Hola, mi querido y por siempre amado Kyuhyun
¿Cómo has estado? Espero que bien. Yo no he dejado de pensar en la pregunta que me hiciste la última vez que nos vimos, ¿la recuerdas? Hace mucho tiempo ya (cinco años, seis meses, dos semanas, tres días y diecinueve horas,veinticinco minutos y contando), pero no sale de mi mente, le doy vueltas una y otra y otra vez. Tanto así que me he creado diferentes escenarios y he recapitulado los momentos, ordenando las ideas para poder darte una respuesta: clara, contundente, metódica, como nos gustaba."-¿Por qué? ¿Acaso no te arrepientes?"
Pareciera una pregunta absurda. Más si consideramos lo que me pasó, dónde estoy en este momento, dónde estás tú y dónde está Él y ¿sabes? La respuesta es dolorosamente obvia y muy fácil: ¡SÍ, sí, sí y por supuesto que sí, Kyuhyun! ¡Me arrepiento por completo de todo! De haberte insistido que trabajaras conmigo en el Instituto, de haberte aconsejado acercarte a Él, ayudarle a mejorar en la música. Me arrepiento de no haber entendido antes que el brillo en tu mirada estaba cambiando, que ya no lo veías como un profesor debe ver a un alumno, ni siquiera como un hyung, un hermano mayor o un amigo.
¿Cómo es que no vi las señales? ¿Cómo no detecté a tiempo la manera en que tu sonrisa resplandecía cuando lo veías? ¡Todo en ti era diferente! Si el estúpido escuincle fruncía el ceño tú lo veías con atención, preguntándote qué estaba mal; si lloraba tú corrías a su lado, a limpiarle las lágrimas y ofrecerle la calidez de tus brazos... La calidez de esos brazos que inicialmente eran míos, después de todo yo era tu esposa, no él, no él, no él.
¡Fui tan estúpida Kyuhyun! ¡Si hasta te celabas cuando el mocoso abrazaba con su mejor amigo! A ese niño con cuerpo de hilo y sonrisa gingival, el que tenía el mismo nombre de comediante famoso, sí, ese, Hyukjae. ¿Sabías que el muy mustio lo notaba y le gustaba provocarte? Cuando pasaba sus brazos por el cuerpo del otro giraba disimulado, según él, y veía tus reacciones, pensar que en algún momento me parecieron graciosas ¡¿ves Kyuhyun cómo fui una completa imbécil?! Me parecía divertido que mi alumno se estuviera enamorando de mi esposo. Bravo, bravo.
Claro, quién iba a pensar que mi heterosexual marido se dejaría conquistar por unos grandes ojos marrón y una boca de corazón que no era capaz de producir sonido. Porque no sólo me cambiaste por un hombre... bueno, no, un mocoso de 16 años, ocho años más joven que tú, doce que yo. No, Kyuhyun, no te conformaste con esa humillación, las cosas en grande ¿verdad?, mira que dejarme de lado por uno defectuoso, uno incapaz de hablar, uno con traumas.
Traumas que yo, su consejera, su psicóloga le atendía... ¿cómo no iba a notar que mi niño, ese pequeño que yo veía como un puto angelito, caía ante el encanto de mi marido? Cuando fui consciente de ello hasta sonreí ¡qué gracia! Mira qué divertido que el niño que se alejaba de todos, el aislado, el antisocial, el mudo hace un esfuerzo por comunicarse con alguien más allá de su hermano y su amigo ¡bravo! ¡Hurra! ¡Está saliendo de su maldita burbuja! ¡Está recuperando la voluntad! ¡El entusiasmo! ¡La puta motivación!Claro la motivación de meterse en los pantalones de su profesor sustituto, del egresado entusiasta, ¡del esposo de su psicóloga!
[Intento contenerme, no romper el papel y reescribir por millonésima vez la carta, pero no es fácil ¿sabes? La ira arde en mí, hace temblar mis manos, mi cuerpo y que mi sangre se vuelva lava y mi arrepentimiento explote con magma de rabia y amargura... dame unos minutos ¿sí?]
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