DESPIERTO, Y AÚN ESTOY CONTIGO

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Hay momentos en la vida que nos hacen sentir nerviosos. Como un examen final en la universidad o enfrentar a los suegros para pedir la mano de la novia, por ejemplo. ¡Imagínate los nervios el día que conocemos al amor de nuestra vida! Sentimos mariposas que vuelan en nuestro estómago. No sabemos cómo comportarnos o qué decir, y cuando por fin creemos tener las palabras adecuadas, decimos lo conocí primero que se nos ocurre, nos tiembla la voz y luego enmudecemos. Se nos acaban las ideas y descubrimos que la gran conversación soñada, terminó en pocos minutos.
Ni hablar del día de la boda. Siempre hay algo que se olvida, o peor aún, recordamos en la luna de miel que olvidamos invitar a alguien a la ceremonia. Otro evento que nos pone nerviosos es el nacimiento de nuestros hasta hijos. En mi caso, recuerdo que había planeado cada detalle con el doctor que atendía a mi esposa.
El plan era que estuviera presente en el alumbramiento, pero cuando llegó el momento de ir a la sala de operaciones, el doctor me vio tan nervioso que solo apretó mi mano y empujándome suavemente dijo: <<lo veo más tarde>>. Sin más, me dejó parado en el pasillo y se fue.
La verdad es que cada quien tiene sus momentos y no todos nos sentimos nerviosos por las mismas situaciones. Pero pocas veces me he sentido tan nervioso como aquel gran día de agosto de 1994. Estaba apunto de entrar a una de las iglesias más importantes de aquel entonces para gozar de una de sus famosas reuniones de avivamiento. Hacía más de once años que oraba por un mayor avivamiento en mi vida. Buscaba la presencia del señor y su unción con todo mi corazón. Había escuchado que en esas reuniones el poder de Dios se derramaba intensamente, tanto que podía sentirse en los parqueos del lugar. Mi expectativa era m muy grande. Esperaba que al cruzar la puerta, el espíritu santo viniera sobre mi y me dejara tendido en el piso. Imaginaba que al levantarme seria el hombre más ungido que pudiera existir.
C

uando finalmente logré entrar, sufrí una gran desilusión. El poder del señor era real y estaba allí, solo un necio podía negarlo. Había muchas tocadas por el espíritu santo, pero a mi no me sucedía nada,por lo menos no de la mis ma forma que a la mayoría.
A veces sentía un pequeño hormigueo sobre mi piel, pero eso era todo. Después de varios días de asistir a estas reuniones, doce para ser exacto, me frustré muchísimo. No me sucedía nada a pesar de ir dos veces diarias, o sea, un promedio de siete horas por día.

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⏰ Última actualización: Nov 07, 2015 ⏰

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