Llego a casa a las ocho. Ya es de noche. Llevo todo el día fuera. Desde las siete hasta ahora. Agotado me derrumbo sobre la cama. Otro día mas de mierda. Lidia me ignora continuamente. Mis padres me obligan a estudiar todo el rato. He suspendido un examen. Mi nota media no da para la carrera a la que aspiro.
Mi gato me observaba desde el escritorio.
- Qué pasa Tot...
Se llama Totoro, en honor al personaje de una película japonesa. Le sonrío con ternura y salta hasta la cama, donde estoy yo. Acaricio su pelaje blanco y suave. Estira el cuello y se acurruca entre mis brazos.
- Llevas durmiendo todo el día ¿no?
Me fijo en su cuenco de comida.
- Si sigues así te vas a poner gordo
Voy a la cocina. Está mi madre preparando la cena.
+ Hijo ¿ya has estudiado?
- No, acabo de llegar mamá.
+ Llevas media hora ahí.
- Voy a ponerle comida al gato que ya se le ha acabado... - Esquivo su argumento.
+ El pienso está ahí, en la terraza. - Dice señalando con la espátula hacia la puerta donde está el tendedero.
- Lo sé.
+ Vale , pues ponle de comer. Pero no mucho que luego el veterinario nos regaña.
- Ya.
Cojo la bolsa de pienso y echo un poco. Agito suavemente el cuenco. No quiero que pase hambre así que le añado más. 'Los gatos gordos son mas monos' me consuelo. Tampoco quiero que su salud corra peligro. Cuando me ve entrar por la puerta se sienta mirando hacia lo que llevo en las manos. Me agacho y lo dejo en el suelo. En seguida se pone a comer.
- Gordo... Tranquilo, adminístratelo bien eh, que no te pongo mas hasta mañana...
+ Miau