió como una extranjera en la tierra que la había visto nacer, sola entre árboles frondosos y altas rocas. Cada mañana, la niña caminaba descalza, vestida de harapos, e iba a ordeñar a las vacas a una región del valle donde el pasto era rico, y allí se sentaba la niña a la sombra de un árbol. Canta con los pajarillos y lloraba. con el arroyo, mientras enviciaba a las vacas por disponer de abun-dante comida. Contemplaba las flores y el revoloteo de las mariposas. Al hundirse el sol en el horizonte el hambre se apoderaba, de ella, y volvía a la cabaña, a sentarse junto a la hija de su tutor, y a comer una escasa ración de pan de maíz, con un poco de truta seca y frijoles humedecidos en vinagre y aceite de oliva. Después de la frugal cena, extendía pa .a seca en el: suelo, en un rincón, y se acostaba, reposando la cabeza en sus brazos. Luego se dormía y suspiraba, y deseaba que la vida' fuera un sueño largo y profundo, sin ensueños y sin despertar. Cerca del alba, su tutor la despertaba brusca-mente para que lo sirviera, y la niña despertaba temblando de miedo por la dureza y la ira de su tutor. Así pasaron varios años en la vida de Marta, la desventurada, entre aque-.llas distantes colinas y apartados valles.

Pronto comenzó a sentir la niña en su corazón el desper-tar de emociones que hasta entonces no había tenido; era como estar conciente del perfume del corazón de una flor. Extraños sueños y pensamientos se arremolinaban en ella, como un rebaño que cruzara un río. Despertaba en ella la mujer y parecía tierra fresca y virgen preparada para recibir la semilla del conocimiento, y para sentir las huellas de la experiencia. Era una muchacha retraída y pura, a la que un decreto inescrutable del destino había exiliado en aquella granja apartada, cuya vida se regía en todas sus fases con las estaciones del año. Era como una sombra de un dios desco-nocido, que residiera entre la tierra y el sol.

Los que hemos pasado la mayor parte de nuestra exis-tencia en ciudades llenas de gente sabemos muy poco de la vida de quienes habitan en los pueblos y en las aldeas apar-tadas del Líbano. Nos arrastra la corriente de la civilización moderna. Hemos olvidado -o por lo menos así lo pensamos-la filosofía de esa vida hermosa y simple, llena de pureza y de candor espiritual. Pero si volviéramos la mirada hacia esa -vida, la veríamos sonreír en lá primavera, la veríamos durmiendo la siesta al sol del verano; la veríamos cosechar en el otoño, y reposar en el invierno, y la consideraríamos como a nuestra madre naturaleza en todos sus estados de ánimo. Somos más ricos en bienes materiales que aquellos aldeanos; pero el espíritu del campesino es más noble que el nuestro. Nosotros sembramos mucho, y no cosechamos nada; en cambio, todo lo que ellos siembran lo cosechan. Nosotros, los que vivimos en la ciudad, somos esclavos de nuestros apetitos; ellos, son los hijos de la alegría simple. Nosotros bebemos en la copa de la vida un líquido entur-biado con amargura,, desesperación, temores y hastío. Ellos beben el claro vino de la vida sencilla.

Marta llegó a la edad de dieciséis años. Su alma era un reluciente espejo que reflejaba toda la hermosura de los campos, y su corazón era como los anchos valles, que repetía, como el eco, los sonidos dula. Naturaleza.

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⏰ Última actualización: Aug 18, 2009 ⏰

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