Luces y sombras

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¿Cómo se llama eso que nos implanta un segundo de duda en el cuerpo justo antes de retirarnos? ¿Por qué nos entusiasma tanto ver la pequeña luz al final del túnel, si al fin y al cabo seguimos rodeados de oscuridad, una oscuridad más grande que esa luz?

Diego era un policía tipo de la Ciudad de Buenos Aires. No buscaba resaltar entre sus compañeros. Odiaba su timidez, era un tipo reservado. Muy de vez en cuando elevaba la voz cuando la situación lo requería. Priorizaba la vida de los demás por sobre la suya, y por eso entró en la fuerza. Antes de eso, quiso ser psicólogo, desde joven era el oído especialista ante cualquier problema. Lamentablemente Diego no pudo terminar la carrera, cuando la empezó se dio cuenta de que los costos eran altísimos. Si hay algo que mueve a una persona son las cosas que ama, Diego amaba su empatía, y no pensaba dejar que no tener un título lo deje sin poder ayudar a la gente que lo rodeaba. Se pudo anotar en la escuela de policía, entró en un momento en el que podía cobrar por dedicarse a estudiar eso. Al principio costó, pero él tenía los objetivos bien claros. Hoy es uno más del equipo de la comisaría número 22, y desempeña uno de los trabajos más importantes. Sin dudas, sigue detrás de la psicología, sin ningún título en su haber.

Marcos es profesor de Historia, tiene unos treinta años. Viaja todos los días una hora hasta su trabajo, una escuela cerca del centro de la Ciudad donde ocupa la mayor cantidad de su tiempo. Vive completamente sólo en un departamento poco amueblado, y paga las cuentas con un atraso importante. Tiene serias dificultades para con sus alumnos. Algo deterioró su paciencia de un día al otro, nadie sabe bien por qué. Llegó un día serio y con el ceño fruncido, un alumno hizo un chiste acerca de su cara y el lo suspendió de su clase por una semana. A partir de ese momento, sus clases eran tan silenciosas como un funeral. Creo que eso terminó de enloquecerlo, como un funeral.

Diego y Marcos tienen tantas cosas en común como un pez con una sandía. Nadie podría imaginarlos juntos tomando un café en un bar de Palermo. Sólo basta con imaginar a Diego con su café y a Marcos con su whisky en sus respectivas manos, un ceño fruncido, una sonrisa como respuesta, y pocas coincidencias. Diego y Marcos no tienen nada en común, pero nada dice que eso no vaya a cambiar.

Marcos empezó su día como todos, aunque algo más tarde de lo normal. Leyó el diario en Internet, recibió su cuota de indignación por las atrocidades que sucedían. Puso música, a un nivel que cualquier anciano odiaría. Se preparó un té de nombre poco usual, con hierbas. Luego de los quince minutos de reflexión con la taza en la mano. Realizó un llamado particular a emergencias, subió un poco más el volumen, abrió los ventanales del balcón, y se dispuso para saltar directamente al vacío.

Diego se levantaba antes que su hermano para prepararle el desayuno. La relación que mantuvo con él durante sus infancias les permitió irse a vivir juntos muy de chicos. Compartían todo, incluso los gastos. Diego disfrutaba de desayunar con su hermano antes de irse. Un café para cada uno, y tostadas. No había manjares en su mesa, se comía lo indispensable. Después de cuarenta minutos de desayuno, Diego se levantaba y salía con los auriculares puestos por la puerta, mientras su hermano lavaba las tazas del desayuno. La música que salía de esos auriculares era elegida por Diego con precaución, nada estaba librado al azar. Él se despegaba del suelo, incluso iba caminando hasta su trabajo, las veinticinco cuadras que lo distanciaban. A la segunda canción, recibe un llamado inusual desde la comisaría.

- Hola Diego, qué bueno que te encuentro - la voz preocupada de una de sus compañeras lo sobresaltaba - llamó hace cinco minutos una persona para que vayan a buscar su cadáver a cinco cuadras de tu casa, Córdoba y Alvear, estamos seguros de que se trata de un suicida y necesitamos que vayas a ver ya cómo está la situación.

- Qué manera de empezar el día, ya voy - Diego conservaba la calma hasta en los momentos más límite. Salió corriendo, estaba a una cuadra de ese lugar.

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