Parte 4 -Julian

4K 335 10
                                    

Hola, seguimos con la historia, se va a complicando de a poco.

Gracias por leerme, votar y seguirme...si quieren pueden pasarse por mis otras historias terminadas...saludos.

Les dejo la foto de Sebas para que lo conozcan.

Me desperté desnudo y solo en la cama, recordé la noche y una sonrisa se dibujó en mis labios. Me levanté sin ponerme ropa, no me molesta la desnudez y menos en mi casa, con mi mujer.

- ¿¡Podes ponerte algo, Julian!? –Volvía la voz irritante que desearía hacer desaparecer. Me acerqué a ella por detrás y la abracé apoyando todo mi cuerpo, que despertaba de a poco ante su contacto. –Me tengo que ir a trabajar. –No me importó lo que dijo, llevé mi mano hacia su pierna y comencé a subirla por debajo de la pollera, hasta llegar a su ropa interior. –Soltame, ¿no fue suficiente anoche?

-Nunca es suficiente –le susurre al oído, con mucha paciencia, intentando no escuchar sus rechazos. Mi mano ya tocaba lo que buscaba. Pero se me escapó en un segundo y me dejó rogando por su cuerpo. – ¿Qué pasa, Angie? ¡Anoche estuvimos tan bien!

La seguí hasta la habitación, pero la choqué antes en la puerta, porque volvió sobre sus talones, y me tiró un pantalón en la cabeza.

-Ponete esto, no me gusta que andes desnudo por la casa. –Mi paciencia desapareció y mi buen humor se fue al demonio. Mi "amigo" que apenas había despertado se escondió asustado. Ya no habría sexo mañanero. Mi ilusión de recuperarla quedó hecha pedazos, una vez más y mis nervios estaban amenazando con organizar un huracán al juntarse con mi furia. ¡Obvio que me puse los pantalones!

-Angie, me volvés loco, no sé qué querés...una noche me seducís y volvemos a sentirnos como antes y por la mañana, esto. Tendríamos que empezar a ser más tolerantes el uno con el otro. Intentar recomponer nuestra relación, dejar de maltratarnos todo el tiempo.

-No tengo ganas de sermones, ni reproches. Tuviste tu gran noche de sexo, ¿no es eso lo que necesitabas? Listo, no me molestes por un tiempo.

- ¿Te estás escuchando? ¿Realmente quisiste decirme eso? –Quería creer que no...que se había equivocado de palabras.

-Mirá Julian, estoy cansada de discutir. –Me dejó un café en la mesa y caminó hacia la puerta. – Necesito que pienses bien la posibilidad de ser padres, es lo único que puede salvarnos.

-En estas condiciones, no. Si no sabemos dialogar, solo gritarnos y discutir. Ya dudo que algo pueda salvarnos. Estoy al límite de mis fuerzas, ya no sé cómo llegar a vos. Y lo peor es que ya ni se si tengo ganas de seguir intentándolo. Anoche creí que podíamos, de verdad creí que había algo para salvar. –Me alejé de ella hacia la habitación y golpeé el marco de la puerta con impotencia -Dejé la fiesta por vos, para venir a tu lado y demostrarte que tengo ganas de recuperar algo de lo nuestro. Pero fue toda una mentira más. ¡Un divorcio vas a tener si seguís pidiéndome un hijo, tal vez eso es lo que nos salve!

Cerré la puerta con un golpe y me dejé caer en la cama. Lleno de bronca, odio, impotencia. Escuché la puerta de calle cerrarse y suspiré.

- ¡Quiero de una puta vez ser feliz! Grité reteniendo las lágrimas, que mi propio orgullo no dejaba salir.

Todos los recuerdos, uno por uno, hacían cola en mi memoria para apuñalarme otra vez. Las borracheras y otras cosas, de juventud ya no eran una opción para olvidar a un padre obsesivo con que su hijo sea perfecto, una madre tan dominada que no podía darse el lujo de darle un permiso a su hijo sin la autorización de su esposo, amigos interesados, mujeres dispuestas a todo por un regalo costoso, la ausencia del amor, el accidente que me dejó sin nada y con todo, en el mismo instante, sin amor familiar, sin padres y sin hermana, pero con una incalculable fortuna y muchos más interesados por un pedazo de mi joven pellejo. Sin reponerme todavía, vendría el peor golpe, la pérdida de la única personita que sería capaz de darme amor incondicional, ese hijo en quien basé mi futuro, mis esperanzas de cambiar el destino, aprender a ser mejor persona, a ser mejor padre que el que tuve y, ahora, la mujer que creí la ideal, se había convertido en todo lo que siempre había querido alejar de mi vida. Ambición e interés eras sus prioridades. ¿Y mis necesidades, que mierda hago con mis necesidades?

Ya no tenía recuerdos de haber sido feliz, o simplemente de haberme sentido feliz por más de unas horas. Me estaba acostumbrando a confundir la alegría con la felicidad, los momentos divertidos y placenteros que podía tener, eran transformados por mi cerebro, engañándome y haciéndome creer que era feliz, de a ratos. Pero estos momentos en los que me enfrentaba con la cruel realidad me daba cuenta de la mentira que yo mismo me creía.

Realmente soy un esclavo de mi dinero. Disfruto vivir cómodamente, no puedo negarlo. Pero la gente no es sincera con alguien como yo, al menos no todos. Me alcanzan los dedos de mi mano para contar la gente que me quiere bien. Y alguna vez creí que Angie me quería bien. Todavía no puedo recuperarme de la bronca de haberlo descubierto tarde. Y soy demasiado orgulloso para dejar de intentar recuperar mi matrimonio y aceptar que fracasé en mi intento de buscar la felicidad. No tengo fuerzas para volver a buscarla, incluso, ya creo que no tengo posibilidad alguna de encontrarla.

Con estos pensamientos se me vienen Rodrigo y Mariel a la cabeza, ellos estarían enojándose al descubrir que pienso como lo hago, incluso él podría estar dándome algún golpe para que reaccione.

Me puse un jean roto y una remera blanca y me fui al gimnasio para verlos, seguro estaban allá, necesitaba una charla de amigos.

Unas cuadras antes de llegar, una terrible morocha me llamó la atención y me obligó a desistir de seguir pensando en mis problemas. Podía seguir con mi mirada el movimiento de su cuerpo mientras corría, ese trasero había sido ya recorrido por mis ojos, alguna otra vez, sí. De pronto me alegré pensando que no me engañaba lo que veía. Pasé cerca y despacio para cerciorarme si era ella y, al confirmarlo, paré la moto y me saqué el casco para que me reconozca.

Mientras la miraba acercarse pude notar que todos mis pensamientos malos me abandonaban, la sonrisa se instaló en mi cara y fue imposible sacarla. Se paró cuando me vio y la recorrí con la mirada, ¡Dios mío, era hermosa! Casi le digo que la reconocí por su culo, pero logré frenar mis palabras a tiempo.

No la noté cómoda mientras hablábamos, eso me dolió un poco, pero supongo que necesitamos tiempo y una charla. Pero tampoco me dio pie para eso. Al menos tuve un avance importante, ya tengo su número de teléfono.

Llegué al gimnasio y la música alta y con energía me sacó el poco mal humor que aún tenía. Me encontré con mi amigo en una de las máquinas y ni bien me vio notó que algo me traía. Se acercó a mí y me dio una palmada en el hombro.

- ¿Porque no te cambias y sacás la bronca, con ejercicio?

-Porque ya no sé si es eso lo que necesito. Estoy al borde de estallar. Ya no puedo más.

Entramos en mi oficina. Soy dueño del gimnasio, un gusto que me di con mi dinero, siempre quise uno y me arriesgué. Hoy tengo tres sucursales y son mi orgullo. Rodrigo me ayuda a dirigirlos ya que yo no tengo mucho tiempo con las empresas. Mi padre me heredó tres restaurantes y una cadena de hoteles y manejo todo desde una oficina en el centro de la ciudad. Pero todos los días vengo un rato y entreno mientras me pongo al corriente de las cosas importantes. Es mi válvula de escape.

Me desplomé en el sofá cama, que más de una vez utilicé escapando de las discusiones con Angie, Rodrigo se apoyó en el escritorio y le conté todo.

- ¡Nada nuevo entonces!

-Puede ser, pero creí que estábamos a un paso de mejorar algo. Pero empiezo a entender que todo es en vano.



Aceptando el presente.  (Solo cuatro capítulos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora