Choirea 1

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—Me mentiste. —Apaciguado, como sin ganas, débil, habló. Finalmente habló, dijo algo después de siete años sin verlo. De siete años de estar bien, de siete años danzando. —Me prometiste diez años y esta porquería me dio solo siete. No me digas que es estimativo porque a todos les das de diez a quince años. ¿Por qué a mí menos? —Hablaba resentido, sus músculos faciales le pesaban y estaba tenso para no moverse.

—Es un estimativo, en vos puede que avanzara más rápido. Es dependiendo de por cuántas generaciones la enfermedad ha persistido, cuantas más generaciones avancen, a más temprana edad irán apareciendo, el hijo al que le entregues el gen tendrá menos años que vos sin la enfermedad.

—Es decir, morirá antes. —Desesperanzado, agotado de vivir pensando cuándo iría a morir. Angustiado, ya hasta había comenzado a cuestionarse qué hay más allá de la muerte. ¿Hay otro mundo? ¿Existe el cielo, el infierno? ¿Hay una energía que todo lo controla? ¿Nos unimos a ella o permanecemos junto al universo, uniéndonos a él? ¿Hay algo con un significado aparte de todo esto? Y en especial la pregunta que más le rondaba en la cabeza era ¿por qué? ¿Con qué propósito?

—En definitiva. —Aquella mujer no le daba las esperanzas que necesitaba para continuar con esto, sobrellevando su cuerpo y su mente como cosas distintas, llevando el control total sobre su mente pero su cuerpo era algo aparte. Fuera de sí, le costaba controlarlo y cada vez era peor, cada vez le parecía más pesado, cada vez parecía danzar por ahí, sin quererlo.

—Me cuesta entender qué es lo que padezco.

—Tu enfermedad es la Corea de Huntington. Es una enfermedad neurodegenerativa, es decir, produce la destrucción de ciertas neuronas cerebrales. No podés controlar tus movimientos, que se asemejan a un baile. Corea viene del griego choirea, danza. No tiene cura y las capacidades cognitivas pueden verse muy afectadas.

—Que porquería. De todas las personas, ¿por qué yo? Entiendo que tengo el gen, pero ¿por qué despertó en mí? Mis hermanos no tienen esto.

—Te administraré tetrabenazina y haloperidol. —Ignoró completamente lo dicho anteriormente por él, y se paró de su asiento dispuesta a salir del consultorio e incentivándolo a él a hacerlo también. Eden se paró con dificultad mientras la mujer lo miraba detallando cada movimiento, expectante de si podía pararse adecuadamente y cuál sería su próximo movimiento. Lo logró sintiendo sus músculos pesados, y moviendo su mano involuntariamente de una forma extraña. Parecía que danzaba árabe. Le extendió las recetas para los medicamentos y él se retiró de allí dejando a la mujer aún más interesada en su caso.



Danza robada| Eden HazardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora