Las estrellas existen para recordarnos el infinito. Puede ser el mayor vacío que exista; o puede no serlo, tan lleno de nada, hasta me hace pensar en el amor como las estrellas. Me viene a la mente el frío asidero del metal, la metamorfosis que sufrió mi paciencia, aquel impulso de origen imperturbable. Ese impulso que jamás sabremos su porqué, pero que ha impulsado al humano a bailar, a pintar, a amar. Hubo aquella vez donde supe que el recuerdo adquirido por alguien poco o nada tenía que ver con la realidad vivida, simplemente eran conjunciones de colores, tacto, sentidos, que no necesariamente existieron. Si aquello es cierto, significa que nada es real- o lo ha sido, mejor dicho. Entonces, ¿significa esto que el dolor rompe estas barreras? ¿Es el dolor un recuerdo constante? Así como tal vez lo son el amor, el odio, amargura, la perdición. Pues no dudo que el dolor debe tener matices de realidad, y de ser una ilusión, debe simplemente cambiar de manera vaga. Y vaya que duele.
Pero qué manera de brillar aquella.
No termino de decidir si sus besos o su mirada, si el infierno o el paraíso. Lo único que sé, con soberana seguridad, es a ella. Me rompe saber que ella puede alejarse cuando quiere a diferencia de mí, me admito incapaz de hacerlo. Ella, una palabra que las hace a todas una, pues incluso yo estoy pensandola y hasta puedo estar erróneo, es muy probable que las raíces de la palabra Ella sean para alguien totalmente diferente. Ahí viene ella, me queda esperar en el asidero de metal, mirando el infinito, y tal vez, solo tal vez, comprenda mejor a las estrellas.
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El Paraíso
Non-Fiction"Allí estaba, años después, de pie bajo las frías gotas del alma de la ciudad. Y al verla, Daniel sonrió como solía hacer en tiempos que creía olvidados" Recorriendo callejones ya recorridos, observando lugares ya observados, anhelando vivir momento...