Hace frío. Oigo un zumbido junto a mi oído, y tengo el impulso de llevar la mano hacia la mesilla para apagar el despertador, pero siento el brazo extrañamente pesado. Y no solo el brazo, sino todo el cuerpo. Solo quiero seguir durmiendo. El ruido sigue, cada vez más molesto, y cuanto más lo escucho me doy cuenta de que no es un zumbido, sino un pitido intermitente. Mi despertador no suena así.
Abro los ojos, y la luz blanca me ciega. Tardo unos segundos en acostumbrarme al fluorescente blanco del techo, y se me corta la respiración. Esto no es mi habitación. Estoy en una sala blanca, tumbada en una camilla de hospital, y rodeada de máquinas conectadas a mí. Entonces veo que el pitido viene de una de ellas, es solo el ritmo cardíaco.
Intento levantarme, pero siento que la cabeza me pesa una tonelada. ¿Donde estoy? A mi alrededor las paredes son de un blanco inmaculado, supongo que es un hospital. No hay muebles, ni televisión, ni mesas, nada. Solo veo una puerta.
Tiene que haber una manera de quitarme estos cables de encima sin que todo empiece a pitar. Respiro hondo y me arranco la sonda de la nariz, y sorprendentemente todo sigue igual. Entonces me quito el suero del brazo, y se derraman unas gotas de un liquido azúl cristalino. No tengo ni idea de lo que es, pero estoy segura de que no es glucosa. Estoy a punto de arrancarme la banda que controla mi tensión, pero entonces lo veo. Un enchufe en la pared que mantiene encendida la máquina. Claro, ¿como no se me había ocurrido antes? Si no está enchufada, no dará ningún aviso a las enfermeras.
Me levanto. No me había dado cuenta hasta ahora de que llevo un vestido blanco hasta las rodillas. Me siento muy mareada, pero tengo que salir de aquí y saber que me ha pasado. Y entonces me doy cuenta. No me duele nada. No tengo ningún rasguño. Entonces, ¿por que estoy en un hospital? ¿Por que no hay nadie conmigo?
No me acuerdo de nada. No se que fue lo ultimo que hice antes de llegar aquí, ni cómo llegué. No se cómo me llamo, ni cuántos años tengo.
Me acerco a la puerta. Es una puerta blanca, y me doy cuenta de que está reforzada. Y cerrada. Como si no quisieran que nadie entrara.
O saliera.
Tiene una pequeña ventanilla cuadrada. Miro a través de ella, y está un poco borroso, pero puedo ver un pasillo blanco, y más puertas como la mía. Tienen placas, pero todo está difuminado, no puedo ver lo que pone. Me esfuerzo un poco más, y de repente aparece alguien. No se si es un hombre o una mujer, porque lleva un traje azul que le cubre todo el cuerpo, y una máscara de gas en la cara. Mira a través de la ventanilla de la puerta que hay frente a la mía, y dice algo por una especie de walkie talkie que lleva en la mano. No puedo oírlo. Se gira hacia mi puerta.
Y me ve. No es una enfermera. Y esto no es un hospital. Puedo ver sus ojos a través de la mascara, y se que algo va mal. Se acerca y toquetea algo bajo la ventanilla de mi puertq. Tengo que salir de aquí. Me aparto de la puerta rápidamente. Pero se que ya es tarde.
La habitacion se llena de un olor frutal, y los ojos me pesan. Es un olor agradable. Olvido que tengo que escapar. Olvido todo. Solo quiero oler esto el resto de mi vida...
Me caigo al suelo, y todo se oscurece.
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Corre
Teen FictionJenn se despierta en una habitación. No recuerda a nada ni a nadie. Está encerrada. Sin salida. Sin respuestas. Y muchos más como ella. Pero el doctor Smith siente debilidad por ella. Siempre lo hizo. Él le descubrirá toda la verdad. Pero, ¿quiere...