30 de Septiembre
Vaken daba vueltas sin parar en la cama, se levantaba una y otra vez a mirar por la ventana, esperando que el horizonte empezase a clarear de una vez. Mañana era el día que llevaba tanto tiempo esperando, y era algo indescriptible. Ya tenía 13 años, ¡Ya podía irse!, y no podía esperar a dar el gran paso. No sabía qué le depararía el final de las vías, pero esa incertidumbre era un incentivo para sus ganas de subirse al tren. Y se levantaba y daba vueltas otra vez...
Y paseaba por la habitación anhelando adelantar las horas y los minutos, como si el sonido de sus pasos contra el suelo de madera fuese a meter prisa a las agujas del reloj, acercando poco a poco el amanecer. Y se levantaba y daba vueltas otra vez...
¿Y si llegaba tarde? ¿Y si se quedaba dormido? ¿Había metido todo en la mochila? Buscó su mochila y abrió los bolsillos más pequeños para luego seguir con los más grandes. ¡No había tiempo! Vació la mochila y dejo que todo el contenido cayese al suelo, como un jarrón que cae y se separa en mil pedazos. Empezó a revisar una a una cada bolsa o herramienta como si le fuese la vida en ello. "¡Tengo que descansar!", pensó. Y se metió en la cama de nuevo, pero el intento fue en vano. Y se levantaba y daba vueltas otra vez...