Las gotas eran muy parecidas a las de aquel día. El pavimento se cincelaba oscuro, alientos en vaharadas, lágrimas que se disimularan. Lo sé, la lluvia en realidad es muy parecida siempre, las nubes se tornan de un gris casi negro y luego comienza a caer agua a cántaros. A lo que me refiero es al sentimiento que le acompaña; era de un diferente en extremo radical. Era aquel que te advierte que algo está por acontecer, te llena por dentro y comienza a dominarte hasta llegar a las profundidades de la razón. Aquella vez me vi oprimido por un solo enigma que hasta hoy no termino de comprender; para el hombre ante lo desconocido, qué sentimiento se antepone por sobre el otro, ¿la punzante intriga o el miedo?
Eso se paseaba en mis reflexiones mientras Laura se arrebujaba en su suéter de lana que le había regalado harán cuatro meses, para su cumpleaños. Casi me olvidé del paraguas, años más tarde ese pensamiento me resultaría absurdo. Bajamos los escalones sin prisa y cruzamos la calle con dirección a la cafetería que solíamos frecuentar. Al llegar nos fijamos en un cartel que colgaba de la entrada, era un cartel sin muchos artilugios y rezaba Cerrado. No quisimos darnos demasiados problemas, era una noche sin luna, espléndida y con muchas gotas de lluvia, así que no nos molestamos y fuimos en busca de otro.
Los faroles de las calles tenían esa aura etérea y magistral, los autos pasaban por el lado con las luces altas, era un paseo iluminado y bellísimo. Pasé sin inmutarme por el tercer farol de la gran Alameda; envidio aquella ignorancia casi insultante, tiempo después ese lugar se vería convertido en un réquiem para los recuerdos en el cual dejaría que mis pensamientos volaran hacia ella... pero por ese entonces, sin más, pasé de largo. Los banquillos que acompañaban a los árboles de la vereda estaban cubiertos de una capa fina de hielo, podría llegar a nevar, pensé.
Laura me tomó del brazo y se apretujó contra mí bajo el paraguas, siendo como siempre y riendo como nunca. Le gustaba imitar a las parejas típicas de aquellos callejones fríos, las llamaba "los diferentes tan iguales" y se burlaba de lo especiales que se sentían todas las parejas con respecto a las demás, siendo que todas eran lo mismo. Ahora que lo veo más claramente, paseando por ese mismo lugar, observando el recuerdo, cómo no me di cuenta lo sola que te sentías; siento las frías gotas, no sé de qué, tal vez lluvia, tal vez son mías, que me acarician la mejilla, como consolándome. Laura, estés donde estés, debí haberme dado cuenta antes, espero hayas sido feliz. Pero yo la dejaba y me divertía con sus espasmos de felicidad, éramos un par de amigos con un lazo muy estrecho, de esos que ya no se encuentran.
Me hizo una seña para indicarme una cafetería que tenía las luces encendidas y estaba con una clientela envidiable con aquel tiempo. "Insomnio y Compañía", al lado una taza de café que parpadeaba. Las mesas y sillas que daban a la calle, y que indudablemente debían de otorgar una tarde memorable en verano, estaban ocultas bajo toldos que las cubrían del agua. Ya felices de haber encontrado lugar, entramos.
Dioses.... Entramos.
No quise dejar mi abrigo en el perchero de la estancia, era un lugar nuevo y nunca he sido muy confiado, en cambio Laura no dudó, bueno, ella siempre fue así. Goteé la alfombra y aproveché de limpiar mis zapatos. "Con estas temperaturas tan abruptas atrapar un resfriado es casi un hecho" comentaba mi amiga en algún lugar lejano a mi consciencia, estaba embobado con lo acogedor del lugar, desde el ambiente cálido y fraternal hasta el detalle de un sillón en medio de la salita de estar. En las paredes tapizadas colgaban cuadros de las calles de París en blanco y negro y de los mejores cafés del local. Era un refinado de refinados. Laura me guio hasta una mesa para dos en la que se podía ver a las gentes caminar por los callejones a través del cristal. No había demasiado ruido en el local a pesar de estar bastante ocupado, a excepción por quienes utilizaban el sillón, regodeándose y riendo a viva voz.
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El Paraíso
Non-Fiction"Allí estaba, años después, de pie bajo las frías gotas del alma de la ciudad. Y al verla, Daniel sonrió como solía hacer en tiempos que creía olvidados" Recorriendo callejones ya recorridos, observando lugares ya observados, anhelando vivir momento...