Un rayo de luz me da en la cara. He intentado taparme con las mantas, pero nada. Ya se me ha quitado el sueño. Miro la hora. Las diez. Menos mal que es fiesta, no me apetece nada ir al instituto. Tot está en mis pies. En cuanto los muevo levemente, abre sus enormes ojos amarillos, salta al suelo y se pone al lado del tarro de comida. Sin comida. Este gato tiene el estómago demasiado grande.
- No Totoro, ya no. No puedes seguir comiendo de esa forma. Te vas a poner malito...
Me levanto y me pongo mis gafas de pasta. Se restriega en mi pierna.
- No...
Sigue.
- No me hagas enfadar, lo hago por tu bien... Deberías saberlo.
Ahora sí para. A veces creo que me entiende. Lo veo en sus ojos. No tiene cerebro de gato. Lo sé. Aunque claro, eso sólo lo pienso yo.
Hago mi cama y voy al salón.
- Buenos días. - Le digo a mi padre, que está viendo la tele.
+ Buenos días. - Responde sin apartar la vista de esta.
- ¿Y mamá?
+ Ha ido a comprar.
- Ah.
Cojo de la nevera un brick de leche y me hecho algo en un vaso. Busco los cereales de chocolate que tomo todas las mañanas. '¿Dónde estarán?'. Como no los consigo encontrar opto por coger un poco del bizcocho de yogur que hace mi madre.
Termino y voy a estudiar. Ciencias. ¿Por qué ciencias?. Lo que realmente me gusta es el arte. Bellas artes. Con lo que disfruto de verdad. Con lo que me olvido de mis problemas. Aunque me temo que a mis padres no les parecería una buena decisión. No quiero decepcionarles ni discutir con ellos así que me limito a obedecer sus órdenes. Abro el libro de física. Todo lleno de números. Tomo mis apuntes, pero no puedo evitar dibujar una pequeña espiral en el margen.
He acabado el dibujo. Una perfecta mujer de pelo rizado. Se parece a Lidia, la chica de la que estoy enamorado. Inteligente, creativa, estudiosa, con ideas claras, dulce como un caramelo... Y para colmo, hermosa. No creo ser nada para ella, pero nunca me rindo. Día a día intento que se fije en mí. La mitad de veces es en vano. Algún día me sonríe y es cuando soy el hombre más feliz del mundo.