Capítulo 2: Nuestro aniversario

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Hoy cumpliríamos nuestro primer aniversario de no ser porque lo he arruinado todo.

Desperté con un dolor horrible en todo mi cuerpo, había soñado con él, de nuevo, esta vez soñé como nos conocimos. Siempre soñaba con él, eran buenos recuerdos que al despertar se volvían sombríos y tristes, y esta vez no fue la excepción. Todo mi cuerpo ardía, mi corazón dolía y de mis ojos no paraban de salir lágrimas, no podía moverme.Después de un rato el ardor empezó a disminuir, sentía como mis extremidades se liberaban del dolor, sin embargo todo ese dolor se iba concentrando en mi corazón, cerré mis ojos con fuerza, esperando a que el dolor se calmara, pero no lo hizo, rápidamente mi corazón liberó el dolor y ardor hasta mi brazo izquierdo hasta llegar a mi mano.

Abrí mis ojos, el ardor no se iba de mi mano, una luz roja quemaba el inicio de mi dedo índice formando un aro alrededor de este, la luz formó un hilo a partir del aro y empezó a rodear mi mano hasta que sentí como se introducía en mi muñeca formando letras, ardía, el dolor era insoportable, mis ojos cerraron y después ya no sentí nada, me había desmayado.


Cuando me desperté ya era muy tarde, rápidamente me bañé, me puse mi ropa y salí corriendo a la escuela. Lo bueno era que mis escuela empezaba a las tres de la tarde y llegaba en quince minutos, pero lo malo era que la tarea la acostumbraba hacer en la mañana y tras el incidente de hoy no tenía ninguna hecha. Llegue justamente un minuto antes de las tres al instituto, pero, como el destino siempre conspira en mi contra, ahora tenía que llegar hasta el edificio K que se encontraba del otro lado de la escuela. Seguí corriendo, pasé por el edificio A, luego por el B, di vuelta en el edificio C para llegar al edificio R y volví a dar vuelta para por fin pasar los edificios S y J, y poder tener enfrente el magnífico edificio K, nótese el sarcasmo.

Mis amigos estaban fuera del salón, lo que significaba que la maestra aún no había llegado y tendría tiempo de copiar la tarea.

-La maestra no va a llegar- escuché decir a Samantha. Me quedé paralizada, me había esforzado tanto para nada, juro que algún día me las pagará esa maestra.

Todos empezaron a reir con mis gestos, incluso yo, parecía que moriríamos de la risa.

-Bien, entonces... ¿qué tal si vamos por un helado?- dije después de tomar el suficiente aire, todos asintieron.

Me llevaba bien con todos en mi grupo, sin embargo, amigos cercanos solo tenía a cinco: Samantha, Elizabeth, Javier, Marco y Miguel. Siempre que no había clases o teníamos un tiempo libre salimos todos juntos a algún lugar a pasar el rato y platicar.

Para conseguir un helado no teníamos que ir muy lejos, ya que el lugar se encontraba en una plaza que literalmente estaba en contra esquina de mis escuela, siempre escogía de vainilla con chocolate líquido, pero eso no fue lo importante ese día, lo importante fue cuando quise pagar mi helado.

-¿Qué es eso en tu muñeca?- preguntó Javier señalando mi muñeca, al principio no entendía a lo que se refería pero bastó con sólo echar un vistazo para recordar lo que había pasado esta mañana y bastó con sólo leer lo que el ardor había escrito en mi muñeca para recordar todo lo que había pasado hace tan sólo unos meses, su nombre, ese nombre que tanto me molestaba en no mencionar estaba ahora escrito en mi muñeca, pero no con tinta para poder lavarla, estaba escrita como si fuese un tatuaje, un tatuaje permanente. Sólo esa acción bastó para que la sonrisa que siempre le mostraba a mis amigos se desvaneciera y empezaran a salir lágrimas de mis ojos.

No quería que me vieran así, no quería que la misma historia se repitiese.

Con la mejor cara que pude poner inventé una excusa y me alejé, corrí al baño, necesitaba tranquilizarme antes de poder volver ahí. Como una loca quise quitar ese nombre de mi muñeca no lo soportaría, pero no se quitaba. Agota me rendí y decidí poner un suéter que tapara su nombre, sin embargo, eso no era lo único que tenía que ocultar; una hilo rojo salía de la última letra escrita en mi muñeca y se dirigía hasta mi dedo meñique, estaba atado a este. Una solución simple llegó a mi mente, tenía que desatar el nudo y así, lo que único que tendría que hacer sería ocultar su nombre hasta resolver esa situación, un plan fácil. Una sonrisa se formó en mi rostro pero se desvaneció de nuevo cuando me di cuenta de que no podía desatarlo; intenté cortarlo y nada, el mismo resultado ¿Qué era este hilo rojo?

Después de varios minutos y ya relajada regresé con mis amigos que se veían algo preocupados ante mi reacción, sólo pude sonreír para indicarles que estaba bien. Sabía que no me creerían tan fácil pero desde que cursas el primer semestre de preparatoria tus compañeros no se enteran de nada a menos que tu se lo cuentes, y está muy claro que eso es algo que no quiero contar.


Pesadillas de un hilo rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora