4 de Octubre , Primer Año en El Tren
Cuando salió de su camarote pudo ver un grupo de personas al final del interminable pasillo, al parecer se disponían a tomar el desayuno... Vaken corrió y alcanzó al grupo.
Allí estaban todos, muy pocos de su edad y muy pocos mayores, la mayoría era gente de mediana edad. Pocas personas mayores se atrevían a marcharse, aunque fuese para aprovechar sus últimos años, sus mentes ya se habían acostumbrado a la vida ordinaria, a dejarse llevar por las mareas de la tradición, por esa fuerza que, como un imán, parecía empujar a la gente a seguir la forma de vida que se les había impuesto. Para muchos, ya era demasiado tarde, pues la costumbre, como el opio, te adormece y no te deja despertar.
Vaken caminó abriéndose paso entre la multitud, pudo conseguir algo de pan y fruta y se dispuso a sentarse. Tardó un rato en escoger sitio, había demasiada gente, pero al final, encontró donde quería estar. Al lado de una ventana había una mesa, y ahí estaban sentados sus amigos, y ella, Dalena. Vaken ni siquiera reparó en mirar quiénes estaban sentados en la mesa ¿Y qué más le daba?, estaba ella y con eso bastaba. Por más que lo intentase, no conseguía distinguir a los demás que estaban sentados, todo alrededor de Dalena se emborronaba, no dejándole ver nada más que a ella. Era difícil no hacerlo.
Se acercó a la mesa y todos le saludaron. Dalena dio permiso a Vaken para sentarse con una sonrisa. Pudo reconocer a todos, Teiren, Julen, Skolras, Abron, eran amigos suyos, los conocía de la academia, todos se habían graduado y tenían 13 años, como él.
-¿Qué tal has dormido?-Preguntó ella.
-Mejor que ayer-Contestó intentando hacerse el interesante-Y espero que peor que mañana, aún no me he acostumbrado al tren. Se mueve mucho. Y... Bueno, echo de menos estar en casa.
-Tú y todos-Contestó Teiren-Pero ya no podemos echarnos atrás.
-No, claro que no, pero no se... -Vaken bajó la cabeza a buscar algo en su chaqueta.
Sacó un pequeño cuaderno y buscó entre sus páginas.
-Dibujé la Isla cuando nos íbamos. Hice todos los dibujos que pude antes de perderla entre las nubes.
Vaken dibujaba bastante bien, la Isla se veía igual, un pedazo de tierra suspendido, acariciado por cortinas de agua que caían desde el cielo, rodeada por nubes, que parecían su guardia privada, siempre dando vueltas alrededor. Había dibujado cada una de las casas, desde las de abajo hasta las más altas junto al molino en lo alto de la colina. Y por último, la estación y las vías, suspendidas en el aire, que acababan al llegar al borde del cuaderno.
-Vaken-Dijo Dalena, y para él, sus palabras al decir su nombre parecían salir de su boca con la misma gracia y majestuosidad que un pájaro de alas azules viajando al sur. - ¿Realmente querías irte?
-Sí, pero, es difícil-Contestó mientras perdía la vista en la ventana-Es difícil dejar todo atrás, dejar toda tu vida atrás...No sé, si pierdes tu vida, ¿Qué te queda?
Todos bajaron la vista y se quedaron en silencio. Era demasiado temprano para comentarios tan trascendentales.
No es que fuesen idiotas (aunque si alguien tuviese que ser el idiota, seguramente todos apuntarían con el dedo a Skolras, demasiado músculo y muy poca literatura en su historial.), pero sin comida en el estómago, hasta los más brillantes filósofos parecerían tontos a veces.
Tras el sepulcral silencio digno de un funeral Vaken se levantó de la mesa.
-Necesito tomar el aire-Dijo mientras se marchaba.
Vaken abrió una puerta de madera que daba a una especie de terraza, el tren no iba muy rápido y se podía salir perfectamente, allí había gente desayunando. Se acercó a la baranda y entonces se dio cuenta, la realidad le golpeó tan fuerte que se quedó unos minutos sin hacer nada. Se había ido y no había vuelta atrás, ya no tenía remedio. Su vida había acabado, ¿O había empezado?
Claramente, la vida, la realidad que él conocía se había marchado sin dejar ni siquiera una nota con su nueva dirección. Ahora otra vida llamaba a la puerta, pero quizás Vaken aún estaba demasiado acomodado en el sofá para levantarse a abrir.
-Te vas a caer-Dijo una voz familiar.
Vaken se giró y vio a Ashtos, el herrero del pueblo. Lo conocía de haber ido alguna vez a la herrería a comprar herramientas.
-Ya, bueno, me gusta mirar hacia abajo-Contestó Vaken-¿No te impresiona? ¿Qué habrá abajo?
Vaken continuaba con su empeño profundo-trascendental.
-Nada... Me da igual-Replicó Ashtos mirando abajo también.
-Tiene que haber algo.
-¿Piensas bajar?
-No.-Contestó Vaken algo asustado, como si de un momento a otro Ashtos fuese a agarrarle con sus poderosos brazos de herrero para lanzarle al vacío gritando-¡Mándame una carta contándome que hay allá abajo!.
-Entonces, ¿Qué más da?-Contestó Ashtos, despejando las sospechas sobre las posibles intenciones homicidas del herrero.
-No pienso bajar-Dijo Vaken bajando la vista de nuevo-Pero quiero saberlo.
-Primero concéntrate en saber dónde estás y dónde vas. Y cuando lo sepas, piensa entonces en todo lo demás.
-¿Y entonces que haces en este tren?
-¿Porque lo preguntas?-Dijo Asthos, dándole más cuerda al joven filósofo.
-La gente quiere saber más... Por eso se suben aquí.
-No es que quiera saber más... Mira, en mi caso, no sé qué me espera al final de las vías, pero lo que si sé es lo que ya tenía allí... Teníamos. Mi mujer y yo estábamos cansados de la vida en la Isla, por eso apostamos por El Tren-Explicó Ashtos.
-Es duro... No sé, es duro, dejar todo atrás, dejar tu vida atrás...-Vaken tragó saliva- Me acongoja cuando lo pienso, ¿Qué te queda entonces?
-Quedas tú.
Vaken lo entendió todo.
-¿Quién eres, Vaken?-Preguntó Ashtos-¿Quién eres fuera de la Isla?
-No se...-Vaken sintió un vacío en su estómago como respuesta a la pregunta de Asthos-Supongo que eso es lo que quiero averiguar.
Ambos se quedaron callados.
-¿Qué habrá al final de las vías?-Preguntó Vaken tras meditar un momento.
-Nadie lo sabe-Contestó el herrero riendo-Ahí está la gracia.
-¿Pero nadie lo sabe? ¿Nadie ha vuelto nunca?
-¿Volver? ¿Acaso volverías? Renuncias a 15 años de tu vida por conocer que hay al final. Poca gente firma este contrato, muy poca, y nadie, absolutamente nadie vuelve, nadie quiere aceptar que ha perdido 30 años en vano.
-Eso es cierto, es un viaje algo largo...-Dijo Vaken riendo-¿No te inquieta?
-No... No me importa que halla al final... Lo más importante ya lo has hecho cuando has subido al tren.
-¿Y qué es lo más importante?-Preguntó Vaken.
-Decidirte a coger el tren, decidirte a arriesgarlo todo y tomar las riendas de tu vida.
Vaken se quedó en blanco y sintió como el vacío que se había abierto violentamente en su estómago hace un momento se cerraba de nuevo.