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Las nubes brillaban bajo el ardiente sol, pronto la primavera iba a concluir y el verano daría la bienvenida con su cálida esencia.

—Creo que el verano es muy bonito— exclamó la joven Arcoíris; conocida en varias culturas con diferentes nombres pero, para los seres de la naturaleza que habitaban en el Cosmos, ella era la pequeña Jaziry.

—¿Ah sí?, ¿Por qué lo piensas?— indagó Celli, uno de los personajes más negativos y pesimistas: la guardiana de las Catástrofes Naturales.

—Porque el clima cálido siempre es sinónimo de paz— sonrió ampliamente.

—Pero, ¿qué no ves lo que conlleva?

Jaziry, de piel casi tan clara como la nieve, cabello rojizo como el fuego y ojos cafés tal cuál avellanas, la miró algo confundida.

La Catástrofe explicó, —el verano es la estación que posee menos lluvias, eso quiere decir que ya no saldrás a jugar y que morirás de aburrimiento.

La sonrisa de la muchacha se fue borrando. ¡Claro! Olvidaba que Celli siempre le hacía ver un panorama muy, demasiado, realista.

—Menos lluvias no es lo mismo que ninguna; sí saldrás a jugar pero lo harás con menos frecuencia—, una muchacha de larga cabellera oscura y amistosa mirada apareció por las puertas del Cosmos.

¡Luna!— Jaziry la saludó y volvió a sonreír.

La recién llegada miró a su hermana y negó con la cabeza, —Celli, no la asustes.

—Yo sólo le hago ver las dos caras de la moneda— se encogió de hombros como si lo que dijera fuese lo más obvio y normal.

Luna bufó por lo bajo, luego miró a la chica, —no le prestes atención Jaziry, mejor acompáñame. ¡Victoria está por recoger unas flores hermosas!—, y no espero respuesta, sólo tomó a la pelirroja de la muñeca y la arrastró con ella hasta el jardín del Edén.

Victoria era aquella que se encargaba de preservar las flores, y puesto que habría un cambio de estación en la Tierra, debía tener más cuidado con algunas ya que sería tiempo de recoger y guardar otras.

—Los girasoles me gustan, pero no tanto como los claveles; los claveles son mis favoritos— escucharon las palabras de la muchacha cuando entraron al Edén.

—Yo creo que todas son hermosas— contestó una voz grave, una voz inconfundible para Jaziry.

—¡Brend!— exclamó la jovial Arcoíris al notar la presencia del Rayo de Sol, aquél personaje de piel morena y oscura mirada, que siempre estaba a su lado cuando visitaba la Tierra tras algún monzón.

—¿Jaziry?— exclamó al instante, cuando la vio una enorme sonrisa se dibujó en sus labios; —¿cómo estás?—, la recibió con un cálido abrazo.

—¿Que cómo está?— repitió Victoria, cuya cabellera rubia ondeaba con la suave brisa, —pero si se acaban de encontrar hace poco—, lo dijo porque hacía un par de días que Amir, el encargado de las Lluvias, dejó caer un chubasco sobre un gran bosque. Victoria había estado allí cuidando sus hermosas flores y presenció la aparición del Arcoíris, quien se le la pasó brincando y jugando ante la mirada risueña del Rayo de Sol.

—Tan sólo unas horas estando separados es demasiado— argumentó Luna, —ellos fueron creados para estar juntos— bromeó al ver la cálida escena, donde Brend revolvía cariñosamente los rojos cabellos de la más joven.

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